Por Vladimiro Mujica, 07/11/2013
Debo confesar que he leído con avidez algunos
de los documentos publicados en Aporrea acerca del debate interno en las filas
de la revolución acerca de la profunda crisis por la que atraviesa Venezuela.
Uno especialmente interesante, tanto por la claridad con la que está escrito
como por el papel de liderazgo que asume el exministro de Planificación del
gobierno del presidente Hugo Chávez, Felipe Pérez Martí, es el llamado ¿Qué
hacer?, en alusión al manifiesto político publicado por Lenin en 1902 y que
trataba sobre los problemas “candentes del movimiento”. Fiel a su origen
referencial histórico, los autores del ¿Qué hacer? tropical se hacen un
conjunto de reflexiones cuyo destinatario es, en última instancia, el
presidente Nicolás Maduro.
Lo primero que llama la atención es el
reconocimiento descarnado de la profunda crisis económica del país. Cito parte
del Resumen Ejecutivo de ¿Qué hacer?: “En este documento planteamos la
necesidad de hacer cambios significativos en la política económica tendientes a
avanzar la revolución en el terreno económico, luego de los avances hechos en
materia política y social. Los cambios consisten en profundizar la revolución
socialista. Los problemas que hay que solucionar tienen que ver con una
inflación endémica y un aparato productivo que no ha respondido a los estímulos
de gasto público, mientras se ha profundizado la dependencia rentística del
petróleo. Pueden ser caracterizados por una inflación por encima de mil puntos
porcentuales en los 14 años de gobierno, con el precio de los alimenticios
subiendo 1.760%, siendo la cifra más alta de toda Latinoamérica, con signos
claros de aceleración, pues la inflación de mayo llegó a 6%, más alta en un mes
que la de todo el año en Latinoamérica.
La producción solo ha crecido en 10%, la más
baja de la región, excepto Haití. El índice de industrialización siguió bajando
en nuestro gobierno, situándose en 13,9% el año pasado, cuando había llegado a
20% en 1986, y las exportaciones no petroleras pasaron de ser, de 40% del
total, a solo el 4% en 14 años. La situación fiscal es grave, llegando a 15%
del PIB, con problemas para financiar los gastos sociales, con una situación de
producción petrolera muy problemática, a pesar de los altos precios petroleros,
y se ha recurrido a la emisión de dinero del BCV para financiarla”.
El Resumen Ejecutivo continúa evaluando el
origen de la situación: “Las causas de la situación tienen que ver con el
aumento del tamaño del Estado centralizado heredado de la Cuarta República, que
no pudiendo transformarse desde arriba, ha absorbido en su corrupción buena
parte de nuestra gestión, bien intencionada.
Además, el gasto social y el estímulo
productivo se han convertido en inflación, y no en producción, en presencia de
un régimen cambiario y unas políticas de importación que han perjudicado el
desarrollo productivo, sobre todo por la emisión de papel moneda por parte del
Banco Central”.
Y termina proponiendo un conjunto de medidas
inmediatas, entre las cuales destaco solamente el encabezado de la sección:
“Decretar una Emergencia Nacional del Poder Popular, con un Comando llamado
Golpe de Timón, liderado por un Vicepresidente de Asuntos Sociopolíticos, que debe
ser el ministro de las Comunas. En el Comando deben estar todos los ministerios
que tienen que ver con las misiones”.
Uno no puede sino maravillarse frente al
candor revolucionario que exuda el análisis del equipo redactor, quienes por
cierto asumen una autoría colectiva preocupados por la intolerancia y la
persecución dentro de las filas revolucionarias, al escribir lo que escriben y
simultáneamente aseverar que la cura del mal es profundizar las raíces del mal
que ha producido este desastre. El Poder Comunal y las Milicias Populares son
probablemente las instancias más acabadas de desconocimiento de la Constitución
Nacional y es lo que se esgrime como la piedra angular de la solución para
acabar con la corrupción y salir de la gravísima crisis que agobia al pueblo
venezolano.
En un sentido muy profundo el ¿Qué hacer?
tropical es un verdadero ornitorrinco ideológico y político. Por un lado, sus
autores se atribuyen una “bien intencionada” gestión y, abogan por la
profundización de la revolución y el poder popular a pesar del desastre que 15
años de gobierno chavista han traído al país, y, por el otro se expresan a
favor del mantenimiento de ciertas licencias democráticas “burguesas”, como
proponer que se nombre a un nuevo presidente y directorio del BCV que cuenten
con el consenso de todos los miembros de la AN; esto es, incluyendo a los
odiados apátridas y traidores que en la jerga revolucionaria componen las filas
del movimiento democrático de resistencia.
El documento verdaderamente no tiene pérdida
en cuanto a ilustrar hasta qué punto el chavismo y sus herederos se creen
verdaderamente portadores de una especie de posición ética y moral superior, a
la par que se asumen como los verdaderos representantes del pueblo.
Paradójicamente, uno casi se tiene que contentar por la existencia de grupos
como ¿Qué hacer? al contrastar sus planteamientos con los de los grupos más
atrasados del “proceso” que tildan de fascistas y quinta columna al grupo de
Pérez Martí y compañía. Ello, sin mencionar a los sectores abiertamente
comprometidos con la corrupción roja, rojita.
Cuidado deben tener muchos sectores de la
oposición en alegrarse o compartir el Golpe de Timón que sugieren Pérez Martí y
la gente de ¿Qué hacer? Si cabe, en lenguaje coloquial, podríamos saltar de
Guatemala a Guatepeor en todo lo que tiene que ver con democracia y libertad a
pesar de la visión económica más racional y realista de sus integrantes.
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