ALBERTO BARRERA TYSZKA 17 DE NOVIEMBRE 2013
Cambio una revolución por una
licuadora. Por fin el paraíso ha llegado a nosotros. Ahora resulta que consumir
nos devuelve la autoestima, que comprar barato o comprar sin pagar nos da
seguridad en nosotros mismos, nos afirma como pueblo. El socialismo del siglo
XXI es el antiguo consumismo del siglo XX. Devuélvanse. La utopía queda atrás.
Los hijos de Bolívar son capaces de
hacer 30 horas de cola para obtener un televisor rebajado. Y algunos miembros
de la Fuerza Armada, revolucionaria y antimperialista, son capaces de organizar
las filas y cobrar algún dinero por los cupos. Y, del otro lado de la vitrina,
los comerciantes son capaces de esconder la mercancía o de ponerse a
re-remarcar los precios a una velocidad insospechada. Y el gobierno, mientras
tanto, es capaz de declararse víctima de todo este sistema que él mismo
promueve, ordena y controla. Si este proceso tenía algo de socialista y de
izquierda, Nicolás Maduro lo enterró definitivamente esta semana. En muy pocos
días, han convertido la autoproclamada revolución en un gran festival de
homenaje al capitalismo. Ahora, la Venezuela saudita es su bandera.
Es evidente que no se trata de un plan
sino de un desespero. Ven venir el colapso total de todos sus gobiernos y
quieren salvarse. No saben cómo hacer para que ese 50% de inflación no los
manche. Basta con realizar un seguimiento de las declaraciones oficiales para
darse cuenta de que solo tienen un hipo discursivo. El presidente llama un día
a ahorrar, al día siguiente nos insta a consumir de cualquier manera, hasta
dejar limpios los anaqueles; luego amenaza a comerciantes y empresarios,
después los invita a que inviertan en el país; más tarde nos pide que denunciemos
a los saqueadores… Maduro practica un extraño aerobics retórico que cambia
radicalmente de rutina cada dos segundos. Sus colaboradores lo siguen con
entusiasmo. El vicepresidente declara que el dólar paralelo es una “ficción”.
El ministro de Comercio afirma que la inflación es “el resultado de una
estrategia de la oposición”. Nadie entiende nada. Necesitamos
urgentemente un nuevo Órgano Superior de Traducción Simultánea.
Creo que todos estamos de acuerdo: los
especuladores deberían ser perseguidos y castigados. Pero no dejemos fuera al
gobierno, que lleva años viviendo y beneficiándose de la especulación. Que con
un barril a más de 100 dólares diseña su presupuesto a 60 y jamás nos rinde
cuentas claras sobre lo que hace o no hace con los otros 40 dólares. Que nunca
ha sido transparente y nos ha comunicado la lista de empresas a la que les
otorga millones de dólares. Peor aún: que ha despedido a aquel funcionario que
se ha atrevido a denunciar las empresas fantasmas a las que se les dieron más
de 20.000 millones de dólares. Ese es nuestro gran especulador. El gobierno que
recibe y distribuye las divisas. Que cambia y juega a su antojo con el dinero.
El gobierno que tiene y ha tenido todo el poder para consolidar un nuevo
sistema de privilegios cuyas distorsiones ahora empezamos a sufrir. El mercado
negro es rojo. El dólar negro es rojo. La especulación es, también, roja
rojita.
¿Alguien recuerda, ahora, cómo se
llenaban la boca hablando de los dos modelos, convocando al país a un profundo
debate ideológico? Puro descaro. Pura sinvergüenzura vestida de Alí Primera. La
revolución bolivariana terminará siendo solo un gran negocio. El socialismo del
siglo XXI se está descascarando. Cada vez tiene menos maquillajes. Necesita
secuestrar y encarcelar a periodistas. Como lo hizo en estos días con Jim Wyss,
reportero del Miami Herald. Necesita la vulgar complicidad del CNE,
que sigue sin pronunciarse sobre el decreto oficial del 8D como “Día de la
lealtad a Chávez”. Necesita sobornar o extorsionar a diputados, realizar
maniobras oscuras, para desconocer cada vez más la voluntad del pueblo. ¿Acaso
eso no es usura? ¿Acaso no nos están robando, día a día, el Estado y la
democracia?
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