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lunes, 11 de noviembre de 2013

El silencio

JULIO DÁVILA CÁRDENAS sábado 9 de noviembre de 2013

Prácticamente  todos  quienes habitamos en este país nos damos cuenta de la gravísima situación en que se encuentra Venezuela. Quizás algunos que continúan disfrutando de las mieles del poder traten de desmentirlo, pero en el fondo saben perfectamente que nos están llevando directo al despeñadero. Pero no sólo es a nosotros como individuos, arrastran también a lo que queda de lo que alguna vez fue el aparato productivo del país y ese poderoso huracán se lleva igualmente a los valores morales.

Ante una situación como esa, en la que vemos cómo se está perdiendo el proyecto de vida ya no nuestro, sino el de nuestros hijos, nietos y generaciones futuras, es necesario no cesar de repetir lo imperioso que resulta levantar la voz y actuar para tratar de detener esta barbarie. No podemos continuar manteniendo silencio ante tanta siembra de odio que se hace frecuentemente con total impunidad. Basta observar la forma en que se denigra a quienes se osan oponer a las arbitrariedades del régimen y cómo se les expone al desprecio público, sin que los legalmente responsables de mantener el Estado de Derecho hagan algo que impida semejantes desafueros. Todos quienes transitan por el centro de la ciudad pueden observar los carteles en que se convoca a la ciudadanía a reconocer y por descontado a perseguir, a quienes consideran como la trilogía del mal.


Resulta oportuno recordar el poema que algunos atribuyen a Bertolt Brecht y otros al pastor luterano Martin Niemöller, pero que independientemente de quién lo haya escrito muestra la necesidad de expresarse en situaciones de peligro.  Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,/ guardé silencio,/ porque yo no era comunista./ Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,/ guardé silencio,/porque yo no era socialdemócrata./ Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,/ no protesté,/ porque yo no era sindicalista./ Cuando vinieron a buscar a los judíos,/ no protesté,/ porque yo no era judío./ Cuando vinieron a buscarme,/ no había nadie más que pudiera protestar.  Si hubieran protestado contra el régimen nazi probablemente hubiesen muerto algunos, o muchos, pero quizás se podrían haber salvado cuarenta millones de personas, porque eso fue lo que el silencio costó.

Quizás muchos recuerden lo que significó el Manifiesto de los Intelectuales en 1957. Trajo cárcel para algunos, pero también dio inicio al despertar de todo un pueblo. Aun cuando haya quienes piensen que lo que sucede no es asunto que les competa, lo cierto es que el futuro del país es responsabilidad de todos. Por eso es necesario que dejen oír su voz para que esa mayoría que hoy se muestra defraudada pueda concurrir a votar el 8 de diciembre y exprese su repudio a tanto desacierto. ¡El silencio cuesta!


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