Orlando Viera-Blanco 28 de julio de 2022
@ovierablanco
La
colaboración y obra de Émile Zola sobre la novela experimental es fundamental
para comprender los denominados procesos cognitivos, epistemológicos, de cómo
observamos, experimentamos, aprendemos y validamos una hipótesis, para dar con
una solución.
No
comamos cuentos…
En El Mensajero de Europa, Zola lanza a la humanidad una obra copiosa: 64 textos entre 1875 y 1880 entre los cuales cabe destacar diversos fragmentos de L’assommoir [el aturdidor] y el estudio titulado Le roman expérimental [la novela experimental]. Este amplio ensayo—indispensable para conocer los fundamentos doctrinales del naturalismo—fue escrito en 1879 y apareció publicado más tarde en Le Voltaire, diario de tendencia republicana.
Quiero
destacar al decir de Zola, “como del empirismo, poco a poco, pasamos a la
verdad, gracias al método experimental”. No a la imaginación, no al
voluntarismo, no a la idealización o a la manipulación que pretende convertir
la realidad “en un maridaje de ficción a todas luces imposible de corte
cientista, por ser una especulación romántica de corte cuentista. Reza el
proverbio: “no comamos cuentos”.
Diseccionar
la política
Cuando
esta dinámica de experimentar para dar con soluciones se traslada a
la política, pasamos de una logicidad de soñar milagros a soñar
realidades. Me decía el gran artista venezolano, Jacobo Borges: “No se
sueña dormido, se sueña despierto, para poder andar y hacerlo realidad”.
Claude
Bernard -apunta Zola- ha combatido toda su vida para hacer entrar la medicina
en una vía científica. Asistimos así, a los balbuceos de una ciencia que se
desprende [y se defiende] del empirismo para fijarse en la verdad, gracias al
método experimental. Escribe Bernard: “Damos el nombre de observador al que
aplica los procesos de investigación simples o complejos un estudio de los
fenómenos donde nada varía y todo queda tal como la naturaleza se los ofrece.
Damos el nombre de experimentador al que utiliza los procesos
investigaciones-simples o complejos-para variar o modificar los fenómenos”.
Como
Zola, deseo proponer el método experimental como conductor de
conocimiento tanto de la vida física como de la vida pasional e intelectual.
Una misma ruta de la química a la fisiología, de la fisiología a la
antropología, de la cultura y la antropología a la sociología, de la sociología
a la política, de la política al derecho, del derecho a la reforma y de la
reforma a la justicia y a la paz. Un orden que va de lo humano al
hombre-verdad: organizado, educado, convivencial, ciudadano, racional, por
experimentado, no por simple contemplador aturdido. Es padeciendo
la historia como el hombre sobrevive sus pestes, enfermedades,
guerras, conquistas o tiranías.
La
ciencia experimental-sentencia Zola-no debe inquietarse por el porqué de las
cosas, sólo explica el cómo. Y en el cómo está la solución. No se
cura un cáncer por observarlo. Se cura por experimentar que es modificar,
ajustar, verificar su raíz. Mutatis mutandis, el análisis social y
político explica el porqué del fenómeno, el presente, el estatus
quo. Pero no basta el diagnóstico, que es idealización. Es preciso pasar a la
experimentación, la realización, que es frente al fenómeno, acometer la
reforma.
Ya en
la profética Carta de Jamaica de Bolívar [1815], percibimos que “el valor
universal del Libertador no fue la guerra de Independencia, sino su profundo
carácter de reformador social. Su maestro Don Simón Rodríguez-testigo de
aquella actitud-afirmó 2 años antes de la muerte Bolívar [1.828], que esa
reforma nunca se había intentado”. Habría que alertar, hoy en día, aun no la
hemos experimentado.
Es
momento de diseccionar la política. De asumir responsabilidades históricas.
Hemos vivido los efectos de la exclusión, el populismo y el rentismo. Un cáncer
sistémico. ¿Hemos experimentado su cura? No se trata por cierto de una receta
económica. Es conociendo el cómo llegamos aquí, la violencia pasiva, que
es indiferencia, ignorar, rechazar al débil, como podemos generar procesos de
saneamiento de desórdenes y desigualdades sociales. En la
política, la antropología y la sociología conocer el problema es participar de
él. Y no lo resuelven los aturdidores. Lo resuelve cada
ciudadano, dando los buenos días….
El
desabrido esperar
“El
experimentador-dice Zola-es quien en virtud de una interpretación más o menos
probable de los fenómenos observados, instituye la experiencia de manera que,
en el orden lógico de las previsiones, dicha experiencia ofrezca un resultado
que sirva de control a la hipótesis o a la idea preconcebida…”
Me
atrevo a lanzar una hipótesis: “Si deponemos nuestra actitud pasiva, nuestra
aproximación omnisciente, erudita, crítica, por una acción participante de
reforma social, los procesos de cambio serían más empáticos y en efecto,
plausibles”
El
problema no es la dictadura. Es el aturdidor. El que todo lo sabe
porque todo lo observa, pero nada arriesga, nada experimenta. No
familiarizarnos con el problema, negarlo o desconocerlo, impide una solución.
Poco o nada nos sentimos responsables de nuestra realidad, de nuestra tragedia,
porque desconocemos lo que sufre el ignorado. No podemos disecar la
humanidad pretendiendo no ser parte de ella. Tampoco apuesto desconfiar de la
idealización por elegir una experimentación con “un esqueleto teórico de corte
cientificista” {Dixit Leopoldo Alas, critico de Zola]. No todos los somos
[experimentados] pero si es nuestro deber aceptar e identificar el problema,
viviéndolo. ¿Qué siente hoy un venezolano qué ha cabalgado de Venezuela a
México o Argentina? Sin duda siente tanto rechazo por el régimen o la clase
política, como por los aturdidores, que podemos ser Usted o yo.
Mi
búsqueda es una mirada sobre la naturaleza del hombre. No seguir
escribiendo una novela de exposición, prólogo, nudo, clímax y
desenlace. Es adoptar una lógica histórica-un censo de experiencias,
odiseas, desprecio y necesidades-que anule la evasión de culpas.
Experimentar
es, por ejemplo, leer literatura clásica, cotejarla con la vida y
sensibilizarnos. Es leer Los hermanos Karamazov de
Dostoyevsky, el Drama de Iván [Ateo] Dimitri o Alexei [ortodoxo] como propio.
No es idealizar. Es experimentar sufriendo, que es soñar despierto. Es Leer
Tempestad de Shakespeare comprendiendo como el que más, la doble bendición
del perdón de Próspero a su hermano…Las tempestades [las dictaduras], no
acaban porque escampa, sino cuando redimo la naturaleza de las cosas, que es la
reforma…
Dijo
El Libertador: “¡El castigo más justo es aquel que uno mismo se impone…” Que
mayor castigo que observar pasivamente, lo cual es soñar dormidos o quedar
aturdidos por parar de soñar…!despiertos!
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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