Julio Castillo Sagarzazu 25 de mayo de 2022
“Una
respuesta contundente y unitaria de las fuerzas democráticas venezolana, es
necesaria para cambiar nuestra historia”.
Cuando
el presidente Joe Biden ofreció a Vladimir Zelensky sacarlo junto con su
familia de Ucrania, apenas se inició la invasión a su país, estaba revelando que
ni sus informes de inteligencia, ni lo que le decían sus asesores, era de fiar.
La respuesta del presidente Zelensky cambió el curso de los acontecimientos y
la geopolítica del globo, en ese mismo instante. Le respondió que él no
necesitaba un Uber que lo sacara de Kiev, que lo que necesitaba eran armas y
recursos para resistir la agresión rusa.
Tampoco los informes de inteligencia de Putin eran verdaderos. Pensó que la “operación militar” sería un paseo hasta la capital, que sus tropas serian recibidas como liberadoras en las calles del país invadido y que algún general prorruso tomaría el poder y enviaría a Zelensky preso, o al exilio.
En el
caso de Ucrania, estamos en presencia de una situación en la cual la decisión
de un hombre pudo cambiar el curso de los acontecimientos y revelar que todas
las previsiones, los cálculos y las teorías de juegos estratégicos se pueden
estrellar contra esa voluntad desplegada con valentía, audacia y tesón.
Pues
bien, tengo para mí que en el caso de lo que está ocurriendo hoy en relación
con la conducta de los principales actores de la geopolítica mundial con
Venezuela, pudiéramos también estar en presencia de un desconcierto
generalizado, en el que los hechos de Ucrania han tenido mucho que ver.
Expliquémonos:
La primera reacción de Europa y de los Estados Unidos, luego de que fueran
sorprendidos por la decisión de Zelensky y de los ucranianos de luchar contra
la invasión, fue la de tratar de organizar un frente común para solidarizarse
con esta lucha. Todos han estado contestes en que no podrían intervenir
directamente en la guerra, a través de la OTAN, porque ello implicaría una
escalada insospechada del conflicto. Por esa razón, tomaron la decisión
de avanzar con una serie de sanciones que ha ido in crescendo, a medida que el
conflicto ha seguido y a medida en que se va haciendo evidente que Putin puede
perder la guerra.
A
partir de entonces, es igualmente evidente que la OTAN ha rediseñado su
participación en la guerra de Ucrania para transformarla en una guerra de desgaste,
para hacer empantanar a los rusos –como en Afganistán– y enviar el mensaje de
que juegan a la salida de Putin del gobierno, producto del fracaso militar.
Rusia
(Los rusos también juegan) saben que su arma estratégica son sus suministros
energéticos a occidente. Cortarlos es una amenaza grave y los gobernantes
europeos y de Estados Unidos lo saben. La primera y lógica reacción ha sido la
de tratar de garantizar fuentes alternativas. Es en ese marco que se explican
las movidas de la Casa Blanca, tratando de reestablecer contactos con
Miraflores en Venezuela. Explicaría igualmente la reacción de Putin de llamar
al botón a Maduro en Turquía para que disimulara mejor sus devaneos con los
gringos.
Una
situación geopolítica como ésta, era el momento de activar los poderosos
lobbies de norteamericanos y venezolanos que hace tiempo apuestan por una
flexibilización de las sanciones y una apertura del negocio petrolero.
Los
movimientos se han hecho. Incluso, mientras escribimos estas líneas, se realiza
en Davos una reunión muy bien montada y financiada por esos factores, con el
objeto de darle más resonancia a su intención de que Venezuela vuelva a ser una
fuente de negocios para ellos. Veremos en qué resulta toda esta frenética y
bien financiada gestión.
Lo
cierto del caso es que los sectores que, «cazando el guiri» de la guerra de
Ucrania, esperaban un explosivo cambio en la situación, al menos por ahora,
solo han parido un ratón.
La
licencia de Chevron, por ejemplo, es una renovación y se inscribe más en los
intereses de la petrolera que en los del régimen de Maduro. En efecto, Chevron
estaba autorizada desde siempre a producir, pero no a comercializar. Le vendía
todo al estado venezolano y éste no le retribuía el dinero de las ventas que
hacía. Se especula que la deuda es ya mayor a los 3 mil millones de dólares. De
manera que, con la autorización de Chevron para vender, quien más se alivia es
la empresa misma.
En lo
político, tampoco las cosas les han ido mejor. La posición oficial de la Casa
Blanca sigue siendo “wait and see”. Esperarán que Maduro haga movimientos para
hacer modificaciones al régimen de sanciones. La inminencia de las elecciones
del “mid term” no parecieran autorizar grandes audacias en ese terreno. Un
movimiento brusco podría hacer bascular parte importante de la votación latina
hacia los candidatos republicanos. Maduro debería tomar nota de esta realidad,
porque si los republicanos avanzan electoralmente, le será mucho más difícil obtener
flexibilidades de la administración.
Está
visto que Biden lo que menos necesita en este momento es un bloqueo de su
política exterior, nada más que para complacer al ala izquierda de sus
parlamentarios. Si yo fuera Maduro, me apuraría por crear un ambiente que haga
avanzar las negociaciones en México y en obtener resultados decentes para la
organización de unas elecciones libres. Una mayoría republicana y una
derrota de Putin, es el peor de los escenarios que puede tener y ninguna de las
dos cosas son imposibles.
De
manera entonces que, con las cosas así planteadas, lo que las Fuerzas
Democráticas deben hacer es preparar las condiciones para que la comunidad
internacional sepa de manera clara y meridiana que lo que queremos no es que
nos manden un Uber a salvarnos. Que lo que queremos es restearnos en la lucha
por nuestra democracia y nuestra libertad.
Anecdóticamente,
quisiéramos recordar el 30 de abril de 2019. A esta hora no conocemos qué
ocurrió aquel día en Venezuela. Cuando se desclasifiquen los documentos
correspondientes, lo sabremos. Lo que sí sabemos es lo que expresaron muchos
funcionarios americanos. El propio delegado especial del presidente Trump,
declaró públicamente que los “complotados” apagaron los teléfonos y no
atendieron más llamadas. Dicho en latín vulgar, estaban entendidos con gente
del entorno de Maduro y nosotros no sabíamos quiénes eran. Estaban dispuestos a
dejarlos en un régimen de transición. Cuando sepamos todo lo que ocurrió
podremos decir si aquello nos convenía o no. Al final del día, recordemos, “los
países no tienen amigos, sino intereses”.
Lo
cierto es que nadie defiende a quien no se defiende a sí mismo. Una respuesta
como la de Zelensky por parte de la oposición venezolana, es más necesaria que
nunca. Son respuestas que cambian la historia.
En eso
hay que trabajar.
Julio Castillo Sagarzazu
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