“Caso de violencia escolar en un colegio de la ciudad se vuelve viral y ha conmocionado a muchos”, leía en un tuit en estos días. Se supone que la escuela tiene como una de sus funciones enseñar a convivir. Ninguna escuela, ni pública ni privada, ni de zonas populares ni de sectores de clase media o alta, está libre de violencia. Pero esta se puede prevenir, y si aparece o hay casos, hay que abordarlos sin demora.
Si algo he aprendido en estos años en los que hemos estado trabajando en la línea de convivencia y ciudadanía, es que el comportamiento violento no es natural, no se nace violento, se aprende a ser violento, y lo que se aprende se puede desaprender. Hace unos años sistematicé unas buenas prácticas de educación para la paz de 3 centros de Fe y Alegría -una en San Félix, otra en Cagua y la otra en Nueva Esparta- con entornos muy pobres y violentos, y fue hermoso ver la suma ordenada de diversas estrategias y la gestión escolar, para lograr cambiar el clima escolar a pesar de las balas de la comunidad.
Para lograr la paz escolar, para que se pueda educar en paz y educar para las relaciones fraternas, se requiere: voluntad -querer hacerlo, valorar la paz-, herramientas, formación, y un plan, pues no se trata de una acción o de acciones aisladas, se requiere de un plan sostenido.
En estos momentos en la Asamblea Nacional se está discutiendo un proyecto de ley antiacoso escolar, pero no tenemos que esperar que salga la ley para trabajar en la prevención y en el abordaje de todo tipo de violencia escolar.
Comencemos por decir que violencia escolar son todas esas acciones que dañan o hieren al otro en el centro educativo, ya sea directa, visible, los golpes, verbal, simbólica o psicológica, y ahora también a través de las redes sociales. El bullying o acoso escolar es un tipo de violencia escolar, pero no toda violencia puede ser calificada como bullying. Y esto no se trata sólo de un tema “académico”, sino que se requiere precisar el tipo de violencia para su prevención y abordaje efectivo.
Una discusión acalorada al finalizar un intercambio deportivo en la cancha, puede terminar en una pelea con golpes. Eso es violencia, pero no es “acoso escolar”. Esa pelea no fue planificada, se debió a una rabia mal administrada. Fue a la luz pública, y se conocieron los protagonistas. Se pudo avisar y alguien del personal pudo llegar a separarlos, y luego se puede abordar el caso para propiciar una reconciliación. No tiene por qué repetirse. Violencia escolar puede ser un castigo colectivo impuesto por un docente inexperto en resolver problemas de aula. Como, por ejemplo, dejar a los niños sin recreo porque se han portado mal. Ese tipo de castigos está prohibido por la Lopnna y los niños, los representantes de esos castigados, o en el personal directivo, pueden reclamarle al docente y hacerle ver que eso no estuvo bien.
El acoso escolar, en cambio, es silencioso, reiterativo, planificado, puede tener cómplices silenciosos también… Es más difícil de detectar y de abordar, y si no se detiene, puede tener consecuencias muy graves.
Para prevenir todo tipo de violencia ayuda, entre otras cosas, elaborar acuerdos de convivencia en el aula, entre todos, de manera consensuada, qué se aceptará como bueno y qué se rechazará; ayuda que las normas tengan sentido para los alumnos; conocer los derechos y los deberes contemplados en la Lopnna, el artículo 93, por ejemplo, y en el caso de los adolescentes, que sepan que después de los 12 años, pueden tener responsabilidad penal si cometen un delito; ayuda hablar sobre los temas de violencia escolar y del acoso en particular. Hay manera diversas de hacerlo, pero todo no cabe en una columna, pero en todo caso, estos temas hay que tratarlos en todos los grados; ayuda que los mismos muchachos propongan soluciones ante casos hipotéticos: “¿Qué harían ustedes si…?”; ayuda que hay un clima de confianza en la escuela y en el salón para acercarse a los docentes. Es muy importante que los docentes no minimicen las quejas de los estudiantes, porque eso desmoraliza a la víctima y empodera al victimario, y este se puede convertir en un líder negativo. Es necesario que el tema de la violencia escolar en general y del acoso en particular, se trabaje también con las familias, con todas, y en particular con los padres de las víctimas y los victimarios. Por separado.
Hay estudiantes más vulnerables para ser víctimas del acoso escolar: todos los que tengan algún rasgo o condición por encima o por debajo de la media: los mejores estudiantes, los más bajitos, o los más altos, los más gorditos o los más delgados, los tímidos o retraídos… Los docentes deben saber esto para estar pendientes.
Todo el personal debe ser formado y entrenado para prevenir y enfrentar el acoso escolar, y cuando decimos “todo el personal” incluimos a los porteros, los obreros, administrativos, puesto que ese acoso silencioso, muchas veces se produce en los pasillos, sanitarios, en la salida, fuera del aula. Cualquier cambio en la conducta de los estudiantes debe ser objeto de atención. Más de un abuso se ha detenido gracias a que una portera, un obrero, reportó cambios en esa niña que antes era conversadora y está muy callada últimamente.
Si se sospechara de un caso de acoso, o se detectara, hay que trabajar por separado con la víctima, con el o los victimarios, y con esos cómplices silenciosos, que pueden estar callando por miedo o porque ya ven el acosador como un líder. A la víctima hay que protegerla, y al victimario hay que tratarlo porque ese comportamiento no es normal, o tiene problemas en su casa, es maltratado, o ha aprendido por modelaje ese comportamiento, o tiene problemas de autoestima… Hay que tratarlo para que cambie su comportamiento y desarrolle empatía.
En fin, mucho qué hacer, y en esta misión de educar para la convivencia fraterna, familia, escuela y sociedad, deben darse la mano.
https://correodelcaroni.com/opinion/hagamos-las-paces/para-tener-paz-en-la-escuela/
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