Félix Arellano 26 de julio de 2022
La
lista de casos sensibles para la nueva administración del presidente Gustavo
Petro en Colombia, que inicia el próximo 07 de agosto, debe ser muy larga y,
entre ellos, las relaciones con Venezuela se presentan de alta intensidad, por
la diversidad y complejidad de factores interconectados que están en juego y
sus repercusiones, tanto en el plano interno como internacional; en ese
contexto, en términos de prospectiva nos plantearnos algunos escenarios, pero
su factibilidad depende, en gran medida, de la actitud que asuma el presidente
y, sobre ese detalle, reina la incertidumbre.
El presidente electo debe conocer a fondo los aspectos más delicados en la relación bilateral. Seguramente tiene información de buenas fuentes, entre otros, sobre la presunta presencia en nuestra frontera, extensa, porosa y activa, de grupos irregulares, las FARC disidentes, el ELN, el narcotráfico, el lavado de capitales, las redes transnacionales de los negocios ilícitos, el contrabando y las vinculaciones de algunos de esos temas con el poder.
Nos
enfrentamos con una frontera cargada de problemas sociales, entre otros, la
magnitud de migrantes venezolanos, en su mayoría vulnerables, que se suman a
las dificultades internas del país y, además, está generando una creciente
xenofobia. Hoy prevalece en la frontera: pobreza, exclusión y un alto índice de
delincuencia.
Un
territorio de oportunidades perdidas por el irracional enfrentamiento entre los
dos gobiernos que, por razones ideológicas o personalistas, han destruido un
espacio que en los años noventa, inicio un proceso que, con limitaciones,
avanzaba en prosperidad y creatividad. Un espacio que ofrecía opciones de
progreso en particular para la pequeña y mediana industria y, en especial, en
la zona del Táchira y el Norte de Santander.
El
nuevo gobierno colombiano se plantea el desafío de reiniciar las relaciones,
pero es necesario limitar las expectativas, no se puede devolver el pasado, la
realidad venezolana en este momento es profundamente diferente. De la Venezuela
saudita con la chequera del despilfarro, ha quedado un país en crisis
humanitaria compleja, con burbujas de ostentación y una profunda desigualdad.
Los
radicales a ambos lados de la frontera, enceguecidos por las ideologías, que
paralizan la capacidad de reflexionar, seguramente esperan un escenario de
apertura inmediata y solidaridades mecánicas, retomar el libreto de la lucha
contra el sistema. La irracional narrativa de destruir la riqueza, que solo
genera mayor pobreza, pero facilita el control social.
Desde
la visión radical, las relaciones se deben reiniciar inmediatamente,
privilegiando los tema políticos e ideológicos, para avanzar en el eje
antisistema a escala regional. Ya deben circular proyectos cagados de fantasía
revolucionaria, pero sin factibilidad ni sustentabilidad. En este contexto, un
objetivo fundamental es la recomposición de las vinculaciones geopolíticas para
enfrentar el imperio. Un escenario de esta naturaleza solo es posible en un
marco de autoritarismo, con el control de medios de comunicación, instituciones
y visiones disidentes
El
escenario radical se presenta destructivo e insensato; empero, existe la
preocupación que el Presidente electo, en su larga trayectoria política, ha
promovido esas narrativas y seguramente muchos de sus fanáticos aspiran una
gestión de gobierno radical, donde se privilegien las expropiaciones y la
exclusión de los críticos, que seguramente serán calificados de «traidores a la
patria». Una dinámica harto conocida y la historia ha demostrado que no
resuelve nada, solo genera pobreza; pero estimulan las hormonas y las pasiones.
Ahora
bien, debemos reconocer que, desde la segunda vuelta de la campaña electoral
colombiana y, en particular, luego de los resultados de la elección, el
presidente electo ha asumido una actitud de prudencia necesaria y conveniente;
seguramente, algunos de sus asesores le deben alertar, que el giro a la
prudencia no ha resultado muy favorable, en términos de apoyo popular, al
presidente Gabriel Boric en Chile.
