Luís Ugalde, SJ 27 de mayo de 2022
Un
jesuita que vivió en Cuba me contó algo que me costaba creer: que un día Raúl
Castro se presentó en la iglesia de Reina en el Centro de La Habana y le
manifestó que Lenín decía que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio eran
el mejor método para formar revolucionarios. El jesuita le respondió que ese
librito -insignificante por su tamaño y calidad literaria- no era secreto y le
donó un ejemplar. Como esa historia me parecía increíble, pero sabía que el
jesuita no me mentía, acudí a Google que me confirmó –como lo puede verificar
usted lector– que eso o algo parecido dijo Lenín. Seguramente Vladimir Ilich
nunca vio un jesuita, pero el mito sobre los ignacianos lo encandiló y luego
él, sin pretenderlo, contribuyó a incrementarlo.
Cierto es que leer los Ejercicios Espirituales sirve de muy poco, pero hacerlos y ponerlos escuchando a Dios en retiro apartado y silencioso, y practicarlos, transforma a las personas, como se ha comprobado durante cuatro siglos y medio, y las personas cambian el mundo. En 450 años el librito de los Ejercicios Espirituales ha tenido unas 4.000 reediciones en 25 lenguas con más de 4 millones de ejemplares. Hace 30 años se calculaba que cada año en el mundo por lo menos dos millones hacían los Ejercicios Espirituales y muchos más orientaban sus vidas con la transformación espiritual allí encendida.
Dios
se comunica directamente. Ignacio experimentó esa comunicación directa que
transforma la vida de quien se deja guiar por ella. Idea peligrosa en 1530, en
tiempos de efervescencia espiritual con los “alumbrados” en España y del
protestantismo en expansión por Europa. Por eso la Inquisición detuvo e
interrogó a Ignacio que invitaba a esa experiencia espiritual a los compañeros
en las universidades de Alcalá, Salamanca, París y luego en Italia. Pero no le
encontraron nada herético y él exigió que le dieran sentencia absolutoria. Esa
vivencia espiritual que transformó su vida lo llevó a comunicarla y para ello
escribió unas breves indicaciones (anotaciones llama él) a quienes dirijan los
Ejercicios; les dice que no traten de convencer con sus ideas al que hace los
Ejercicios, sino que dejen que el Creador y la criatura se comuniquen
directamente.
Advierte
también que el sentido y la fuerza de la vida están en los afectos y por eso
“no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar las cosas
internamente”. Ahí en ese diálogo interior silencioso y afectuoso el
“ejercitante” avanza en el conocimiento de si mismo, descubriendo los
autoengaños y las mociones espirituales e Ignacio le invita a contemplar la
vida de Jesús pidiendo “conocimiento interno para que más le ame y le siga”.
Descubre también que el mal espíritu invita a poner como motor central de la
vida la acumulación del poder y de la riqueza convirtiéndolos en dioses que
aplastan a los demás y destruyen la humanidad. Solamente un Dios mayor que es
Amor comunica la fuerza interior para domar el poder y los bienes y
convertirlos en medios para una vida humana compartida.
En
todo amar y servir
Las
meditaciones de los Ejercicios se coronan con la última que Ignacio llama
“Contemplación para alcanzar amor”. Allí el Santo nos invita a contemplar todo
el amor recibido de Dios en nuestra vida de diversos modos y mediaciones, para
que con ese conocimiento de tanto bien recibido yo pueda “en todo amar y servir
a su divina majestad”. Ahí cada persona descubre afectivamente su verdadera
identidad humano-divina y desde el inmenso amor recibido es capaz de convertir
en medios de humanización y de vida, los saberes, los poderes y los haberes de
este mundo, con todo el potencial transformador.
Cuando
llegaron a Venezuela los tan temidos y prohibidos jesuitas traían la misión
central de los Ejercicios Espirituales y desde entonces cientos de miles de
venezolanos (hombres, mujeres, laicos y religiosas/os) han hecho (no leído, ni
solo pensado...) los Ejercicio Espirituales que son para alcanzar la libertad
de hijos de Dios y actuar con su fuerza liberadora en todos los ámbitos. Los
Ejercicios Espirituales son un camino interior para la libertad e impulsan a la
acción humana liberada por el Amor.
Los
jesuitas en Venezuela desde el primer momento empezaron a dirigir los
Ejercicios Espirituales aprovechando los espacios disponibles. Luego, poco a
poco fueron construyendo especiales casas de Ejercicios Espirituales en Mérida,
Maracaibo, Caracas-Los Teques, Cubiro, Ciudad Guayana... difundiendo el método
ignaciano de oración.
Los
Ejercicios Espirituales cambian la vida, pero no como pudo imaginarse Lenín con
disciplina impositiva, sino como el sorprendente hallazgo del “tesoro
escondido” que en palabras de Jesús de Nazaret, es el amor gratuito de Dios y
su fuerza para transformar a las personas y al mundo.
Luís
Ugalde, SJ
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