Por Fernando Pereira
“Carlos, el protagonista de
esta historia, vive en El Cedrito, un lejano caserío en las adyacencias de
Mampote, en el estado Miranda. Como el transporte público es deficiente, ir
al colegio implica para él, que es un niño de 8 años, hacer un recorrido
tortuoso, por escalas.
Entre El Cedrito y Santiago
de León hay tres kilómetros. Así lo indican unas improvisadas señales pintadas
con letras negras en una pared blanca, justo frente a una urbanización de clase
media custodiada con vigilancia privada. Al lado de una caseta está la
parada de autobuses, en la que se sientan Carlos, su
hermana Cristina y su mamá, luego de salir de su casa a las 5:30 de la
mañana”.
Andrea Tosta narra con sensibilidad
la historia “Carlos, los kilómetros, la espera, el descanso” como parte
de la serie Hijos de la Crisis desarrollada por La Vida de Nos y Cecodap. ¿Qué
implica para Carlos llegar a la escuela?
“Como casi nunca pasan los
carros, les toca caminar las curvas descendentes hasta llegar a Santiago de
León, donde se encuentra la parada. Es un trayecto que recorren bajo la
luz del sol naciente, y que suelen terminar aproximadamente en una hora, a eso
de las 6:40 de la mañana.
—Si no nos dan cola, hay que
devolverse —les advierte Carolina, su madre, cuando corren los minutos y no
pasan los buses ni algún carro particular que les haga el favor de llevarlos hasta
la siguiente parada frente al Club Mansión Mampote.
Andar ese tramo a pie es
cuesta arriba, porque implica una distancia de 5 kilómetros, así que esperan.
Solo si consigue quien los traslade, la madre les da la bendición y los
encomienda a Dios para que lleguen sin contratiempos”.
Un inicio de año escolar que
plantea retos fundamentales para miles de familias de todo el país. Llegar a la
escuela se convierte en reto cotidiano.
“Al llegar allí aguardan por
una camionetica, que también se tarda en pasar. Es la que los lleva 7
kilómetros más allá. Es un recorrido de 20 minutos por la carretera vieja
Petare—Guarenas, hasta el barrio La Comunidad, en el municipio Plaza de
Guarenas, donde queda el colegio. Se bajan frente al liceo “14 de febrero”,
pero no entran. No es ahí, todavía falta.
—Mi colegio queda después, a
tres cuadras. Hay un parque y al lado se ve. Tiene el techo de zinc y las
paredes son azules y blancas —dice Carlos.
Cuando el transporte son las
suelas
Es una carrera contra el
tiempo. Caminan a paso apresurado porque si llegan tarde, después de las 8:00
de la mañana, les toca devolverse: la directiva del colegio niega la entrada a
los estudiantes que llegan demorados”.
Son miles los Carlos y
Carlas que gastan sus suelas tratando de no quedarse atrás. El viaje se
convierte en gesta pero hay directivos que parecieran no entender los tiempos
que vivimos y las dificultades que entrañan.
Pero no siempre fue
así “Cuando Carlos estudiaba 1er grado, hace apenas un año, el
transporte público no presentaba la crisis de ahora, de modo que Carolina
podía asegurarse de que sus hijos llegaran a tiempo a la escuela, y que no
fuera un recorrido tan tortuoso”
Nuestra apuesta es a los
miles de Carlos, Cristinas y Carolinas a pesar de tener a metros la
resignación y la ignorancia, se resisten y siguen caminando kilómetros llenos
de obstáculos.
Por todos ellos no
capitulamos y el jueves 8 de noviembre realizaremos el conversatorio El
empinado camino a la educación. Una iniciativa de Fe y Alegría, Ashoka
Venezuela y Cecodap para encontrar fortaleza en la adversidad y compartir las
experiencias que se están haciendo en la construcción de escuelas resilientes.
La invitación es en la sede de Cecodap a las 8.30 am. Interesados pueden
obtener información a través de cecodap.creciendoenred@gmail.com
25-10-18
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