Luis De Jesús 12 de abril de 2020
El
jueves 12 de marzo Nicolás Maduro informó al país sobre la suspensión de los
vuelos procedentes de Europa y Colombia. Días después, dirigió la medida hacia
Panamá y República Dominicana. Luego de varios intentos, Alejandra Núñez logró
conseguir pasajes desde Madrid hasta La Habana y un vuelo humanitario que la
dejó en el aeropuerto internacional de Maiquetía
Alejandra
Núñez, locutora venezolana, consultó con sus amigos que viven en España sobre
la situación que se registraba en ese país por la pandemia de coronavirus. Las
alarmantes noticias generaron en ella dudas y miedo a escasos días
de emprender el viaje a Madrid, fijado para el domingo 8 de marzo.
«Hablé con todos los amigos que están allá para que me
contaran en realidad cómo estaba la situación. Todos me dijeron que la
gente estaba tranquila, que no frenara el viaje y que me fuera», recordó
Núñez durante una conversación con El Nacional.
Llegó al Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas el
lunes 9 de marzo, junto con su madre y su hermana. Tres días después, el
régimen venezolano anunció la medida de prohibición de entrada de los
vuelos desde Europa y Colombia a partir del domingo 15 de ese mes.
La familia se enteró de la decisión a altas horas de
la noche. Al día siguiente, el viernes 13, lograron adelantar la fecha
de regreso a Caracas para el sábado 14 de marzo a las 11:00 am.
Pagaron alrededor de 1.800 dólares.
Llegaron al aeropuerto a las 6:00 am. En la misma
situación se encontraban más de 400 venezolanos. Esperaban
para el chequeo hasta que les informaron, a través de los parlantes, que el
vuelo estaba suspendido.
Las autoridades les pidieron que abandonaran
el aeropuerto porque no estaban permitidas las aglomeraciones.
«Nos entregaron un comunicado que decía que el
gobierno había decidido adelantar la medida. Hubo muchísima
desesperación, cantidad de gente llorando, cantidad de gente abrazándose.
Hice con mi familia lo que muchos hicieron: buscar opciones con otras
aerolíneas para ver por dónde podíamos entrar a Venezuela», manifestó.
Las personas sin visa no podían ingresar a República
Dominicana; y quienes tuvieran visa americana pero no hubieran viajado a
Estados Unidos este año no podían pasar por Panamá.
La familia comenzó a buscar otras opciones, pero las
posibilidades eran escasas: los pasajes hacia México, por ejemplo,
rondaban los 5.000 dólares. En medio de la incertidumbre eligieron como
destino República Dominicana con la intención de hacer escala.
«No
para ese mismo día porque se acabaron los pasajes cuando estábamos en
la cola de Iberia. Decidimos comprarlos el domingo por Internet. Solo
la ida desde Madrid eran 600 dólares por persona; y desde República
Dominicana-Venezuela, 150 dólares», indicó.
Núñez, junto con su madre y su hermana, se hospedó en
un hotel para pasar la noche. No desempacaron y trataron de dejar todo
como estaba porque al día siguiente, el lunes 16 de marzo, saldrían
temprano, en un nuevo intento, hacia el aeropuerto.
Pero alrededor de la 1:30 de la madrugada, amigos
comenzaron a escribirles para decirles que el régimen había prohibido
la entrada de los vuelos desde Panamá y República Dominicana.
«No sabíamos qué hacer», expresó.
«Esa noche prácticamente no dormimos por la
incertidumbre. Comenzamos a contactar a personas a ver qué nos
recomendaban, dónde nos podíamos quedar, qué podíamos hacer. Decidimos
quedarnos en Madrid porque teníamos conocidos», agregó.
El
día del vuelo cancelaron los boletos de viaje hacia República Dominicana
y se dirigieron a la Embajada de Venezuela en España, pero estaba
cerrada.
«De un día para otro todo cerró. El jueves
Madrid era una, estaba activada toda la vida nocturna, abiertas todas las
tiendas; pero el viernes fue otra, era una ciudad desolada, estaba
todo cerrado, era increíble», recordó.
En el intercomunicador de la sede diplomática estaba
pegado un anuncio con un número de teléfono para que las personas llamaran en
caso de emergencia. Núñez lo anotó y llamó. Conversó con el segundo secretario
de la embajada, Cruz Febres.
Según el relato de la locutora, el hombre fue
sumamente atento y educado.
