Orlando Viera-Blanco 20 de julio de 2022
@ovierablanco
“La revolución pasó de moda en el mundo civilizado. La
guerra dejó de ser inherente al hombre…Dejémosle esa expresión a Santo Tomás y
San Agustín, a sus tiempos, a su pasado. Dejemos a Cortés descansar en paz.”
La historia-fabulada, mítica o real-de Hernando Cortés [Hernán o Fernán como lo popularizó el historiador Antonio de Solís, Historia de la Conquista de México 1684] al decir de Esteban Maira Caballos, es realmente fascinante en múltiples direcciones. El metelinense [original de Medellín] “no ha dejado indiferente a nadie ni en vida ni después de su óbito”. Ha sido uno de los personajes más admirados y a la vez más odiados de la historia.
Comenta
Caballos: “para Bartolomé Bennassar fue el único conquistador al que se le
puede considerar genial, por su capacidad para fascinar a miles de personas a
lo largo de cinco siglos. Oswald Spengler lo consideró un verdadero «héroe de
la raza» que conquistó inmensos territorios con un grupo muy reducido de
hombres. Para miles de personas encarna a un verdadero héroe civilizador, un
auténtico profeta moderno que consiguió expandir el cristianismo. En cambio,
para otros, siguiendo al dominico padre de la corriente humanista de la Iglesia
Católica del siglo XV Bartolomé de Las Casas, fue un ambicioso más, que no dudó
en destruir todo un imperio para conseguir sus fines. ¿Por qué hablar de
Cortés?
Nuestro
clivaje histórico: el despojo.
Quiero
tomar al autoproclamado Amadís de Gaula, Hernán Cortés, paladín de batallas
épicas y cruentas contra los Mexicas, porque en ese andar quedó una huella
perenne de dolor y queja. Enlaza con la tesis cultural de lo que significa ser
hispano y colono, al decir de Guillermo Morón: 1.-vocación de pueblo mestizo,
2.- influencia de la fe católica y 3.-afán emancipador bajo el ideal de Cabildo
Abierto, expresión originaria de ciudadanía y república. Este último elemento
cultural, la más débil de las virtudes.
El
mayor atributo de Hernán Cortés, como sostuvo Salvador de Madariaga, fue su
genialidad política. Sus dotes diplomáticas, su capacidad de seducción y visión
de futuro. Genialidad semántica acompañada de su ego guerrista, sangriento,
radical y cruel, con enemigos y traidores. Un talante feroz, que dice mucho de
la idealización del hombre [aun forastero] sobre pueblos subyugados y
asaltados. Cortés es heroísmo militar, arrojo en la batalla y temeridad.
También empatía y comprensión con los naturales de carácter pactista. Él mismo
subraya su intención de pactar a toda costa antes que hacer la guerra, “por lo
que plantea la matanza de Cholula como defensiva [advertencia] para evitar la
destrucción de la capital mexica”.
Cortés,
Colón y Pizarro-iconos de la conquista hispana-tienen en común ir por las
riquezas del nuevo mundo, cristianizar los colonos y lograr el honor y la
gloria por sus dominios y territorios. Este deleite por el superhombre, concede
en el análisis historiográfico, la respuesta al culto de la personalidad, la
fascinación de los pueblos por el hombre de poder; por el todopoderoso, por
estado-imperio; la centralización; los negocios de la mano [mordida] del
estado; la externalidad como cultura y no menos relevante, el mesías [el
caudillo], como patrón/rigor de mando.
Es el
afán providencialista de Cortés: “El elegido para expandir la cristiandad por
territorios ignotos” apunta Maira Caballos. “Son reiteradas las alusiones a la
voluntad del Altísimo y a su continua ayuda, tratando de evidenciar el carácter
sagrado de su empresa”. La gran batalla de Cortés fue su lucha por la
eternidad. ¿Cuántos quieren reencarnar a Cortés? ¿Cuánto mito convertido en
épica? ¿Cuánta identidad con el hombre-Amadís, el hombre-Aquiles, guerrero y
redentor, mesiánico y pastoral, quien en el poder reescribe la historia?
¿Cuántos hoy deseando eternizarse, vistiendo de túnica como Jesucristo, pero
con licencia para excluir, controlar y despojar?
Los
egos y el robo del alma
“Moctezuma
II, con lágrimas en los ojos, se negaba a renunciar a sus dioses, de los que
decía que eran muy buenos pues «le daban agua, pan, salud y claridad y todo lo
necesario». Como ha escrito Octavio Paz, ningún otro pueblo se sintió tan
desamparado como los mexicas cuando interpretaron que el fin de su mundo, se
estaban cumpliendo. “Los hombres blancos no sólo les robaron su cuerpo ¡sino
también su alma! …”
Entonces
nuestra historia de viajeros de indias nos aporta otro elemento: cicatrices sin
sanar. Resentimientos. Desde la colonización, la esclavitud, las misiones
evangélicas, la división de clases; el desplazamiento de nativos y su
transculturización, más guerras contra naturales-de resistemcia, de
independencia y después civiles y montoneras-Hispanoamérica ha cargado un
reflujo de imposiciones, tradiciones, lengua, muerte, segregación, fe,
venganza, diversidad y ostracismo, que nos lleva a un metabolismo social
maravilloso de mestizaje e integración multicultural, pero sufrido en su alma
originaria.
El
despojo y la ansiedad ególatra del conquistador, el “robo del cuerpo y del
alma”, ha creado un marcaje que facilita la narrativa [exacerbada] de desquite
y reparación…Hernán Cortés es un ritual andante, un fundamentalista del
combate, un místico auto-consagrado en el siglo de oro, quien creía que «La
vida es breve, la muerte cierta, el bien vivir es bueno, pero el bien morir
gloriosos”.
Es la
guerra inherente al hombre. Es la oda para morir por el poder, no el poder para
vivir y dar la vida, libremente. El alma de la nación al servicio del nuevo
hombre-Cortés, el hombre imperio, el hombre-armadura, sin pena ni gloria. Un
terrible arquetipo de superhombre, que amolda la república a su imagen y
semejanza. Y lloran los Moctezumas…
El
síndrome del hijo único.
La
historiografía cortesiana nos confirma “el afán de héroe-civilizador, del
Moisés moderno, del caudillo ególatra, propio de un hijo único”. En ese cajón
de voluntarismo identitario, de impronta mansa y guerrera a la vez-subyace el
hijo noble a la cristiandad e irreverente al dominio. Los hispanos nos
adeudamos un impostergable reencuentro cultural, un gesto de redención grupal,
donde el héroe-civilizador sea cada uno de nosotros.
Redactado
de su puño y letra [Cortés] construyó su mito a través de sus propias Cartas de
relación, contando con humanistas y clérigos idólatras de la diócesis de Osma,
Francisco López de Gómara y Francisco Cervantes de Salazar…Pero como dijo
Antonio de Solís en el siglo XVII, “la verdad es el alma de la historia, según
la forma en que nos aproximamos al pasado”, y agregaría yo, según la forma como
nos desatemos del presente…
La
revolución pasó de moda en el mundo civilizado. La guerra dejó de ser inherente
al hombre…Dejémosle esa expresión a Santo Tomás y San Agustín, a sus tiempos, a
su pasado. Dejemos a Cortés descansar en paz. El hombre nuevo, el de hoy, eres
tú.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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