Gonzalo González 27 de mayo de 2022
Las
fuerzas democráticas están ante el reto de superar su manifiesta incapacidad de
contar con un instrumento unitario sólido, viable y sustentable en el cual
converjan todos aquellos sectores opuestos al régimen. Superar esa carencia
endémica es un requisito indispensable para avanzar hacia el cambio político
demandado por la sociedad venezolana.
¿Unidad para qué? ¿Unidad de quiénes? Son dos interrogantes claves a responder para garantizar la viabilidad, sostenibilidad y eficacia de la coalición a conformar tomando en cuenta las fallidas experiencias anteriores así como la complejidad de la realidad política actual signada por la aparición inducida y facilitada por el oficialismo de espacios políticos provenientes de la oposición hoy satelizados y subordinados al régimen.
La
misión de una coalición de fuerzas democráticas es impulsar, promover, dirigir
la lucha en todos los escenarios políticos y sociales donde se pueda confrontar
al oficialismo para limar su fuerza y desplazarlo del poder. Esa coalición
deberá, con el manejo adecuado de los tiempos y los actos pertinentes, actuar
como una alternativa de poder. Por lo tanto su acción política no se resume ni
se agota en la cita del 2024.
La
ocurrencia de lo arriba esbozado supone la concertación de sus integrantes en
torno a una política, un proyecto y una estrategia compartida. Asuntos no
debidamente resueltos en el pasado que explican las anteriores experiencias
fallidas.
La
unidad democrática debe ser el resultado de una capacidad de convocatoria lo
más amplia posible. La misma contendría en su seno a todos aquellos actores
políticos, sociales y ciudadanos comprometidos y partidarios del cambio
político.
Lo
ocurrido en Barinas, en enero del año en curso, con motivo de la repetición de
los comicios para elegir al gobernador del estado mostró la potencia, capacidad
de convocatoria y de representatividad ciudadana de la unidad; también dio
pistas sobre quienes pueden ser los integrantes de la coalición a nivel
nacional.
La
referencia a lo sucedido en Barinas muestra que la unidad por más vocación de
amplitud existente tiene necesariamente fronteras y límites. En ella no caben
esos actores políticos satélites del régimen, quienes por ejemplo no solo se
negaron a apoyar la candidatura contraria a los intereses del chavismo en
Barinas sino que en el caso de la deplorable designación del Tribunal supremo
de Justicia ni siquiera se atrevieron a salvar su voto o manifestarse
públicamente en contra de ese atropello al Estado de Derecho, incluso algunos
manifestaron luego de la designación de marras “que si bien no fue
satisfactorio lo ocurrido, fue un avance”.
La
unidad siendo un requisito indispensable a cumplir por los sectores
democráticos no basta para recuperar la conexión y sintonía (hoy seriamente
disminuidas) con la ciudadanía, ella debe estar acompañada por un mensaje y una
acción que los posicione como defensores activos de los derechos sociales,
civiles y políticos de la mayoría social de la nación. También de los intereses
del Estado, hoy seriamente socavados y comprometidos.
En
consonancia con lo antes expresado, saludamos las recientes gestiones de la
Plataforma Unitaria destinadas a favorecer la construcción de una amplia
coalición unitaria de las fuerzas democráticas, así como la designación del Dr.
Omar Barbosa para propiciar y coordinar esas gestiones. Asunto por cierto,
lleno de complicaciones harto conocidas pero de ineludible y necesaria
superación.
Gonzalo
González
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