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domingo, 28 de octubre de 2018

Francisco y el límite de la libertad, por @FelixPalazzi




Félix Palazzi 27 de octubre de 2018

Desde que el Cardenal Bergoglio asumió el nombre de Francisco para ejercer el ministerio petrino comenzó a llamar la atención del mundo. Recientemente en su viaje a Manila ofreció unas declaraciones que despertaron gran controversia.

Pero primero clarifiquemos el valor que tiene una afirmación hecha por un Papa porque hay quienes se creen más católicos que el Papa. No todas sus afirmaciones poseen el mismo carácter en relación a temas de fe y de costumbre en la vida de la Iglesia. Todo creyente adulto sabe que si un Papa es cuestionado durante un vuelo por unos periodistas sobre un cierto tópico, dicha respuesta no tiene el mismo carácter infalible que una proclamación dogmática y universal que sí exige la adhesión de los fieles. De forma tal que el Papa puede equivocarse y, en este caso concreto, se equivocó. Así lo clarificó posteriormente.

En repetidas ocasiones Francisco ha afirmado que “la religión no puede matar jamás, que no se puede matar en nombre de Dios”. Esta es la premisa que acompañó a la polémica con su amigo: “si insulta a mi madre, le espera un puño”. Refiriéndose a que la libertad de expresión es también un “deber”. Es evidente que toda libertad implica una responsabilidad y, por tanto, un deber para con el otro. No es sólo un derecho.

Ante este hecho la críticas no se hicieron esperar, por lo que Francisco se vio en la necesidad de precisar sus palabras: “en teoría podemos decir que una reacción violenta frente a una ofensa o una provocación, no debe ser, no es buena. Podemos citar el mismo Evangelio con aquello de colocar la otra mejilla (…) Podemos decir que todos entendemos lo que es la libertad de expresión. Esto es importante y en líneas generales estamos todos de acuerdo. Pero somos humanos y existe la prudencia que es una virtud de la convivencia humana. Yo no puedo provocar, insultar a una persona continuamente, porque a riesgo de hacerla molestar, a riesgo de recibir una reacción no justa… injusta. La prudencia es la virtud humana que regula nuestras relaciones: yo puedo llegar hasta aquí… Estamos todos de acuerdo que la libertad de expresión es buena y que toda violencia contra ella es siempre mala… pero la libertad debe ser acompañada de prudencia”.

Con estas palabras, el Papa ha tocado la herida del mundo moderno y ha levantado su sensibilidad. Hablaba de la noción posmoderna de libertad que se entiende como un “hacer sin límite y sin referencia alguna”, colindando así con el fundamento de una libertad que justifica también al fanático en su mismo derecho por defender su postura. Esta noción esconde una falsa práctica de la tolerancia.

¿Debemos tolerar que otros nos insulten, se burlen o nos ridiculicen? Durante años hemos experimentado esto en Venezuela, pero responder con más violencia o intentar acaparar la atención del público con nuevos insultos no es el camino para la convivencia. Debemos entender que la libertad no es un pretexto para seguir insultándonos. No existe un tal derecho a insultar. El mensaje de Francisco nos deja una enseñanza: la verdadera libertad siempre va acompañada de la igualdad y la fraternidad.


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