Demetrio Olaciregui Q. 11 de abril de 2020
El
economista y politólogo francés Guy Sorman cuestiona el rol de Pekín en la
crisis
Mientras
se multiplican las voces que señalan a China como responsable de que el
covid-19 se propagara por el mundo, el economista y politólogo francés Guy
Sorman zanjó tajante el debate: “El gran perdedor con esta pandemia va a ser
China”. “Es ético y legal considerar al régimen chino como responsable directo
de esta pandemia”, afirmó en una entrevista publicada el lunes por el diario
argentino La Nación.
Sorman,
un renombrado escritor, había puesto el dedo en la llaga en declaraciones
previas al diario chileno El Mercurio. “Si antes no existía confianza en el
resto del mundo hacia China, ahora, más que ausencia de confianza, lo que hay
es una desconfianza total hacia China”.
Acusó,
además, a Pekín por su manejo malicioso de la crisis. “Es algo que tiene que
ver con la estructura e ideología del régimen”, con la centralización del
poder, en una población reprimida y descontenta con el Partido Comunista de
China. “Todo pasa por el presidente Xi Jinping y a él no le gustan las malas
noticias, por lo que todos los burócratas están entrenados para promover
exclusivamente el éxito chino”, resaltó Sorman.
La
embajada de Pekín en Chile -dando la razón a Sorman de que los funcionarios son
parte de la maquinaria propagandística del régimen- enfocó su furia hacia el
diario por haber publicado la entrevista pero más contra el entrevistado al que
llamó “despreciable”.
Ese guion ya lo había estrenado una semana antes la
delegación de Pekín en Perú al calificar de “críticas absurdas y sin
fundamento” un artículo de opinión de Mario Vargas Llosa, el Premio Nobel de
Literatura peruano-español. “Si China fuera un país libre y democrático y no la
dictadura que es, la pandemia del coronavirus no se hubiera extendido por el
mundo”, escribió en el diario madrileño El País. Como represalia el régimen
chino ordenó retirar de las librerías y de internet las obras del laureado
escritor.
Las críticas al manejo chino de la pandemia del
coronavirus, también irritó la diplomacia de Pekín en Brasil. A comienzos de
esta semana el ministro de Educación de Brasil, Abraham Weintraub, insinuó que
detrás de la enfermedad hay un plan “infalible” de China para dominar el mundo.
“¿Geopolíticamente, quién podría salir fortalecido, en términos relativos, con
esta crisis mundial?”, se preguntó Weintraub en su cuenta de Twitter.
La embajada china en Brasilia reaccionó furibunda.
“Ignorante, racista y despreciable”, fueron los apelativos que recibió el
ministro de Educación brasileño.
Solo una semana antes, Eduardo Bolsonaro, diputado
federal e hijo menor del presidente Jair Bolsonaro, había hecho perder los estribos
a los diplomáticos chinos en Brasilia. “Aquellos que vieron la serie Chernobil
(la catástrofe nuclear de 1986 en Ucrania) entenderán lo que sucedió. Reemplace
la planta nuclear por el coronavirus y la dictadura soviética por los chinos.
Una dictadura que prefirió esconder algo serio que exponerlo teniendo desgaste,
pero que salvaría innumerables vidas. La culpa es de China y la libertad sería
la solución”, afirmó el diputado Bolsonaro en su cuenta de Twitter.
La primera reacción vino de la embajada China en
Brasil, que expresó su “repudio” e “indignación” y exigió una disculpa. El
diputado federal no se retractó. Luego la cancillería en Pekín calificó como
“inmorales e irresponsables”, las aseveraciones de Bolsonaro, lo que obligó al
ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, a rechazar los “comentarios
ofensivos” chinos que consideró como “desproporcionados e inaceptables”.
Falsificar el relato
Pekín, ha emprendido una campaña global de propaganda
para falsear la narrativa sobre el papel de China en la pandemia que golpea al
planeta. Después de esconder por dos meses los primeros casos y de silenciar a
los médicos que se atrevieron alertar a la población, está tratando de
proyectarse como el régimen responsable que resolvió la crisis y que auxilia al
resto del mundo. Pero el pecado original es que fue en su territorio donde
apareció el coronavirus y trato de taparlo, convirtiéndolo en un socio poco
confiable ante la comunidad internacional.