«Nos dijo que la embajada no tenia los
recursos para darle socorro a los venezolanos que estuvieran varados,
que por los momentos no había ningún plan de contingencia para la repatriación
y que si no teníamos dónde ir nos recomendaba un refugio.
Evidentemente quedarnos en un refugio en un momento como ese, en donde hay
personas de la calle y todo tipo de gente, no era una opción. Mucho menos
cuando tratas de evitar un contagio tan fácil como el coronavirus», manifestó.
La familia, sin embargo, se hospedó dos
días más en un hotel hasta que amigos les tendieron la mano y abrieron
espacio en su casa, a pesar de lo limitado del lugar.
«Estuvimos tres noches», señaló. En la primera de
ellas, la locutora hizo una transmisión en vivo en Instagram para
contarle a sus seguidores lo que estaba pasando.
Muchas personas le expresaron que estaban en la misma
situación, pero una de ellas le envió un mensaje privado para decirle
que había viajado hacia República Dominicana, sin importar que la entrada a
Venezuela desde ese país estuviera prohibida.
«Me dijo que viajó desde República Dominicana
a Cuba y que iba a viajar de Cuba a Venezuela. Fue cuando vi la luz y pensé
que probablemente podría volver. Pero me daba miedo porque no sabía qué
podía suceder al salir de Madrid, si en Cuba nos iban a obligar a hacer
cuarentena o si nos iban solo a tomar la temperatura. Nos daba mucho
miedo y más aún quedarnos varadas en Cuba«, dijo.
Finalmente, el miedo a lo que pudiera pasar en el
camino hizo que la familia tomara la decisión de quedarse en Madrid. Comenzaron
a buscar un apartamento para alquilar porque tenían claro que la
situación podía durar hasta varios meses, tratándose de una pandemia.
La oyente de Núñez le volvió a escribir el miércoles
18 de marzo. Había tomado la ruta Madrid-República Dominicana-La
Habana-Venezuela y en ese momento se encontraba en su casa.
Esa posibilidad llevó nuevamente las esperanzas a
Núñez. La persona le explicó que el pasaje en la aerolínea de Conviasa no iba a
poder comprarlo por Internet porque la página estaba caída. Debía
adquirirlo directamente en Cuba por 430 dólares, pagados en efectivo en la
divisa estadounidense o en euros.
«Cuando ella me cuenta cómo fue la experiencia, agarramos
nuestras cosas y salimos. Fuimos a Iberia a cambiar el pasaje, inicialmente
era la aerolínea con la que nos íbamos a ir a República Dominicana. Nos dijeron
que como habíamos cancelado el vuelo por decisión propia y no por un
incumplimiento de la aerolínea, no podían hacer el cambio y que
debíamos comprar nuevos boletos. Casi muero porque estábamos
gastando demasiado dinero«, señaló.
En medio de la situación, Núñez explicó lo que había
sucedido. La persona que las atendió habló con el coordinador de Iberia en el
aeropuerto de Madrid y entendió el caso: les cambiaron sin costo alguno
los boletos con destino a La Habana para el próximo día.
«Pero el mismo miércoles en la noche, luego de que
habíamos cambiado los pasajes, nos llamó el segundo secretario de la embajada.
Él se había quedado con nuestro contacto. Nos dijo que estaban
organizando un vuelo humanitario para quienes pudieran llegar por sus propios
medios a La Habana. Le dijimos que sí. Él le escribió un correo al
coordinador de Conviasa diciéndole que íbamos a llegar a Cuba, que nos
incluyera en el vuelo. En ese comunicado estaban nuestros nombres y los números
de pasaportes», contó.
El jueves 19 de marzo llegó Núñez, con su madre y su
hermana, al aeropuerto de Madrid. Cuando van a embarcar a La Habana trabajadores
de Iberia les pidieron el visado cubano, y les advirtieron que de no
tenerlo no iban a poder viajar a Cuba.
«No lo teníamos porque nos habían dicho que si
decíamos que íbamos a comprar el pasaje en Cuba nos iban a dejar pasar. No
nos querían dejar montar porque no teníamos el visado cubano ni teníamos el
boleto de La Habana-Caracas. En ese momento hubo una persona muy déspota de
la aerolínea, que estaba coordinando en la puerta del avión, que decía que si
no lográbamos organizarnos en 10 minutos nos íbamos a quedar. Con su acento
español, mandó a bajar nuestras maletas. Creo que fue la única
persona en toda esta travesía que nos trató muy mal. Otras dos personas sí
querían ayudarnos», relató.