Desde
la perspectiva del presidente Petro ecuánime y dialogante, que para construir
gobernabilidad eficiente está creando puentes con las diversas fuerzas
políticas del país; que está conformando, con minucioso cuidado, un equipo de
gobierno de colombianos con las mejores credenciales, en su mayoría de la
tercera edad, atento de la inclusión y la diversidad; es de esperar que las
relaciones con Venezuela se manejen con creatividad, flexibilidad y meticulosa
prudencia.
En un
escenario de cordura, es de esperar que se asuma la propuesta de reiniciar
progresivamente las relaciones diplomáticas y la reapertura de la frontera y,
en lo inmediato, el establecimiento de las relaciones consulares, fundamentales
para los más vulnerables y para todos en general. Pero como se indicó
anteriormente, existen muchos problemas en la agenda bilateral, varios de ellos
cargados de opacidad, que exigen la atención del nuevo gobierno:
El
inicio de las relaciones diplomáticas y políticas, requiere de una adecuada
atención del conjunto de variable que conforman el conjunto. Por una parte, no
debería conllevar una alteración abrupta de otras relaciones ya existentes y de
particular importancia para Colombia. En este contexto, la reciente reunión del
presidente electo y parte de su equipo, con una delegación de alto nivel del
gobierno de los Estados Unidos, encabezada por Jon Finer, asesor de seguridad
nacional; contribuye a despejar temores y evidencia el nivel de madurez y
equilibrio que se espera del nuevo gobierno en su política exterior.
La
dinámica de la geopolítica internacional, con sus narrativas que destruyen
oportunidades, se ha insertado en las relaciones bilaterales, incrementando las
diferencias y las aprensiones; en consecuencia, deslastrar la paralizante
diatriba geopolítica en las relaciones bilaterales e incluso de la región, por
lo ingenuo que parezca, representaría una autentica transformación, que podría
abrir espacios para emprender diversidad de proyectos beneficiosos para ambas
partes.
El
comercio y las inversiones son temas interesantes en las relaciones
bilaterales, con positivas experiencias en el pasado, que requieren de una
pronta y exhaustiva atención; empero, no se deben sobredimensionar las
expectativas, Venezuela se ha empobrecido, su poder de compra ha menguado
significativamente y, además, existen diversos obstáculos que se deberían
enfrentar.
En el
caso específico del comercio de bienes y servicios, donde existe un legítimo
interés en muchos sectores de ambos países, para retomar prontamente las
relaciones, son varios los aspectos que requieren atención, con el objeto de
lograr una relación fluida y estable; al respecto, entre otros, caben destacar:
las normas y prácticas de acceso al mercado, la infraestructura y logística
comercial, la inseguridad vial, la discrecionalidad en el manejo de la política
comercial, la seguridad jurídica y las debilidades del acuerdo comercial bilateral.
Un
tema de capital importancia, que no debería ser desatendido por el nuevo
gobierno colombiano, tiene que ver con la defensa y promoción de los derechos
humanos. Estamos conscientes que es tema fundamental en la agenda nacional del
nuevo gobierno, que durante la campaña electoral enfatizó sobre los problemas
de discriminación y exclusión, que vulnera derechos fundamentales de muchos
colombianos; empero, poca o ninguna referencia a la necesaria y urgente defensa
en el contexto internacional y, en particular en las relaciones bilaterales.
Debemos
estar conscientes que con el nuevo gobierno cambios en el plano interno y en la
política exterior vendrán, seguramente en muchos casos son necesarios, pero
siempre se presenta la resistencia al cambio. En todo caso la labor de las
instituciones democráticas, la sociedad civil, los partidos políticos y el
ciudadano es vigilar que los cambios no impliquen el deterioro de las
libertades, la institucionalidad democrática y los derechos humanos. En la
defensa de esos valores fundamentales debemos mantener una coherencia
contundente.
Félix
Arellano
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