Laureano Márquez 29 de julio de 2022
Una
investigación de Transparencia Venezuela (Economías ilícitas en Venezuela) partiendo de los
datos de Ecoanalítica, señala que en nuestro país el 21,74% del PIB proviene de
«negocios» ilícitos. Esto viene a confirmar mi tercera ley sobre la situación
nacional: «en Venezuela toda situación caótica generará un negocio ilegal que
se nutre del caos». Una vez que un ilícito surge es casi imparable, porque
muchas personas ganan ingentes cantidades de dinero con ello. La factura de
todo, al final, las termina pagando el ciudadano desasistido, con menos
educación, salud, seguridad, etc.
Cualquier persona con sentido común, aunque no tenga un HDP en economía, nota con facilidad que hay un montón de situaciones a las que se les percibe lo irregular a simple vista, aunque no se manejen cifras. Sin embargo, con el citado trabajo, ya nos encontramos con data seria y rigurosa.
Según
el informe, la mayor parte de este 21,74% del PIB, proviene del narcotráfico
con 4.919 millones de dólares. Le sigue el contrabando de gasolina con 1900
millones, haciendo honor a la misma divisa y, como diría Ali Khan, tercero
contrabando de oro, cuarto extorsión en puertos. Seguramente, la participación
de la actividad ilegal en la constitución del PIB es superior a las cifras
señaladas, porque una de las cualidades de las actividades al margen de la ley
es la dificultad para evaluarlas estadísticamente. Igualmente, no dejan de ser
significativas.
El
informe habla de que el delito en Venezuela se encuentra en una categoría que
uno no sabe si fue creada especialmente para nosotros: «fase simbiótica». Esto
quiere decir que las fronteras entre el crimen organizado y el sistema político
se tornan difusas. No deja de ser curioso que, en medio de tanto desorden, el
crimen no pierda su condición de «organizado».
Esto
nos recuerda una de las frases favoritas que el inolvidable Kiko Mendive solía
soltar con su gracia natural cuando las grabaciones de La Rochela se hacían
caóticas: «¡caballero, esto es un desorden muy bien organizado, mira pa’eso!».
Algún
día, cuando las corrientes de la historia cambien, habrá que revertir la
ilegalidad. Sin embargo, según mi punto de vista esto solo podrá hacerse de
manera progresiva, gradual, porque si se hace de golpe, los afectados podrían
acabar contigo. Expongo mi tesis con un ejemplo sencillo, como el de mi
estrategia para lograr se respeten los semáforos:
- Lo primero seria establecer un horario
mínimo de cumplimiento (de 8 a 10 de la mañana, por ejemplo), para que la
gente no se sienta demasiado afectada por el cambio y lo asuma.
- Una vez que esto se logre y la gente se
sienta confortable con su nuevo margen de ilegalidad, se amplía el horario
de respeto a mañana y tarde (nunca de noche). Mientras se hace esto,
paralelamente se mejora la seguridad vial y la honestidad de los policías
de tránsito con sueldos y entrenamiento. Superada esta etapa, meses o años
después, ya podemos pasar a la siguiente fase.
- A todo aquel que se coma una luz roja se
le impone una multa significativa. Luego de un par de años en esta
situación, ya entonces podemos pasar a la fase final y definitiva.
- Obligar al ciudadano a pagar la multa.
Entiendo
que este, que es mi plan de adecentamiento nacional, es sencillo con un
semáforo, con el narcotráfico lo veo un poco más complicado; pero, en fin, la
seguridad de Nueva York se debe, según dicen, a que comenzaron primero por los
pequeños delitos y fueron a más poco a poco.
Sin
duda que el informe de Transparencia Venezuela y las cifras de Ecoanalítica
inquietan y nos resultan increíbles, alarmantes. Pero cuando uno ve los
mencionados datos y porcentajes, surge también la otra cara de la moneda: la de
la gran cantidad de compatriotas que, en medio de este desbarajuste, resiste
con dignidad y sigue haciendo un trabajo honesto, decente, y que, a pesar de
los pesares, constituye esa gran mayoría que honra al gentilicio.
Laureano
Márquez
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