Vladimiro Mujica Jue Nov 14,
2013
Es imposible escapar a la sensación de
que el gobierno venezolano juega a estimular un tipo de caos de baja intensidad
que una parte de la población percibe como una tragedia pero que otros sectores
pueden interpretar como una reacción justificada para defender a la revolución
en contra de la "guerra económica" desatada por sus adversarios. Ya
varios analistas han señalado con lujo de detalles las similitudes entre lo que
está haciendo el gobierno de Maduro y lo que Mugabe hizo en Zimbabue. El caso
es tan claro, que uno puede hablar sin ambages de la operación Mugabe-Maduro
para referirse a lo que está ocurriendo, o con su acrónimo, la operación MM. El
nombre es un acto de justicia: por un lado se reconoce la paternidad del
déspota africano y por el otro se destaca la contribución caribeña al proceso
de destrucción de un país.
En condiciones normales, la verdad
aceptada por la gente está influenciada por muchos factores, entre ellos los
medios de comunicación y las interpretaciones que se construyen en los tanques
de reflexión de las grandes corporaciones, los gobiernos u organizaciones
políticas y sociales. De hecho, el concepto de verdad "objetiva" prácticamente
ha quedado relegado a ciertos espacios de las ciencias naturales, y aun es
estos ámbitos es discutible, porque en definitiva el objeto de la ciencia no es
la realidad "verdadera" sino la realidad medible y emergente que se
puede representar mediante modelos y paradigmas que pueden cambiar en el
tiempo. En el dominio público, la posibilidad de la existencia de una verdad
conveniente es una cuestión perturbadora que genera muchas dudas sobre la forma
en que se manejan las palabras y como se construyen aparentes certezas de
realidades fragmentarias y manipuladas, o simples mentiras.
Uno de los ejemplos más recientes fue
la manipulación del gobierno norteamericano, secundada por Gran Bretaña,
durante la presidencia de George Bush Jr, para justificar la invasión a Irak
con el argumento de la posesión de armas de destrucción masiva. No que Saddam
Hussein no fuera un tirano impresentable, que merecía lo que le vino en
destino, pero es indudable que se construyó una verdad aceptable para el pueblo
norteamericano que justificara la invasión sobre argumentos que luego
resultaron insostenibles.
En este contexto, el caso venezolano
es especialmente patológico, y probablemente sus más claros antecedentes estén
en los regímenes totalitarios del siglo pasado en Europa. La manipulación de la
realidad en nuestro país cabalga y se sostiene en la decisión de la revolución
de modificar los paradigmas culturales, políticos y sociales de los
venezolanos.
En este sentido, el atribuir la crisis
económica a una supuesta guerra de la burguesía y sus aliados imperiales es una
consecuencia lógica de la conducta del chavismo durante estos últimos quince
años. Por mucho que a la clase media le parezca que la conducta del gobierno es
suicida y que conduce cada vez en mayor grado a penurias para la población, hay
un sector importante del pueblo que se cree y respalda la construcción de la
verdad revolucionaria. En un sentido muy profundo, la existencia de dos
verdades es una consecuencia de la profunda división del país.
De hecho, la Operación MM le puede
resultar exitosa al gobierno de Maduro en la medida en que la misma apunta a
diluir y trasladar su responsabilidad en adelantar una desastrosa política
económica y fiscal para hacerla recaer en un supuesto sabotaje de la oposición "apátrida."
El caos de baja intensidad provocado por la conducta permisiva y
anticonstitucional del gobierno para facilitar la quiebra del Estado de Derecho
pretende no solamente generar una nueva inyección de miedo entre la población,
sino convencer a sus propias huestes de que en verdad el desabastecimiento, la
escasez y la inflación son producto de una maniobra de los sectores
contrarrevolucionarios.
El caos controlado juega también un
importante papel en relación con las venideras elecciones. Por un lado, en el
escenario de que se den las elecciones, y contrariamente a lo que puede pensar
la oposición, puede mejorar la percepción del gobierno entre los sectores
cercanos al chavismo, algo que es de importancia vital vistas las recientes
estadísticas que evidenciaban una erosión del apoyo a Maduro. En otra
dirección, si el caos controlado degenera en violencia, el gobierno siempre
tiene el expediente extremo de suspender las elecciones por razones de
seguridad pública y amparados en el control institucional.
Si eso ocurre, la decisión de
suspender los comicios de diciembre no sería entendida como un acto de miedo a
perder sino como una reacción de protección a la ciudadanía.
Vista en su conjunto, la Operación MM
está bastante bien blindada, a pesar, y a propósito, de su perversa concepción.
Ello obliga a la oposición democrática a plantearse las respuestas adecuadas
para una trampa tan compleja. Pienso que es necesario escalar la apuesta de
diciembre. Llegar a las elecciones en medio de un ambiente de protesta y de
movilización ciudadana pacífica que le dificulte al gobierno manejar la idea de
que el descontento se limita a los sectores burgueses de y clase media. Hoy más
que nunca se impone trascender los alcances de la MUD como espacio de
concertación electoral y dotar al movimiento opositor de una verdadera
dirección política.
Ello conduce cada vez más a la idea de
que las elecciones de diciembre, si se realizan, pueden adquirir las
dimensiones de un voto de confianza implícito, para no llamarlas un plebiscito,
sobre el gobierno de Maduro. Ello no puede ser impuesto pero sería el resultado
más favorable de esta contienda.
El reto del caos controlado tiene que
tener una respuesta contundente que, paradójicamente, puede ayudar de modo
indirecto a los esfuerzos de reconciliación que algunos sectores están
promoviendo y que probablemente sean más necesarios que nunca en el apretado
futuro que se respira para nuestro país.
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