Luis Manuel Esculpi 16 de octubre de 2018
@lmesculpi
Con
frecuencia leemos o escuchamos la frase: “después de la noche más oscura viene
el amanecer”, a menudo la escriben o pronuncian con la intención de estimular
optimismo y esperanza ante la dura realidad que confrontamos los venezolanos.
La faz
más oscura del gobierno se ha mostrado con la muerte de Fernando Albán. Las
contradicciones de sus voceros al dar diversas versiones, al contrario de lo
que perseguían, ha fortalecido la convicción del asesinato, no sólo para el
mundo opositor, también para sectores anteriormente situados bajo la égida del
oficialismo.
El
intento de disminuir el impacto producido en la conciencia nacional y en la
comunidad democrática internacional, con el destierro inconstitucional de
Lorent Saleh, y las razones expresadas textualmente en el comunicado oficial: ”
fue sometido a numerosas evaluaciones psicológicas, manifestando conductas
violentas, destructivas y suicidas que ponían en peligro su integridad
personal”, demuestran sin velo alguno la verdadera intención y la naturaleza de
este régimen.
La
existencia de centenares de presos políticos en las condiciones denunciadas,
violando sus derechos con tratos crueles e inhumanos, es una característica
típica de los regímenes autoritarios, unido al irrespeto permanente a la
Constitución y las leyes y la asunción cada vez más de rasgos definitivamente
dictatoriales, convierte la lucha por la democracia y el cambio político en una
tarea de primer orden, como la alternativa para salir de la grave crisis
económica, social y política que confrontamos.
El
resurgir de la esperanza, el transito de la oscuridad en que vivimos a la
conquista de un nuevo espacio de libertad y progreso, no se producirá como un
fenómeno natural, como el “paso de la noche al día”, requiere la combinación lo
más unitaria posible de todas las voluntades que luchan por el cambio, para
recuperar la iniciativa política, potenciar la denuncia, las vocerías,
opiniones y las propuestas alternativas.
Siendo
cierto que en la materia de derechos humanos es la zona más lúgubre de la
acción gubernamental, toda ella está signada por la opacidad, no es posible
identificar un área donde su actuación sea transparente, se desconoce el
derecho a la información, la libertad de expresión se amenaza y vulnera
constantemente, no existe rendición de cuentas, todas ellas condiciones
intrínsecas de las democracias modernas.
El
silencio, la inercia, la división y la diatriba menuda son serios obstáculos
para canalizar el inmenso descontento existente y no favorecen la lucha por el
cambio, se hace imprescindible superarlos para poder avanzar. La actual
coyuntura ha creado condiciones para progresar en esa dirección.
Recomponer
una instancia de dirección política, que junto a la Asamblea Nacional y el
Frente Amplio pueda asumir la conducción del proceso, agrupando todas las
energías renovadoras posibles, constituye un requisito inaplazable para poder
responder a las necesidades del presente y vislumbrar un futuro distinto.
El
diseño de una hoja de ruta para alcanzar los objetivos previstos es una labor
impostergable, otros debates, por importantes e interesantes que pudieran ser,
están subordinados a ese propósito vital. Insistimos no existe organización o
dirigente que por sí solo pueda cumplir con las exigencias de asumir el rol de
protagonizar la lucha por el cambio.
Las
horas sombrías del presente y la presencia de oscuros nubarrones pueden ser des
pejados para abrir paso a un futuro promisor, es la mejor herencia que los
venezolanos de este tiempo podremos dejar a las generaciones futuras; por lo
que nuestra lucha de hoy no es episódica, sino que trasciende a la actualidad.
De allí la necesidad imperiosa en colocarla como centro de la acción, situando
en lugares subalternos los debates insustanciales e improductivos. Nuestro
compromiso es luchar porque más nunca un compatriota pase años sin poder mirar
el amanecer.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico