SADIO GARAVINI DI TURNO 22 de julio de 2022
@sadiocaracas
El historiador británico y profesor de la Universidad de Harvard, Niall Ferguson, comentando sobre el giro a la izquierda de Chile en materia económica y política, mencionó que si bien, durante las últimas décadas, Chile había sido “muy inteligente”, el “más inteligente de América Latina”, ahora parece estar comenzando a “ejercer su derecho a ser estúpido”. Efectivamente, Chile ha sido de lejos la sociedad latinoamericana que no sólo tuvo el mayor crecimiento económico, sino que logró la mayor reducción de la pobreza, el aumento del bienestar social, el crecimiento de las clases medias y la movilidad social, la expansión de la educación y hasta disminuyó la desigualdad, aunque siga siendo alta. Más recientemente, en cambio, se ha caracterizado por la violencia, la inestabilidad política y la crisis socioeconómica. En las últimas elecciones, la mayoría del electorado descartó los partidos moderados de centro derecha y de centro izquierda, que habían gobernado durante los años del crecimiento socioeconómico y optó decidir entre la izquierda populista y la derecha radical. Además, una Asamblea Constituyente, electa en medio de la violencia política, preparó un proyecto de Constitución de 388 artículos, que The Economist define como “una lista de deseos izquierdista, absurdamente larga, fiscalmente irresponsable y a veces alocada (dotty)”. Veremos pronto si Chile seguirá ejerciendo su derecho a ser estúpido.
Pero,
el derecho a ser estúpido no se ejerce sólo en Chile. Argentina parece que lo
ejerce desde hace tiempo. Durante las primeras décadas del siglo pasado,
Argentina tenía el ingreso “per capita” más alto de América Latina y superior
al de Francia, Italia, España, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Todos son
ahora países plenamente desarrollados, mientras Argentina descendió al
subdesarrollo. Mucho tuvo que ver la polarización entre el populismo
socioeconómico peronista y la torpeza de la rancia oligarquía agroindustrial.
Perú también ejerció su derecho a ser estúpido en varias ocasiones, pero, en
particular, cuando decidió elegir a Fujimori en cambio de Mario Vargas Llosa,
quien hubiese aplicado el mismo exitoso plan económico del primer mandato de
Fujimori, sin la corrupción y la violación de derechos humanos del autócrata.
Más recientemente, Perú volvió a ejercer su derecho a la estupidez al optar por
decidir, en las elecciones presidenciales, entre un soberano ignorante de la
izquierda radical y la derecha autoritaria de la hija de Fujimori. Venezuela
ciertamente ejerció su derecho a ser estúpida cuando en 1998 decidió darle la
presidencia a un militar golpista, “enamorado” del modelo fracasado de la “isla
de la felicidad” castrista.
Colombia, en las recientes
elecciones presidenciales, parecía que también iba a ejercer su derecho a ser
estúpida, al optar entre la izquierda radical de Petro y el populismo
“bukelista” de Hernández. Sin embargo, la ejemplar conducta democrática del
presidente electo, en su entrevista con Duque, su invitación para dialogar a
Uribe y al propio Hernández, fomentan la esperanza que Colombia podría ser
distinta. También el nombramiento como Canciller del conservador moderado
Álvaro Leyva Durán, del respetado economista José Antonio Ocampo, como Ministro
de Hacienda y del prestigioso ex rector de la Universidad de los Andes y
candidato presidencial centrista, Alejandro Gaviria, dan la impresión que Petro
no quisiera ejercer su derecho a ser estúpido. Veremos.
SADIO
GARAVINI DI TURNO
@sadiocaracas
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