“El régimen chino mintió y encubrió las noticias del
coronavirus”, dijo Robert Daly, director del Instituto Kissinger para China y
Estados Unidos del Wilson Center, citado por el diario español La Razón. “¿Por
qué actuó así el régimen chino? Porque es un régimen autoritario con un
instinto paranoico de eliminar las malas noticias. Es imposible determinar el
precio que China y el mundo están pagando por este encubrimiento”, afirmó.
Los primeros casos se dieron a mediados de noviembre,
pero no fue hasta el 20 de enero que Xi admitió públicamente la existencia de
la enfermedad, cuando habían salido de la zona infectada cinco millones de
personas y muchos viajaron a Estados Unidos y Europa. De inmediato se impuso
gradualmente el mayor cerco militar de la historia. Primero en Wuhan y luego en
todas las ciudades de la provincia de Hubei, que mantuvo completamente
encerrados por casi dos meses a 60 millones de chinos. La medida fue levantada
en la víspera. “Wuhan recupera su libertad entre la ira y la ansiedad”, dijo un
informe de la agencia EFE.
Para enfrentar la pandemia, China aplicó férreas
restricciones de movimiento a la población en las zonas más afectadas,
eliminando en forma radical las escasas libertades ciudadanas y confinó a los
infectados en instalaciones militares o sanitarias construidas con ese propósito.
En Occidente los estados de emergencia no han dejado a la población
desprotegida ante posibles abusos de los gobiernos y hay posibilidades de
exigir responsabilidades posteriores a los políticos. Frente al caso chino
sobresalen las experiencias de las democracias de Corea del Sur, Japón, Taiwán
y Singapur, sus vecinos asiáticos, donde para contener al coronavirus se han
valorado las libertades individuales.
La muerte de Li Wenliang, el 6 de febrero, el médico
que trató de advertir a finales de diciembre del peligro de contagios masivos y
que fue silenciado junto con media docena de colegas, dejó abiertas las grietas
del sistema, el peso de la burocracia, la tendencia a encubrir los problemas
por miedo a las represalias y la prepotencia desde el poder.
La verdad se trata en China como algo subversivo. El
régimen reprimió e hizo desaparecer a los que dijeron la verdad sobre la
infección. En los últimos días se denunció la desaparición de la doctora Ai Fen
-perseguida por funcionarios del Hospital Central de Wuhan- quien también
alerto en diciembre sobre la pandemia. Un reporte suyo fue eliminado por orden
del régimen, según CNN Australia. Había publicado en WeChat, el WhatsApp chino,
un extenso informe con datos sobre la expansión del coronavirus, que incluía la
advertencia del fallecido Li Wenliang.
Un estudio epidemiológico de la británica Universidad
de Southampton, de gran prestigio mundial por sus investigaciones en el campo
de la medicina, aseguró la semana pasada que el 85% de los casos de contagios
por coronavirus se hubieran impedido si las medidas adoptadas el 20 de enero
por el régimen chino se hubieran tomado cuatro semanas antes.
En un cuestionamiento sobre lo que consideró como
“mentiras y propaganda” que han puesto en peligro millones de vidas en todo el
mundo, el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Myanmar, se refirió al
informe de la Universidad de Southampton. “Hay un gobierno que es el principal
responsable, como resultado de lo que hizo y lo que pudo haber hecho, y ese es
el régimen del Partido Comunista Chino”, dijo Maung Bo. Señaló a Xi, como jefe
de un régimen de “represión, mentiras y corrupción”. “Su negligencia ha desatado
un contagio global que está matando a miles de personas”.
Incógnita sobre fallecidos
Hay una historia macabra detrás de las verdaderas
cifras de contagiados y fallecidos en China. Las cifras se han convertido en
una polémica colateral de ésta emergencia sanitaria global. El londinense Daily
Mail informó que desde el 25 de marzo las familias recibieron, después de
esperar en fila hasta cinco horas, urnas con cenizas de sus parientes
fallecidos a un promedio de 500 por día en las siete funerarias de Wuhan, lo
que daría un total de 3,500 diarios. La entrega de cenizas concluyó el 5 de
abril. Eso daría una cifra de más de 40,000 muertos. El número de fallecidos
puede ser 12 veces más que la cifra oficial de 3,304 muertos y 81,470
infectados.
