Eddie A. Ramírez 24 de mayo de 2022
En el
2024 habrá elección presidencial. No vale la pena desgastarnos en discutir si
la convocatoria del régimen es o no legítima. Tendrá lugar, salvo algo
imprevisto. Incluso podría ser en el 2023, por lo que es necesario prepararse.
¿Nos abstendremos porque sería validar a Maduro como el actual presidente o
decidiremos acudir a votar? ¿Cómo elegiríamos los demócratas a nuestro
candidato, ¿mediante encuestas, por primarias o por consenso? ¿Lo decidimos
pronto o esperamos el último minuto?
Al
respecto, nuestra dirigencia tiene que orientar a los ciudadanos. No puede
vender espejismos de insurrección popular o de intervención militar, que ojalá
se dieran. Mucho menos de una invasión abierta o encubierta bajo la figura de
responsabilidad de proteger.
La dirigencia que tenemos, con sus más y sus menos, es la que tiene la responsabilidad de utilizar los medios a su alcance para salir del régimen. Este es un requisito necesario, pero no suficiente, para solucionar los problemas que enfrentan millones de compatriotas para sobrevivir, dentro y fuera del país.
Si
para lograrlo deben negociar con el régimen, para lograr elecciones
supervisadas por la OEA y la Unión Europea, y una amnistía para presos y
exiliados políticos, tienen que hacerlo. Si deben ceder en algunos puntos, no
queda otra, porque el costo de que permanezca en el poder es muy elevado para
la gran mayoría de los venezolanos. Esperar lo que no está en nuestras manos
resolver es como que alguien diga que no va a trabajar porque se sacará la
lotería. No debemos engañar a la población.
Este
simple escribidor de cuartillas insiste en que, en este momento, no hay otra
opción viable vía para salir del régimen que votar. Si ganamos, ¿el régimen nos
arrebatará el triunfo? ¡Claro que lo intentará! Ya lo hizo con las
parlamentarias del 2015 y con la inhabilitación de candidatos ganadores, pero
la otra opción es cruzarnos de brazos esperando que llegue la caballería, como
en las antiguas películas.
La
selección de nuestro candidato no debería ser de inmediato. Es necesario crear
el clima propicio, ojalá de acuerdo con quienes de buena fe y sin duda con
algunos argumentos válidos, predican que no se debe votar hasta que no haya
condiciones acordes a nuestro derecho a elegir. Unidos debemos exigir esas
condiciones, pero conscientes de que al régimen nunca jugará limpio. Además, si
es lo elegimos muy pronto, el régimen intentará neutralizarlo.
Por
otra parte, nuestro candidato tiene que comprometerse a no intentar la
reelección, y los partidos que lo respalden deben acordar un plan de
gobernabilidad por un mínimo de tres períodos presidenciales. Es decir, hay que
estar preparados por si el régimen adelanta la fecha.
La
selección mediante encuestas confiables es tan democrática como por elecciones
primarias, aunque sin duda es menos transparente para el ciudadano de a pie.
Teóricamente, lo ideal sería por primarias.
El
punto a discutir es qué esperamos de esas primarias. ¿Podremos escoger entre
varios candidatos que, con diferentes porcentajes de popularidad, tengan una
aceptación razonable y poco rechazo? ¿Es suficiente presentar un solo
candidato, sea cual fuere, para ganarle a Maduro? ¿Se podría esperar una alta
abstención, que favorecería a Maduro, si nuestro candidato único tiene elevado
rechazo?
Al
respecto, no podemos obviar que las encuestas no son favorables a ninguno de
nuestros dirigentes. No discutamos si esa percepción es justa o injusta, o si
las encuestas no son confiables. Por ahora, es la única herramienta que mide la
aceptación y el rechazo de cada dirigente.
Ante
esta realidad, ¿sería factible que nuestros dirigentes depongan, por ahora, sus
legítimas aspiraciones y por consenso se preparen para seleccionar, en el
momento propicio, un candidato independiente o relacionado con alguno de los
partidos, pero que no se haya desgastado en esta larga lucha? Reconozco que es
mucho pedir e incluso puede ser injusto. Sin embargo, es necesario solicitarles
ese desprendimiento. El costo de perder sería demasiado alto.
Como
(había) en botica: Citgo, la refinería de Petróleos de Venezuela
en Estados Unidos, fue la malquerida de Hugo Chávez, de Maduro y de Rafael
Ramírez, quienes en su tiempo declararon que no era necesaria y que la iban a
vender. Con el visto bueno de los gerentes designados por ellos, no
invirtieron, ni dieron mantenimiento preventivo entre el 2010 y el 2018, y la
endeudaron para enviar dividendos inexistentes que fueron dilapidados por la
dictadura.
La
directiva del gobierno interino del presidente Guaidó está luchando para que
sus acreedores no se apoderen de la misma. Además, han logrado recuperarla. En
los dos últimos trimestres ha dado ganancias para ir pagando deudas de los
rojos. Nuestro reconocimiento a su gerente general Carlos Jordá, a Horacio
Medina, presidente de Pdvsa ad hoc, y a sus respectivos equipos.
Quinientas
ONG, entre ellas Gente del Petróleo, y 200 personalidades, publicaron un
manifiesto rechazando un proyecto de ley que pretende limitar la cooperación
internacional para prestar ayuda humanitaria y fortalecer las instituciones
democráticas. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie
A. Ramírez
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