Zenaida Amador 06 de abril de 2020
@alnaviocom
Los
precios del petróleo se hunden y con ellos las últimas posibilidades de que la
crisis en Venezuela fuera menos severa de lo esperado incluso antes del brote
global del coronavirus. La precariedad es tal que sólo se pueden esperar
ingresos petroleros por el orden de los 5.000 millones de dólares para todo el
año, con los que será imposible atender los requerimientos básicos del país
como la gasolina y los alimentos, que ya no se producen en el territorio.
Mientras tanto, los venezolanos movidos por la necesidad desoyen las
restricciones de la cuarentena para buscar opciones diarias para sobrevivir, a
sabiendas de que sólo se espera un panorama desolador.
La orden de “quédate en casa” se ha cumplido en 90%,
según dicen de tanto en tanto los voceros del régimen de Nicolás Maduro.
Aseguran que es gracias a la medida de parálisis general de actividades que el
ritmo de expansión del Covid-19 ha sido lento, lo que a la fecha ha evitado una
crisis sanitaria severa, como la que han reportado otros países.
Sin embargo, por las calles de Caracas, donde
los comercios en general permanecen cerrados desde el 16 de marzo, abundan los
transeúntes, una que otra unidad de transporte público operando y cierto flujo
de automóviles particulares que han podido surtirse de las limitadas
existencias de gasolina.
Esa “vida”, que se apaga sobre las dos de la tarde,
cuando comienzan a quedarse vacías las calles y la sensación de territorio
arrasado se intensifica, está determinada por las compras de alimentos y
medicinas autorizadas por las autoridades, pero también por la necesidad de
ganarse la vida de ese casi 60% de la población que está fuera del sector
formal de la economía.
Según estimaciones del sociólogo Luis Pedro España,
hechas a inicios de año, más de dos tercios de la población venezolana tiene
que “rebuscarse” para poder comer, eso implica prácticas como sobretrabajo,
desempeño de varios oficios a destajo o vender cualquier cosa (desde tortas y
café hasta desprenderse de sus bienes).
Es precisamente esa porción la más golpeada por el
aislamiento social, pues su poder de compra es muy bajo y vive al día, así que
para estas personas quedarse en casa, aun a riesgo de enfermarse, no es una
opción.
La Encuesta Nacional Impacto Covid-19,
realizada por la Asamblea Nacional y presentada este fin de semana,
radiografía claramente esta situación al revelar que 85,40% de la población
venezolana no tiene algún tipo de ahorro o ingreso garantizado para enfrentar
la crisis. Tan sólo 12,38% tiene capacidad para cubrirse entre una semana y un
mes, y apenas dos de cada 100 venezolanos tienen margen para atender sus
necesidades fundamentales por más de un mes.
Economía agonizante
Venezuela entra
en la dimensión de la crisis económica estimulada por el Covid-19 en el marco
de su séptimo año consecutivo de contracción económica, lo que implica que las
oleadas recesivas de la pandemia a nivel global vienen con fuerza a golpearle y
encuentran al país como a sus ciudadanos: sin ahorros y sin capacidad de
generar ingresos.
La guerra petrolera global, con Rusia y Arabia
Saudita al frente, más el enfriamiento de la demanda de hidrocarburos
debido al efecto contractivo estimulado por el brote del coronavirus, hizo que
la semana pasada el crudo venezolano se vendiera en promedio en 13,74 dólares
por barril, un nivel tan bajo que ni siquiera cubre los costos de producción.
En lo que va de año, la cesta petrolera venezolana ha perdido 70% de su valor y
las perspectivas no son favorables, ya que el petróleo sigue generando el 86%
de los ingresos de la nación.
En el contexto actual del mercado internacional, que
está inundado de petróleo y con los precios descendiendo, las opciones para
Venezuela disminuyen. Hacer negocios con el crudo venezolano ya era un factor
de riesgo debido a las sanciones internacionales, lo que sólo era compensado
por los altos descuentos a los que la nación vendía sus productos, y que se
estiman en 15 dólares por barril en promedio, algo insostenible en las actuales
condiciones. Así que las complicaciones para encontrar compradores se acentúan.
Además, Venezuela paga con petróleo sus compromisos a
los aliados estratégicos, como China y Rusia, lo que indica que en el
actual contexto necesitaría más volúmenes para poder seguir honrando sus
obligaciones.
