José Domingo Blanco 26 de octubre de 2018
@mingo_1
La
situación político-económica del país, está sazonada con un ingrediente que le
aporta una buena ración de caos a la arruinada calidad de vida de los
venezolanos: el deterioro progresivo y acelerado de los servicios públicos. Sin
agua, sin electricidad, sin gas, sin teléfono, sin internet y sin transporte.
Así vivimos los venezolanos; todos, sin excepción. Sin agua, porque la racionan
desde hace más de dos años; con apagones, cada vez más frecuentes y largos,
porque “la rama de un árbol cayó sobre el tendido eléctrico” aun cuando sabes
que, en tu zona, las acometidas son subterráneas; sin teléfono, porque CANTV no
tiene cómo reponer los equipos obsoletos que ya alcanzaron su vida útil.
A eso
hemos llegado; así estamos viviendo en pleno siglo XXI. Fuimos un país que,
alguna vez, contó con un sistema eléctrico robusto, una empresa telefónica
vanguardista y una institución pública, responsable del suministro de agua, que
funcionaba. Hoy, todas en manos de la dictadura, los resultados de la gestión
están más que en evidencia. Estas instituciones están destruidas, en
bancarrota, sin personal técnico capacitado, sin equipos para sustituir a los
que se dañan o hurtan, sin capacidad para planificar las demandas futuras,
porque el tiempo les transcurre “canibalizando” lo que medio sirve, para
“parapetear” lo que no funciona.
Más
temprano que tarde, tenía que llegarnos el turno a los habitantes de Caracas.
Era cuestión de tiempo que viviéramos lo que, desde hace ya bastante, sufren en
otros estados. Con Zulia y Táchira a la cabeza de los más afectados por falta
de servicios. Incluso, en Táchira, con un componente adicional: las largas e
interminables filas para abastecer los carros de gasolina. ¡Qué ironía! En un
país petrolero como el nuestro; fundador de la OPEP. Un país que, alguna vez
tuvo una empresa llamada PDVSA, que no era “roja rojita”, sino un modelo
gerencial a seguir, dirigida por profesionales y obreros altamente capacitados.
Pero esa PDVSA se transformó en un importante sujeto político. Y, durante los
años del #TiranoDifunto, esa PDVSA “roja rojita” recibió una grosera cantidad
de millones de dólares los cuales, evidentemente, no fueron invertidos en las
empresas responsables de nuestros servicios públicos, sino desviados para
subsidiar programas sociales que sólo han servido para transformar a los
venezolanos en unos mendigodependientes de las dádivas del régimen. Por
supuesto: también para hacer multimillonarios a funcionarios que hoy gozan de
un estatus económico que, sin los dineros del Estado, jamás hubiesen alcanzado.
¿Saben que es aún más triste? A Venezuela sigue ingresándole mucho dinero,
incluso, pese a la reducción de la producción petrolera… pero, ésta gente, se está
cogiendo esos reales.
Si los
caraqueños nos quejamos de la situación de los servicios públicos, solo basta
con ver el calvario que han vivido nuestros compatriotas del interior del país,
para saber que el suministro de Caracas estuvo privilegiado por largo tiempo.
Una injusticia que no concuerda con la filosofía comunista. Insisto, hasta
ahora, los habitantes de la capital teníamos algo de estabilidad en nuestra
energía, un horario de racionamiento de agua medianamente constante, líneas
telefónicas con tono y un internet, con “rancho de banda”; pero, que nos
permitía hacer consultas. Nos llegó la hora. En Caracas, se multiplican las
urbanizaciones que pasan más de 24 horas sin electricidad; sectores con serios
problemas en el suministro de gas doméstico; zonas completas que tienen más de
un año sin teléfono y los afectados escuchando a los técnicos de CANTV repetir
que el servicio se reestablecerá en cuestión de días; municipios completos que
viven en perenne sequía y vecinos caminando largos trechos para llegar hasta un
lugar por donde pase alguna camionetica.
Como
dice mi amigo, el ingeniero Juan Carlos Rodríguez, especialista en energía de
respaldo y autosuficiencia eléctrica: “pasamos de tener un sistema regular, a
uno caótico. Lo primero que debe ocurrir para poder comenzar el rescate de las
empresas de servicios públicos es la desmilitarización de estas empresas, y
luego proceder a la reprofesionalización. Si esto no ocurre, en breve tiempo,
pasaremos del caos, a algo más grave: la anarquía”. Esta advertencia, viene
atada a otro drama: son tantos los profesionales capacitados que se han
marchado del país, que las consecuencias de este éxodo, nos deja con muy poca
mano de obra calificada.
Las
empresas de servicios públicos, en manos del narcoestado, tuvieron un retroceso
vergonzoso que las llevó al borde del cierre técnico. Dirigidas por incapaces,
los problemas no se atacaron a tiempo. Se desmantelaron los programas de
mantenimiento preventivo. Las instalaciones y los equipos se dejaron a merced
de la desidia, y las inversiones para las grandes obras se transformaron en
estafas. Las empresas de servicios públicos, no corrieron mejor suerte que las
industrias y fábricas expropiadas por este “Socialismo del Siglo XXI” que actuó
como una enfermedad letal para nuestra economía. Nos consuela saber que, en
medio de esta oscurana, sequía e incomunicación, todavía hay profesionales
prestigiosos, de los que siguen apostando a Venezuela, con los planes de
recuperación listos ¡para el día D! Ese día “Después” que todos anhelamos;
pero, que aún no tenemos muy claro ni cómo ocurrirá, ni cuándo llegará.
José
Domingo Blanco
@mingo_1
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