Lester Toledo 13 de abril de 2020
@LesterToledo
La
paciencia se está agotando y el único que se niega a verlo es Nicolás Maduro.
Su cuenta regresiva ya está andando, el encargado de echar a andar el mecanismo
fue Mike Pompeo, secretario del Departamento de Estado de Estados Unidos, al
dar a conocer, el pasado 31.03.2020, el “Marco de Transición Democrática” para
Venezuela.
Una
advertencia puesta sobre la mesa por varios actores de la política
norteamericana. Mauricio Claver-Carone, director de la oficina de Asuntos del
Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, lo
dijo hace apenas unos días: “Oferta de EE.UU a Nicolás Maduro es demasiado
generosa”, también lo recordó Pompeo al reiterar la postura de Washington sobre
Venezuela: “Nicolás Maduro no volverá a gobernar” y lo ratificó Elliott Abrams,
enviado especial de EEUU quien advirtió al usurpador que “si el régimen decide
trágicamente que va a subyugar, que va a reprimir más, probablemente esté
haciendo que la transición sea igual de probable, pero más peligrosa y brusca”.
Estos
tres principales portavoces de la administración Trump reconocen que aún no han
llegado al 100% de presión máxima que iniciaron en enero de 2019 con el régimen
de sanciones y las investigaciones en contra de la corrupción y el
narcotráfico, señalan que han llegado a un 60 o 70%, y aspiran que este nivel
les permita una transición democrática y pacífica para Venezuela.
El
fantasma de Manuel Noriega en Panamá en los años 80 debe ser la figura
recurrente en las pesadillas de Maduro, sabe que Estados Unidos lo compara con
el dictador panameño, tanto por su corrupción, como por sus acciones represivas
y dictatoriales y por ponerse al servicio del narcoterrorismo.
El
Marco para la Transición Democrática de Venezuela es un conjunto de condiciones
que deberían cumplirse de forma paulatina con la promesa de ir levantando las
sanciones impuestas sobre el país latinoamericano.
Establece
como prioridad el restablecimiento de los poderes de la Asamblea Nacional, y la
anulación de la declaración de desacato que le impuso el Tribunal Supremo de
Justicia, leal al régimen.
Todos
los “presos políticos” deberían ser puestos en libertad y debe concluir la
persecución legal de la que en los últimos años han sido objeto diputados
opositores.
Solicita
la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente, creada e impulsada por
Maduro tras su derrota en las elecciones legislativas de 2015.
Impone
además el retiro de todas las fuerzas extranjeras, de Cuba y Rusia, presentes
en Venezuela.
Una
vez cumplidas estas condiciones, se abriría el compás para una nueva fase, un
nuevo mecanismo electoral que implicaría la elección por consenso entre el
chavismo y la oposición de un nuevo Consejo Nacional Electoral y un nuevo
Tribunal Supremo.
A
partir de allí se formaría un Consejo de Estado, con representación de chavismo
y oposición, que se establecería como gobierno de transición hasta la
celebración de nuevas elecciones en un plazo de entre 6 y 12 meses.
Esto
es lo que a grandes rasgos contempla el Marco de Transición Democrática para
Venezuela. Maduro, quien además hace unas semanas, fue acusado por el fiscal
General de EE.UU. William Barr, por narcoterrorismo, narcotráfico y corrupción,
sabe que, de no cumplir con las condiciones impuestas, irremediablemente
vendrán medidas más bruscas y la presión llegará a su nivel máximo, al 100%.
La
pregunta claves es: ¿Querrá verse Maduro en el mismo espejo de Manuel Noriega?.
Lo cierto es que la cuenta regresiva está andando, y la paciencia se agotando.
Lester
Toledo
@LesterToledo
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