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domingo, 10 de noviembre de 2013

La utilidad del voto

ALONSO MOLEIRO 09 de noviembre de 2013
@amoleiro

Sabemos que las condiciones no son las idóneas. Pero hemos decidido remontar esta cuesta para salvar a nuestro país aún a sabiendas de las dificultades que se nos han impuesto. Nada de eso nos impide seguir avanzando. Nos esperan tiempos difíciles, pero hoy podemos afirmar que el triunfo de las fuerzas democráticas, encarnadas en la MUD, está más cerca. Que nadie deje de hacer su tarea el 8 de diciembre

Aunque no deja de ser comprensible, la peregrina interpretación según la cual votar ha sido un ejercicio inútil, puesto que no le ha permitido avanzar mayor cosa a las fuerzas democráticas en la compleja pugna política que ha comprendido estos lustros, es absolutamente equivocada.

Con un entorno institucional que todo el mundo sabe de antemano que está conjurado en su contra, el dragado colectivo del voto le ha permitido a la oposición venezolana acortar una distancia que basculaba sobre los 15 puntos porcentuales respecto a la ubicación del chavismo, para colocarla en los niveles actuales: una distancia que ya es inexistente.


Cuando se elaboran juicios críticos sobre el devenir de esta compleja lucha es necesario no dejar de ver jamás hacia atrás. Me refiero específicamente hacia el pasado reciente.

En un año como 2005, la ventaja del chavismo sobre la oposición no sólo era bastante holgada: sucedía además que la oposición no tenía idea exacta acerca de dónde estaba parada.

Algunos voceros fundamentales de la causa democrática estaban aún ganados por la causa del abstencionismo y existía una enorme renuencia a reconocer el arraigo y la pertinencia social de algunos postulados oficialistas.

La unidad de la oposición era apenas una aspiración: una tarea que se ejecutaba de forma apurada, conforme Miraflores fechaba de forma sorpresiva y artera nuevas citas electorales.

Referéndum de la Reforma; Gobernadores y Alcaldes, Parlamentarias, Referéndum de la Enmienda, presidenciales de los años 12 y 13: en cada uno de estos lances, el país democrático ha ido mejorando en su vocería, incorporando experiencias, aprendiendo de sus errores y afinando sus estrategias: del 36% obtenido por Manuel Rosales, la oposición creó un Comando Político, expresado en la MUD, trabajó de forma admirable sobre un horizonte programático, incorporó voceros civiles a sus filas, consolidó una definitiva renovación de sus dirigentes, y obtuvo un líder, aquella ausencia que parecía eterna, encarnado en el temido y demonizado Henrique Capriles Radonski, sin duda la figura política con mayor arraigo del momento en todo el panorama político nacional.

En el año 2008 el vínculo sentimental de la población en torno a la causa de la oposición ya estaba parado en torno a un 42% de las preferencias; llegó al 45 por ciento en 2009 y, con altibajos, ha estado habitando las terrazas del 50% de la población desde el año 2010.

Es muy importante no dejar de ver las cosas en perspectiva, ahora que la gravedad de la crisis económica se escala y la situación nacional se complica. La vida se nos ha puesto a todos especialmente compleja y plagada de obstáculos, y esta circunstancia puede que haga mella en nuestras esperanzas, pero los avances obtenidos en esta lucha llegados a este punto son inobjetables.

Es cierto: el chavismo ha entrado en una crisis severa e inédita, pero no está derrotado. Es un movimiento que en este momento tiene, por primera vez, un liderazgo discutido y endeble, pero sigue siendo un espacio cultural y político imposible de omitir.

Puede que a algunos les parezca que vamos demasiado despacio. La paciencia de muchos puede estar a estas alturas por agotarse luego de los años de lucha. Es esta, por ahora, una demanda sin solución: los tiempos históricos, como la cocción de una paella, tienen una velocidad concreta, que quizás no tiene sentido intentar forzar sin poner en peligro el alcance del resultado.

Sobre todo si los objetivos planteados son diseñados tomando en cuenta que deben ejecutarse manteniendo intacto el bien inestimable de la paz, conforme a lo prescrito en la Constitución.

El camino de la Constitución es el que debemos honrar como ciudadanos; el único posible si de verdad queremos hacer efectiva la reconciliación nacional, normalizar la vida del país y darle un giro radical al camino hacia el atraso que estamos emprendiendo.

Toda esta perorata quiere servirle de preámbulo a la que considero la nuez de esta nota. Concurrir a votar el 8 de diciembre no es un trámite administrativo o un llamado hecho a placer para complacer egos municipales.

Votar masivamente contra el actual estado de cosas es un ejercicio consciente de presión política para enviarle a la nación, a toda la nación, un mensaje concreto: en Venezuela se viene gestando la irrupción de una nueva voluntad, que va encaminada a ser absolutamente mayoritaria, como alguna vez fue el chavismo, que está completamente inconforme con el país que tiene, y que está dispuesta a hacerse oír.

Sabemos que las condiciones no son las idóneas. No estamos descubriendo el agua tibia: todos hemos decidido remontar esta cuesta para salvar a nuestro país aún a sabiendas de las dificultades que se nos han impuesto.

Tampoco confiamos en el tejido institucional existente, porque ha dado comprobadas muestras de que sus decisiones las toma sentada en una mesa con el partido de gobierno.

No importa. Nada de eso nos ha impedido seguir avanzando. No hay triquiñuela técnica que pueda con el espiral de inconformidad que se viene gestando.

Nos esperan tiempos muy difíciles, pero, sin duda, hoy podemos afirmar que la causa del triunfo de las fuerzas democráticas, encarnadas en la MUD, está más cercana que nunca. Que nadie deje de hacer la tarea el 8 de diciembre.


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