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martes, 23 de octubre de 2018

Descubriendo el Agua Tibia, por ‎@Ismael_Perez




Ismael Pérez Vigil 22 de octubre de 2018

A mis compañeros de la Promoción 1968 del Colegio La Salle L.C.

Estamos descubriendo el agua tibia. Por años participamos de las alternativas políticas que la oposición fue planteando: paros, marchas, elecciones, más paros, más marchas, más elecciones; hasta llegar al clímax en diciembre de 2015 cuando se le propinó a la dictadura una rotunda e indiscutible derrota histórica y se le arrebató dos terceras partes de la Asamblea Nacional. A inicios de 2016 todo apuntaba a que estábamos en un momento definitorio para un cambio importante en el país.

Solo que no contábamos con que “los rusos también juegan” y la dictadura jugó y jugó sin escrúpulos, aferrada al poder que controla omnímodamente; utilizó su poder judicial y su poder real –las fuerzas y aparatos represivos del estado– para diluir esa victoria, como lo había hecho en 2007, pero esta vez fue más lejos: desconoció diputados, inhabilitó partidos y posibles candidatos, persiguió y encarceló políticos y asesinó manifestantes.

A eso le siguieron, concomitantemente, errores garrafales de la oposición, como generar falsas e irreales expectativas en cuanto al poder de la dictadura y predicar su inmediato fin, en unos pocos días, pocas semanas o pocos meses. Todo ese triunfalismo nos trajo dos cosas: primero, se le hizo pensar al mayoritario país opositor que era posible impedir la elección de una ilegitima ANC, que sí fue electa y que actúa cuando la dictadura lo necesita; y segundo, nos trajo una costosa derrota en las elecciones de gobernadores, creyendo que arrasaríamos por ser mayoría y en realidad fuimos incapaces de organizarnos para cubrir con testigos opositores por lo menos el 90% de las mesas, de convencer y movilizar a la gente para que fuera a votar, de impedir el fraude electoral continuado que se venía realizando y por último, de defender los resultados en algunas gobernaciones emblemáticas. Sin votos ni estrategia no había nada que ganar y defender y nos aseguramos una derrota de la cual aún hoy no nos recuperamos. Los votos son resultados de las políticas, no es al revés.

La abstención posterior en las elecciones de alcaldes y el desánimo y frustración que hoy existen para las venideras de concejales o el eventual referéndum constitucional, son simplemente un corolario de la decepción política de la población opositora, que se siente abandonada por sus líderes políticos, pero que tampoco ha sido capaz de remplazarlos, a pesar de algunas encuestas que nos “ofrecen” figuras, que a la hora de la verdad tienen una exigua capacidad de convocatoria.

Es en este contexto que surgen algunos absurdos; como por ejemplo, que después de haber estado participando de diversas maneras, durante largos 19 años en procesos electorales –la mayor parte del tiempo regidos por consejos electorales nombrados por el régimen–, venimos a descubrir ahora que en realidad “no hay condiciones para votar”, que “estamos bajo una dictadura” y que dictadura –todo el mundo lo sabe– “no sale con votos”, y “no se va por las buenas”, sino que hay que sacarla con plomo, con la fuerza militar interna –esa misma que es el corazón y el eje de la dictadura– o con una ignota fuerza internacional que vendría a salvarnos, nada más que por que sí, porque somos o fuimos un gran país, un pueblo simpático, que acogimos con generosidad a cuantos vinieron atraídos por nuestra riqueza y el mana petrolero, y por eso ahora juramos que están en “deuda” con nosotros y en la “obligación moral” de ayudarnos. ¿No es un tanto “extraña” toda esta creencia?

Y todo lo anterior, lo de las elecciones y lo de la salida del régimen, lo creen el ciudadano común e incluso algunos diputados, gobernadores, alcaldes y concejales opositores que fueron electos en esas elecciones tramposas, con reglas y consejos electorales similares a los que hoy tenemos; y más grave aún, lo creen, predican y pontifican al respecto algunos que nunca han participado en elecciones, que no han sido electos nunca a nada, que nunca han puesto su prestigio y nombre en juego en una campaña electoral, que jamás han sido candidatos a nada, pero se erigen hoy en “representantes” o “voceros” de imaginarios votantes y seguidores.

Es cierto, la dictadura se ha vuelto “disfuncional” para sus vecinos y para otros países no tan vecinos, como los EEUU y algunos europeos. Nuestros emigrantes ya no son, como antes, profesionales preparados, ahora hay muchos sin calificación alguna, sin hábitos de trabajo, hasta con enfermedades, que huyen de la miseria y el hambre en Venezuela; o son “bolichicos”, delincuentes, con fortunas mal habidas u otros adinerados venezolanos, de dudosa catadura moral, que engrosan las arcas de los bancos de los EEUU y Europa, cosa que hasta hace poco era “tolerada”, pero que ya no está muy bien vista, una vez que se sabe el origen de esas fortunas, por el mal ejemplo que representan para sus locales.

Por esas razones y probablemente solo por esas razones, esos gobiernos se vean compelidos a intervenir de alguna manera para que Venezuela no siga “haciendo olas”. El narcotráfico y los dineros provenientes de la corrupción es algo con lo que los gobiernos de los países desarrollados y algunos vecinos saben lidiar. Pero, más de dos millones de “migrantes, inmigrantes o emigrantes”, repartidos en unos pocos países, no es algo fácil de asimilar; por lo tanto, hay que poner “remedio inmediato”, piensan los gobernantes de nuestros países vecinos y algunos lejanos.

Pero ese remedio –creo yo– no significa que vendrán tropas a impartir orden en nuestro país, cosa que internacionalmente ya no es tan bien vista como lo era, o se toleraba, a principios y mediados del siglo pasado. Habrá, sí, más sanciones que esperemos que sigan siendo a individuos o a empresas, para evitar más daños a la ya golpeada sociedad venezolana; probablemente habrá “reconvenciones” de organismos internacionales o multilaterales; habrá señalamientos con el dedo y juicios muy duros, pero las cosas no parece que pasaran de allí. No ocurrirá eso que algunos esperan y otros temen, que es ver soldados extranjeros marchando por las calles y campos de Venezuela, pero esperamos que la solución tampoco sea arremeter contra los que buscan asilo y un futuro en otra parte.

Volverá a ser cierto aquí, lo que ha sido cierto en todas partes, léase bien, en todas partes: si no nos organizamos internamente para desestabilizar la dictadura, de nada servirá la solidaridad internacional.

Ismael Pérez Vigil

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