Laureano Márquez P. 25 de mayo de 2022
El
dispositivo inalámbrico al que llamamos comúnmente celular, se ha convertido en
el símbolo de este tiempo. Es imposible imaginar nuestra existencia sin todas
las aplicaciones que nos ofrecen los teléfonos móviles. En ellos está todo lo
que necesitamos para la vida: además de para hablar por teléfono (que es ya
casi lo que menos hacemos), el celular es nuestro banco, nuestro dinero,
nuestro lugar de trabajo, la máquina de escribir, nuestra biblioteca, la
oficina de correos, un estudio de televisión, una cabina de radio, un mapa, un
pase de abordaje, el menú de un restaurante, nuestra sala de cine, nuestra sala
de reuniones, nuestro templo, nuestra posibilidad de decirle a las personas
pesadeces que no le diríamos personalmente, nuestro supermercado, nuestro taxi,
nuestra discoteca, nuestra cámara de fotografías, nuestro reloj, nuestro salón
de clases…
La lista es tan larga que será mucho más sencillo enumerar todo aquello para lo que el celular no nos sirve: no sirve para ir al baño, tampoco para ducharnos ni vestirnos y no se pude comer (de momento), ya vendrán nuevas aplicaciones.
También
el celular sirve para prevenirnos del abuso de su uso. Hasta en eso se nos hace
imprescindible. Según una información aparecida en Internet sobre el susodicho
artefacto, eso que mientan el always on, puede traer graves
consecuencias y trastornos que se vinculan a la imposibilidad de desconectarnos
de internet. Uno de estos trastornos se denomina «fomo» (fear of mising out, es
decir: el miedo de perderse alguna vaina), que no es otra cosa que la angustia
que causa la sensación de que otros puedan estar teniendo experiencias
gratificantes, mientras tú permaneces por ahí, ausente de las redes, ocupándote
de intrascendencias, como vivir, por ejemplo.
Si no
puedes comer sin el teléfono frente a ti, si no puedes dormirte sin el aparato
al lado, o subiendo a las redes todo lo que haces, seguramente te contagiaste
de la epidemia del fomo. Otro trastorno es la llamada «nomofobia» (no mobile
pone fobia), un trastorno que consiste en el miedo irracional a no tener el
celular a la mano o de quedarte sin internet, que es como morir, si tu única
vida es la virtual. Si estas casado con una venezolana y entras en pánico
porque dejaste el celular en la casa, no tienes de que preocuparte, es decir,
sí tienes, pero no de que padezcas nomofobia, es otra cosa: esposafobia.
La
lista de patologías es larga, pero mencionemos una más: el «vamping», (de vampire, vampiro,
un animal que se activa de noche). Este padecimiento, propio de los
denominados millennials, se percibe con facilidad en ese resplandor
satánico, como de El exorcista, que brota de los ínferos de sus sabanas cuando
uno pasa frente al cuarto del poseso mismo. Estos vampiros humanos pasaran toda
la noche literalmente colgados boca abajo del iPhone.
De
momento, el teléfono nos controla a nosotros, el gran reto es lograr que
nosotros lo controlemos a él. De allí un movimiento que cada vez cobra más
fuerza en Internet, promoviendo las ventajas de la desconexión de Internet
(www.practicaelmodoavion.com). Al colocar el teléfono en modo avión o mejor
incluso, al apagarlo durante cortos períodos, podríamos comenzar a percibir
progresivamente que existe un mundo detrás de la pantalla de 7 X 13 cm., nuevas
antiguas cosas mucho más grandes y reales, de diferentes texturas, como por
ejemplo: puestas de sol de verdad, calles con nombres en las esquinas, árboles,
pájaros e incluso, otros seres humanos tridimensionales, tan reales que parecen
virtuales, cuya respiración, calor y humanidad pueden sentirse con facilidad si
te acercas (a no más de metro y medio, claro, es peligroso).
Puede
ser un gran descubrimiento, para numerosos usuarios, que la posibilidad de
hablar con la gente, en persona, también tiene su gracia. El modo avión permite
conversar más allá del uso de los pulgares, favorece el entrenamiento de las
cuerdas vocales para evitar que el desuso las atrofie.
Sin el
celular reclamando tu atención, tendrás tiempo para volver a ser una persona
creativa, para darte cuenta de que se puede pasar un rato simplemente pensando,
asociando ideas como consecuencia de la actividad contemplativa, de la que
surgió alguna vez la filosofía, que nos permitió avanzar hasta llegar a
Internet.
Puede
que nada de lo expuesto logre convencer a los más adictos de ponerle límites
al always on, así que apelaremos a un argumento de peso: con
el uso del modo avión o apagando el móvil por cortos periodos, la duración de
la batería puede prolongarse el doble y hasta el triple, lo cual no es
desestimable, especialmente cuando se vive de apagón en apagón.
Laureano
Márquez P.
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