Trino Márquez 21 de mayo de 2022
@trinomarquezc
La
reunión sostenida en Panamá hace pocos días entre un importante grupo de
organizaciones y líderes opositores tuvo varios efectos benéficos.
De acuerdo con las informaciones que circulan, no se convirtió en un torneo de acusaciones y recriminaciones mutuas. No hubo masoquismo ni flagelaciones. Los asistentes colocaron la aguja de la brújula viendo hacia el norte. Partieron de la complejidad y dificultades que atraviesa la oposición producto del ataque inclemente y planificado del régimen, que decidió liquidar a las organizaciones más importantes, valiéndose de diferentes métodos. A Primero Justicia, Voluntad Popular y Acción Democrática les decapitó sus direcciones nacionales, apresando a algunos de sus dirigentes fundamentales u obligándolos a irse al exilio, o apelando al Tribunal Supremo de Justicia para dividir a esas y otras agrupaciones, entregándoles el nombre y símbolos del partido a los renegados, conocidos en el ambiente político como ‘alacranes’.
Esa
labor de destrucción deliberada se ha combinado con los errores, dudas,
comportamientos erráticos y divisiones internas provocadas por la desmesura en
el tratamiento de las diferencias, por el peso de egos muy abultados o por
significativas diferencias de percepción e interpretación ante las
coyunturas políticas y el modo de encararlas.
En
Panamá, se disolvió el llamado G4 –instancia formada por AD, PJ, VP y UNT- tan
cuestionada por otras agrupaciones que se sentían excluidas y maltratadas. Ya
la propia convocatoria al encuentro revela, por su extensión, el carácter
incluyente del debate. Ahora, el propósito de la dirigencia será
coordinar las acciones opositoras de la forma más amplia posible. Me
imagino que el criterio de inclusión estará relacionado con la necesidad de
combinar la democracia con la eficacia del trabajo. El ritmo de los
acontecimientos en Venezuela es tan acelerado, que se requieren
respuestas rápidas a los diferentes problemas políticos e institucionales que
continuamente aparecen.
Una
medida que me parece crucial es la decisión de participar sin ningún género de
ambigüedades en las elecciones de 2024. No podía seguirse postergando el
anuncio de que la oposición va a concurrir a esa cita. Que va a organizarse
desde ahora el toda la nación, con el fin de conseguir un triunfo categórico y
desplazar al gobierno de Maduro por la vía del voto popular. Esas no son las
elecciones para que Maduro logre un nuevo período constitucional. Serán los
comicios en los cuales los venezolanos tendremos la oportunidad de sustituir el
régimen a través de la asistencia de los ciudadanos a los centros de votación.
Maduro tratará de que esa cita se realice con la menor competencia posible, tal
como lo logró Daniel Ortega en Nicaragua el año pasado. Con esa finalidad
amenazará, extorsionará, comprará lealtades y promoverá falsos candidatos ‘opositores’.
Apelará a todas las maniobras que aparecen en los catálogos de los gobernantes
autoritarios y, a lo mejor, inventará otras. Sin embargo, si la oposición y la
comunidad internacional se convencen de que el tablero será el electoral, ambos
actores podrán operar en conjunto para elevar las probabilidades de ganar.
Aparte de los comicios populares, las posibilidades de remplazar al gobierno
madurista son muy remotas. Los golpes de Estado, las insurrecciones, los
pronunciamientos militares o cualquier otro procedimiento intempestivo, forman
parte de las ilusiones. Haber tomado la decisión de concurrir a los comicios de
2024 me parece esencial, al igual que organizarse para conquistar la victoria.
El
método de las primarias para designar el candidato unitario es otra medida
clave. Constituye una manera de darles a los potenciales candidatos la
oportunidad de ser electos, y a la gente la posibilidad de intervenir
directamente en esa trascendental selección. Hasta el 2023 transcurrirá
suficiente tiempo para que los aspirantes formen sus equipos de campaña,
elaboren sus propuestas, obtengan recursos y busquen alianzas y apoyos.
Nadie podrá decir que fue una decisión cupular o apresurada (aunque no faltará
quien se erija en juez para descalificar el proceso).
La
escogencia de Omar Barboza como secretario ejecutivo de la Plataforma Unitaria
me parece acertada. El exgobernador del Zulia, expresidente de la Asamblea
Nacional y veterano dirigente político se enfrenta al exigente reto de
enderezar los planos y corregir entuertos dentro de la oposición. No se trata
de una designación para conectarse con el gran país, sino un nombramiento que
busca resolver los numerosos problemas domésticos existentes. La oposición se
encuentra aún en una fase que exige limar asperezas y prepararse para esa larga
y espinosa jornada que va de aquí a 2024. Entrar en sintonía con los
jóvenes, los nuevos votantes, los escépticos y los desencantados, será tarea de
los candidatos a las primarias y, luego, del triunfador de esa contienda.
Barboza tendrá que intervenir para conciliar posiciones a las que costará
encontrarles el punto medio. Su experiencia en este campo resultará vital.
Con
los cambios acordados en Panamá, la Plataforma Unitaria se encontrará en
mejores condiciones de negociar con el gobierno de Maduro, dialogar con los
factores de poder internacional y propiciar, u oponerse, al levantamiento de
las sanciones. La oposición retomó el camino del empoderamiento.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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