Se estima que los ingresos por exportaciones
petroleras podrían estar en el orden de los 5.000 millones de dólares, un monto
que no da margen para atender los requerimientos básicos del país, como la
gasolina y los alimentos que ya no se producen en el territorio.
Sin gasolina
Desde hace años se viene acentuando la escasez de
gasolina por la desinversión en la industria petrolera, que echó al piso el
bombeo de crudo y dejó operando en menos de 10% de su capacidad al sistema
refinador nacional. Esto, más el descalabro de las finanzas públicas y el
efecto más reciente de las sanciones internacionales, ha dejado al país sin
combustibles, que casi en un 80% provienen de las importaciones.
En marzo, según Reuters, las importaciones de
combustibles sumaron 84.000 barriles diarios y la demanda se ubica en 110.000,
lo que acentuó las fallas. Por eso en medio de la cuarentena cesaron los
suministros de gasolina y el surtido, controlado por los militares, se
restringe a sectores priorizados como salud, alimentos, seguridad y servicios
públicos básicos.
Sin embargo, las existencias tampoco alcanzan para
atender a tales sectores. Según la Encuesta Nacional Impacto Covid-19, el
suministro de gasolina de manera continua se ubica en apenas 0,28%, lo que ha
impedido la movilización de trabajadores del sector salud e impacta la
distribución de alimentos.
Aquiles Hopkins,
presidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios
(Fedeagro), cree necesario que los productores que transportan alimentos
“tengan acceso a ese poco combustible que hay”. Su comentario viene a propósito
de un plan de suministro controlado que anunció al cierre de la semana pasada
el régimen de Nicolás Maduro con el que se intentará mitigar la crisis.
Fedeagro advierte que “la agricultura está al borde de
un colapso definitivo”, pues sin las garantías de combustible para la
movilización de los insumos, entre otros recursos, es alto el riesgo de que se
pierda el ciclo de cultivo de invierno, que es el más importante del año. “Es
un crimen dejar perder una producción que costó enormes esfuerzos a los
productores y que difícilmente podemos importar”.
Esto no sólo responde a la poca capacidad financiera
de la nación sino a los coletazos globales de la pandemia, que alteran los
flujos del comercio internacional y pueden entrabar cualquier gestión
importadora. Venezuela, cuya economía es hoy 65% más pequeña que en 2013, tiene
también una alta dependencia de la importación de alimentos y medicinas para
compensar el desmantelamiento del aparato productivo nacional a causa de las
políticas económicas impulsadas por las autoridades.
Para el ex presidente de Fedecámaras, Carlos
Larrazábal, “la crisis mundial originada por el coronavirus demuestra la
importancia de tener sistemas de producción locales fuertes y sustentables. Hoy
pagamos las consecuencias de haber destruido el 70% de la producción nacional
de industrias y alimentos”.
Tomando en cuenta los diversos elementos de la crisis
global y nacional, se estima que la economía venezolana podría experimentar una
contracción de entre 15 a 20% del PIB en 2020, quedando reducida a 80% de lo
que fue siete años atrás.
Las opciones
Sin recursos y sin legitimidad al régimen de Nicolás
Maduro se le hace complicado hacer frente a la situación, de allí que en una
primera instancia haya recurrido a la emisión monetaria para sostener un gasto
compensatorio en bolívares. Ofreció el reparto de bonos a unos 6 millones de
ciudadanos, según afirmaron las autoridades, y se inició el sistema de
complemento al pago de las nóminas de las pequeñas y medianas empresas.
El impacto monetario de estas medidas, que expandieron
la liquidez en 20% en unas tres semanas, ya se siente en la pérdida del valor
del bolívar. El dólar repuntó un 13% durante marzo y se espera que mantenga la
tendencia. Esto de inmediato se traduce en un incremento de los precios en un
país que transita su tercer año en hiperinflación.
Estas medidas son ineficaces e insuficientes para
atender la magnitud de la crisis. Sin ayuda financiera internacional parece
imposible remontar la cuesta, pero para acceder a esta solución primero se debe
pasar por un entendimiento político que ni en tiempos de coronavirus se
vislumbra en lo inmediato.
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