En un país de 1,400 millones de habitantes, es muy
difícil saber lo que pasa en China, aun para el mismo régimen. La exactitud de
las cifras, ha sido cuestionada desde un inicio. Pekín escondió el alcance de
la pandemia del coronavirus, “con cifras falsas e intencionalmente
incompletas”, menores de las reales sobre contagiados y fallecidos, según un
informe desclasificado por la inteligencia estadounidense, revelado por la
agencia Bloomberg.
Origen del virus
Distintas teorías han tratado de explicar el origen
del SARS-CoV-2, el nombre del virus que causa la enfermedad conocida como
covid-19. Referirse al coronavirus como el virus chino o el virus de Wuhan,
encoleriza a Pekín, como si otro fuera su origen.
Para tratar de revertir su responsabilidad en la
génesis de la pandemia, ha lanzado la teoría de que el virus pudo haber sido
sembrado por Washington en ocasión de unos juegos militares celebrados,
precisamente, en Wuhan de octubre pasado en los que participó una delegación
estadounidense. Una versión que se cae por sí sola, al observar los 400,000
contagiados y 13,000 fallecidos que, hasta el momento, ha dejado el covid-19 en
Estados Unidos.
En Wuhan se encuentra el principal centro de
investigación virológica y un mega laboratorio para estudiar las enfermedades
más contagiosas y mortales como el coronavirus, calificado con el código P4, el
máximo nivel mundial de bioseguridad.
Los científicos del laboratorio, situado en las
cercanías del mercado de Wuhan, suponen que un murciélago infectó con un virus
a una serpiente, un pangolín o algún otro animal salvaje y que luego llegó a un
ser humano. Eso es como ganarse la lotería sin comprar ningún número.
Las autoridades chinas han negado en forma reiterada
que el virus provenga del complejo virológico de Wuhan. Pero la teoría que
cobra cada vez mayor fuerza es que el foco inicial de la pandemia, es
precisamente el laboratorio de Wuhan como consecuencia de la negligencia de
investigadores chinos y de allí se propagó por el planeta.
Proyecto neoimperialista
“China le ha declarado la guerra a Occidente y a
Estados Unidos”, escribió el periodista español Emmanuel Rincón en el sitio
es.panampost.com. “China es la responsable de esta pandemia con su estela de
muertes y parálisis económica, desequilibrio fiscal, con la pérdida adicional
de 165 millones de puestos de trabajo alrededor del mundo y aumentó de pobreza
en Occidente. Hay suficientes hechos. Mientras el mundo occidental se hunde,
China proclama victoria sobre el coronavirus”.
“¿Nos hará comunistas el coronavirus?”, se preguntó
con sorna el escritor Ricardo Lucas en el diario madrileño Expansión, al poner
a China como supuesto ejemplo de eficacia en la contención del coronavirus.
Pero es discutible que Pekín haya gestionado con éxito el hecho de que un
patógeno originado en Wuhan se haya extendido a todo el planeta y dejado en
solo tres meses un millón y medio de contagios y cerca de 90,000 fallecidos.
Pekín busca rentabilizar geopolíticamente su aparente
salida de esta crisis sanitaria global. Xi pretende erguirse como el ganador de
la batalla de propaganda, con un aura de victoria en los medios oficiales y
como el caudillo que condujo la guerra popular contra el virus. “Mientras peor
sea el brote en el exterior, mejor imagen de Xi dentro del país”, dijo el
analista Bill Bishop en el medio especializado China Sinocism.
Pero las cosas no están saliendo como las ha
calculado. Un libro de alabanzas a Xi por su capacidad de liderazgo en medio de
la pandemia, fue retirado de circulación pocos días después de su aparición por
las duras críticas en las redes sociales.
En su proyecto neoimperialista, Pekín apuesta a que el
resto del mundo va a acercarse a China. Para eso está tratando de proyectar la
imagen de potencia responsable, con una dosis de oportunismo, para que sus
objetivos encuentren menos resistencia. Despierta sospechas la forma cómo China
está capitalizando la crisis de salud pública que se ha expandido por el
planeta.
Diplomacia de las mascarillas
Cuando la semana pasada los médicos militares chinos
desembarcaron en Serbia, el presidente Aleksandar Vucic, besó la bandera de
Pekin y prometió servirla, según reportó la agencia Infobae. Ese país de la
antigua Yugoeslavia se está convirtiendo en un laboratorio más de la diplomacia
de las mascarillas y de la nueva “Ruta de la seda de la salud”.
Con sus donaciones Pekín pretende pasar de villano a
héroe. Al presentarse al mundo como un poder imprescindible en el nuevo
escenario geopolítico global, China está aprovechando su maquinaria
propagandística porque ve en la crisis del virus una oportunidad de oro para
alzarse con el liderazgo mundial en el juego de la geopolítica del siglo XXI,
editorializó esta semana el diario mexicano El Universal. Apeló, al mismo
tiempo, a no dar argumentos a favor del autoritarismo chino y a cerrarle las
puertas a sus pretensiones de nuevo protagonista global.
China tiene ansias de construir un nuevo orden
internacional en el que el rumbo y el ritmo se establezcan desde Pekín. A su
papel de gendarme de Asia ahora busca sumar su rol de benefactor planetario.
Josep Borrell, el Alto Representante de la Unión
Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común, lo tiene claro.
En un artículo publicado la semana pasada en medios europeos aseguró que detrás
de la supuesta ayuda de China hay una campaña de relaciones públicas y una
clara intención política de posicionar sus marcas frente a las empresas
estadounidenses.
Pekín está utilizando la “diplomacia de la mascarilla”
para ensalzar su modelo de poder en medio de una campaña de propaganda sin
precedentes, dijo Borrell. En ésta "batalla mundial del relato",
denunció que la supuesta solidaridad de compañías como Huawei Technologies Co.,
esconden intensiones geopolíticas y buscan ser las principales beneficiarias de
la diplomacia asistencial china.
China se proyecta en estos días –en opinión de
Borrell- como salvador de la humanidad y lleva su “poder blando” directo al
corazón de Europa, el bloque geopolítico que pretende conquistar con
mascarillas, guantes, respiradores y cualquier otro producto que alivie la
situación. El cálculo es que las naciones a las que supuestamente está ayudando
ahora no se resistan a sus demandas futuras.
Pero, Pekín no deja de hacer negocios. Solo en el mes
de marzo, según datos de la agencia France Presse, China exportó $1,600
millones a 50 países en material médico, pese a las quejas de España, Gran
Bretaña y Holanda, por mala calidad de los productos como mascarillas que no
funcionan y kits de detección del coronavirus defectuosos.
En ese escenario, el líder derechista italiano Matteo
Salvini dijo que “si el régimen chino sabía lo que pasaba y no lo denunció y lo
trató de evitar, cometió un crimen contra la humanidad”. Algo que abogados en
Estados Unidos, como Larry Klayman y su grupo Texas Freedom Watch, no han
dejado pasar. Klayman entabló una demanda en la que busca indemnizaciones ante
la pandemia por $20 billones por "indiferencia insensible y actos
maliciosos” de parte del régimen chino.
Un estudio de la empresa israelí L1ght concluyó que el
nuevo coronavirus generó un aumento de 900% en mensajes de odio en Twitter
contra China y los chinos en general. "Según nuestros datos, gran parte de
ese odio y abuso se está dirigiendo hacia China y su población en todas partes
del mundo", añadió la empresa que utiliza inteligencia artificial para
detectar contenidos dañinos en las redes sociales.
En medio de la pandemia el régimen de Pekín expulsó
una docena de corresponsales de los más prestigiosos medios de prensa de
Estados Unidos, acusados de ser agentes del gobierno de Washington. Atacó
también un artículo de opinión publicado en The Wall Street Journal por el
renombrado catedrático estadounidense, Walter Russell Mead, bajo el título:
“China el verdadero enfermo de Asia”.
El escrito cuestionó la lentitud de respuesta inicial
del régimen chino para contener el virus en Wuhan y alertó sobre los riesgos
que la pandemia representa para la economía china y mundial. Pekín condenó el
artículo como difamatorio y racista, dándole la razón a Russell Mead de que
China ha convertido al mundo en un paciente global por causa del coronavirus.
Tomado
de: https://www.laestrella.com.pa/internacional/mundo/200408/guy-sorman-gran-perdedor-pandemia-china
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