Núñez, ante la imposibilidad de abordar el avión, se
comunicó inmediatamente con el segundo secretario de la embajada. El
funcionario les envió el comunicado que habían emitido dirigido a
Conviasa sobre el vuelo humanitario y, al presentarlo, aún en el
teléfono celular, las dejaron subir.
«Nos montamos, pasamos 10 horas y media de vuelo.
Llegamos a las 10:00 pm, hora de Cuba. Allí no nos querían dejar pasar
de inmigración porque no teníamos el boleto de La Habana-Caracas ni teníamos el
visado cubano. Las autoridades nos retuvieron nuestros pasaportes, pero nos
trataron muy bien. Nos pasaron a la sala de embarque, ahí podíamos tener
conexión a Internet. En La Habana uno se conecta comprando unas tarjetas de
saldo y a esa hora no había quien las vendiera, pero teníamos donde comer»,
dijo.
En el avión de Iberia en el que habían viajado desde
Madrid iban alrededor de 25 personas. Los tripulantes de cabina les
dieron más comida de lo esperado a los pasajeros. Sándwiches, yogur, chocolates
y palmeritas las ayudaron a solventar la comida en las horas de espera en el
Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana.
A las 7:00 de la mañana del día siguiente, el viernes
20 de marzo, las autoridades del aeropuerto les pidieron a los ciudadanos que
se dirigieran a la zona de inmigración. Alrededor de las 8:00 de la mañana, una
autoridad de Conviasa le informó al grupo de venezolanos que no sabía
por qué no los habían dejado pasar.
«Siempre este señor nos estuvo preguntando quiénes
venían desde Madrid; nos preguntó si nos habían hablado del costo de
boleto y nosotros dijimos no porque el comunicado de la embajada decía
que era un vuelo humanitario. Pasó el rato y nos dijo que iba a salir un vuelo
a las 11:00 am, pero que por temas administrativos no nos iban a poder mandar,
a pesar de que llevaba asientos vacíos. En ese vuelo se fueron todos los que
tenían pasaje. Nos dijo que no nos preocupáramos, que ese día sí o sí nos
íbamos», añadió.
Luego de 18 horas de espera y de dormir en las sillas
del aeropuerto, a las 4:00 pm
abordaron un avión con destino al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de
Maiquetía, en el estado Vargas.
«Pero como siempre nos sentimos bien tratados por la
gente de Cuba y de Conviasa, nos sentíamos más tranquilos. Además de que nos
aseguraron que nos íbamos. A la 1:00 pm nos llamaron aparte y nos
dijeron que nos iban a emitir el pasaje costo cero por estar referidas
desde la embajada y porque no nos dejaron pasar de inmigración para comprar el
pasaje. No nos hicieron pagar nada«, indicó.
El vuelo desde La Habana a Caracas duró 2 horas con 40
minutos. «Muy apretado, full de gente, muchos con mascarillas, otros no.
Llegamos a Venezuela y no nos dejaron bajar del avión hasta que una persona
debidamente equipada se subió al avión para medirnos la temperatura a todos;
después nos permitieron la salida porque ninguno presentó los síntomas.
No escuché a nadie tosiendo», agregó.
La familia había pedido con anticipación un servicio
de taxi porque no tenía conocimiento de cómo se estaban aplicando las medidas
restrictivas en el país.
«Estamos
en la casa cumpliendo la cuarentena. En el aeropuerto tampoco se
quedaron con nuestros números para monitorearnos. Al llegar a Maiquetía no
pasó nada de eso. Estamos en casa solas cumpliendo la cuarentena porque sabemos
que la tenemos que hacer, no porque nos lo hayan dicho. Nos sentimos bien. Fueron
momentos horribles, de desesperación, de amargura y de incertidumbre;
porque nadie podía saber cuánto tiempo nos íbamos a quedar en Madrid si
decidíamos quedarnos. Tres, cuatro, cinco meses. Esa era la mayor
desesperación. Gracias a Dios las tres somos productivas y pudimos ayudarnos,
trabajo económico no pasamos. Hoy lo pienso y siento que fue un mal
sueño que tuve. Luego de estar en Venezuela mucha gente me ha escrito
para preguntarme cómo volver, que están varados, que cómo hice», dijo.
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