ALONSO MOLEIRO 09 de noviembre de 2013
@amoleiro
Sabemos que las
condiciones no son las idóneas. Pero hemos decidido remontar esta cuesta para
salvar a nuestro país aún a sabiendas de las dificultades que se nos han
impuesto. Nada de eso nos impide seguir avanzando. Nos esperan tiempos
difíciles, pero hoy podemos afirmar que el triunfo de las fuerzas democráticas,
encarnadas en la MUD, está más cerca. Que nadie deje de hacer su tarea el 8 de
diciembre
Aunque no deja de ser comprensible, la
peregrina interpretación según la cual votar ha sido un ejercicio inútil,
puesto que no le ha permitido avanzar mayor cosa a las fuerzas democráticas en
la compleja pugna política que ha comprendido estos lustros, es absolutamente
equivocada.
Con un entorno institucional que todo
el mundo sabe de antemano que está conjurado en su contra, el dragado colectivo
del voto le ha permitido a la oposición venezolana acortar una distancia que
basculaba sobre los 15 puntos porcentuales respecto a la ubicación del
chavismo, para colocarla en los niveles actuales: una distancia que ya es
inexistente.
Cuando se elaboran juicios críticos
sobre el devenir de esta compleja lucha es necesario no dejar de ver jamás
hacia atrás. Me refiero específicamente hacia el pasado reciente.
En un año como 2005, la ventaja del
chavismo sobre la oposición no sólo era bastante holgada: sucedía además que la
oposición no tenía idea exacta acerca de dónde estaba parada.
Algunos voceros fundamentales de la
causa democrática estaban aún ganados por la causa del abstencionismo y existía
una enorme renuencia a reconocer el arraigo y la pertinencia social de algunos
postulados oficialistas.
La unidad de la oposición era apenas
una aspiración: una tarea que se ejecutaba de forma apurada, conforme
Miraflores fechaba de forma sorpresiva y artera nuevas citas electorales.
Referéndum de la Reforma; Gobernadores
y Alcaldes, Parlamentarias, Referéndum de la Enmienda, presidenciales de los
años 12 y 13: en cada uno de estos lances, el país democrático ha ido mejorando
en su vocería, incorporando experiencias, aprendiendo de sus errores y afinando
sus estrategias: del 36% obtenido por Manuel Rosales, la oposición creó un
Comando Político, expresado en la MUD, trabajó de forma admirable sobre un
horizonte programático, incorporó voceros civiles a sus filas, consolidó una
definitiva renovación de sus dirigentes, y obtuvo un líder, aquella ausencia
que parecía eterna, encarnado en el temido y demonizado Henrique Capriles
Radonski, sin duda la figura política con mayor arraigo del momento en todo el
panorama político nacional.
En el año 2008 el vínculo sentimental
de la población en torno a la causa de la oposición ya estaba parado en torno a
un 42% de las preferencias; llegó al 45 por ciento en 2009 y, con altibajos, ha
estado habitando las terrazas del 50% de la población desde el año 2010.
Es muy importante no dejar de ver las
cosas en perspectiva, ahora que la gravedad de la crisis económica se escala y
la situación nacional se complica. La vida se nos ha puesto a todos
especialmente compleja y plagada de obstáculos, y esta circunstancia puede que
haga mella en nuestras esperanzas, pero los avances obtenidos en esta lucha
llegados a este punto son inobjetables.
Es cierto: el chavismo ha entrado en
una crisis severa e inédita, pero no está derrotado. Es un movimiento que en
este momento tiene, por primera vez, un liderazgo discutido y endeble, pero
sigue siendo un espacio cultural y político imposible de omitir.
Puede que a algunos les parezca que
vamos demasiado despacio. La paciencia de muchos puede estar a estas alturas
por agotarse luego de los años de lucha. Es esta, por ahora, una demanda sin
solución: los tiempos históricos, como la cocción de una paella, tienen una
velocidad concreta, que quizás no tiene sentido intentar forzar sin poner en
peligro el alcance del resultado.
Sobre todo si los objetivos planteados
son diseñados tomando en cuenta que deben ejecutarse manteniendo intacto el
bien inestimable de la paz, conforme a lo prescrito en la Constitución.
El camino de la Constitución es el que
debemos honrar como ciudadanos; el único posible si de verdad queremos hacer
efectiva la reconciliación nacional, normalizar la vida del país y darle un
giro radical al camino hacia el atraso que estamos emprendiendo.
Toda esta perorata quiere servirle de
preámbulo a la que considero la nuez de esta nota. Concurrir a votar el 8 de
diciembre no es un trámite administrativo o un llamado hecho a placer para
complacer egos municipales.
Votar masivamente contra el actual
estado de cosas es un ejercicio consciente de presión política para enviarle a
la nación, a toda la nación, un mensaje concreto: en Venezuela se viene
gestando la irrupción de una nueva voluntad, que va encaminada a ser absolutamente
mayoritaria, como alguna vez fue el chavismo, que está completamente inconforme
con el país que tiene, y que está dispuesta a hacerse oír.
Sabemos que las condiciones no son las
idóneas. No estamos descubriendo el agua tibia: todos hemos decidido remontar
esta cuesta para salvar a nuestro país aún a sabiendas de las dificultades que
se nos han impuesto.
Tampoco confiamos en el tejido
institucional existente, porque ha dado comprobadas muestras de que sus
decisiones las toma sentada en una mesa con el partido de gobierno.
No importa. Nada de eso nos ha
impedido seguir avanzando. No hay triquiñuela técnica que pueda con el espiral
de inconformidad que se viene gestando.
Nos esperan tiempos muy difíciles,
pero, sin duda, hoy podemos afirmar que la causa del triunfo de las fuerzas
democráticas, encarnadas en la MUD, está más cercana que nunca. Que nadie deje
de hacer la tarea el 8 de diciembre.
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