Trino Márquez 21 de julio de 2022
@trinomarquezc
Los
venezolanos, especialmente los más jóvenes, siguen yéndose del país. Huyen de
la miseria, el desempleo y la falta de oportunidades para progresar. La mayoría
lo hace en condiciones precarias, peligrosas e penosas. Se suman a caravanas
que recorren centenas o miles de kilómetros a pie. Llevan en el bolsillo apenas
un puñado de dólares. Lo necesario para sobrevivir o para pagarle a un
‘coyote’.
Hasta
finales de 2021, el destino favorito eran los países del sur del continente:
Argentina, Chile y Perú. La vecina Colombia ha recibido a más de dos millones
de compatriotas desde 2013.
La tendencia varió. La crisis económica provocada en la región por la Covid-19 y por la recesión que está acompañando la invasión de Putin a Ucrania, desestimuló la emigración hacia las naciones latinoamericanas. Ahora, el polo de atracción más poderoso vuelve a ser Estados Unidos. Los venezolanos se han unido a los hondureños, nicaragüenses, salvadoreños, haitianos, y cubanos que cifran en el norte la esperanza de conseguir una vida más digna.
De
acuerdo con la oficina de la Secretaría General de la Organización de Estados
Americanos (OEA) para la crisis de migrantes venezolanos –coordinada por David
Smolansky, el alcalde de Baruta que se vio obligado a huir tras la implacable
persecución de Nicolás Maduro- de Venezuela huyen cada día 1.700 personas. Una
parte importante lo hace con la intención de cruzar el tapón del Darién, la
selva que comunica a Colombia con Panamá, con la finalidad de continuar
caminando hacia Estados Unidos.
Según
la Oficina de Migración del gobierno de Panamá, entre enero y junio de 2022
atravesaron la selva del Darién 28.079 venezolanos, diez veces más de los que
la cruzaron en todo 2021, cuando la cifra fue 2.819.
Como
se sabe, ese es un territorio inhóspito. Peligroso en extremo, no solo por lo
irregular y pantanoso del terreno, lo tupido de la vegetación, la agresividad
de su fauna y el caudal de sus ríos, sino por los narcotraficantes y traficantes
de personas que circulan por allí, creyéndose los dueños de esa región ignota.
En lo
que va de 2022 han muerto al menos once venezolanos intentando cruzar el
Darién. Este es el número que ha podido confirmarse. Sin embargo, las
autoridades panameñas están convencidas de que el total es mucho mayor.
Numerosos caminantes se han extraviado sin que sus cuerpos hayan aparecido. La
semana pasada, fallecieron cuatro personas, entre ellos una menor de edad.
Frente
a este inmenso drama, la respuesta del gobierno de Nicolás Maduro ha sido la de
siempre: negar la tragedia que padecen los emigrantes, responsabilizar a los
medios de comunicación de distorsionar y abultar los datos con la finalidad de
dañar la imagen internacional del Gobierno y decir que no existen razones para
abandonar Venezuela porque el país ‘se arregló’, solo que unos cuantos
mezquinos y envidiosos opositores no lo admiten. Ese fue el tono cínico de la
rueda de prensa de Diosdado Cabello en la cual comentó la muerte en la selva de
Darién de los cuatro emigrantes.
El
régimen se niega a aceptar que los venezolanos más humildes continúan
emigrando, que lo hacen en condiciones deplorables, que sus vidas corren
peligro continuamente en esas interminables travesías y que la gente tiene
suficientes razones para querer escapar, al igual que los cubanos, los
haitianos o los nicaragüenses.
Los
datos son categóricos. El salario mínimo representa menos de la cuarta parte
del costo de la Canasta Básica y menos de la mitad de la Canasta Alimentaria.
La mitad de la población come solamente dos veces al día. Si se considera la
porción y calidad nutritiva de los alimentos, la crisis alimentaria resulta aún
más profunda. La informalidad en el empleo es cada vez mayor por los bajos
salarios y el incremento continuo de la inflación. La calidad de vida se
degrada continuamente por el colapso de todos los servicios públicos. Desde la
electricidad hasta el transporte público, y desde la salud y la educación hasta
la conectividad a internet, no existe ningún servicio que alivie la vida
cotidiana de la mayoría de los ciudadanos.
Esa es
la patética realidad de los venezolanos humildes. En Caracas y la región
Capital, el cuadro global está un poco menos deteriorado. Pero en Los Llanos,
Oriente, Los Andes y Zulia, la realidad es agobiante. En estas regiones la
fuerza centrífuga es muy poderosa. La gente no quiere languidecer esperando que
se instale una pequeña empresa, o que el gobierno se digne a proveerle agua y
luz, o la bolsa Clap que eventualmente recibe la familia. Ese venezolano
arruinado y sin destino quiere escapar de la indolencia, la ineficacia y la
corrupción que lo han hundido en la miseria.
El
tráfico de compatriotas por la selva del Darién es una excelente muestra de que
Venezuela se arregló para los enchufados que gastan sin medida y andan rodeados
por un ejército de escoltas, pero no para el venezolano pobre que forma parte
de la gran mayoría.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico