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lunes, 17 de marzo de 2014

El dedo en la llaga, @Mario_Villegas


Por Mario Villegas, 16/04/2014

Todavía retumban las advertencias que dos domingos atrás lanzó el ex ministro Felipe Pérez Martí en reveladora entrevista exclusiva con Luz Mely Reyes. Según él, Venezuela está hoy al borde del abismo y es inaplazable un cambio radical en las políticas del gobierno, so pena de ser derrocado por sus propios partidarios.

“A Maduro no lo va a tumbar la clase media que hoy está protestando, sino el pueblo chavista, cuando se dé cuenta de que lo que ocurre no es responsabilidad del sector privado sino del propio gobierno”, fueron palabras textuales de quien ejerció la cartera de Planificación durante los años 2002 y 2003, bajo la presidencia de Hugo Chávez Frías.

Sin abandonar su respaldo a la llamada revolución bolivariana, la reaparición pública de Pérez Martí no sólo puso el dedo en la llaga y dejó sin piso el pretexto oficialista de la “guerra económica”, sino que en la práctica reconoció legitimidad a la protesta social y política. No hay que ser muy inteligentes para concluir que si el pueblo chavista tiene sobradas razones para protestar y hasta para querer “tumbar” a un gobierno colocado por él, tanto más podrían tenerlas los venezolanos que lo adversan o que, simplemente, no le son afectos.

En consecuencia, la motivación para el descontento popular no es una ficción, es una lacerante realidad que tiene su expresión más evidente en la aterradora inseguridad personal, el desesperante desabastecimiento de alimentos y medicinas, la pavorosa inflación, el alto costo de la vida, el desempleo creciente, los bajos salarios, la escandalosa y extendida corrupción administrativa, además de la exacerbada discriminación política. A todo ese coctel se suma ahora la brutal represión policial-militar combinada con grupos irregulares afectos al oficialismo y la inconstitucional pretensión gubernamental de conculcar el derecho a la protesta, dos nuevas razones que multiplican y agudizan el descontento.

Según el espíritu y la letra de la Constitución Nacional, todos los ciudadanos somos inocentes hasta prueba en contrario. Así que no toda protesta puede precalificarse de violenta, ni asociada caprichosamente a intereses golpistas o desestabilizadores, ni mucho menos a intereses de países o poderes foráneos.

Si factores violentos, que lo hay y a los que no me cansaré de rechazar, se aprovechan de alguna manifestación pacífica para ejercer acciones vandálicas, los organizadores de la misma están en el deber de excluirlos y denunciarlos, así como la autoridad pública en el deber de contenerlos mediante el uso proporcional de la fuerza. Pero es absolutamente inaceptable restringir arbitrariamente o conculcar el derecho constitucional a la protesta y a la libre expresión, no solo por razones de orden legal, sino por necesidades de la dinámica democrática. Una sociedad en la que se cierran las válvulas de escape con la pretensión de ahogar el descontento, lejos de lograrlo estará condenada al aumento de la presión social y a favorecer las tendencias ultrarradicales y violentas.

No puede el presidente Nicolás Maduro ni el alcalde Jorge Rodríguez prohibir que, por ejemplo, el movimiento estudiantil organizado o el gremio de los médicos y demás trabajadores de la salud, ejerzan el derecho a manifestar pacíficamente en el municipio Libertador, máxime cuando cualquier agrupación oficialista lo hace sistemáticamente hasta en las denominadas zonas de seguridad, donde no está permitido para nadie.

Parece un contrasentido que el gobierno esté convocando al diálogo a quienes califica de “asesinos”, “fascistas” y “apátridas”, como ha hecho con Henrique Capriles y tantos otros dirigentes de la oposición. ¿Cómo puede alguien entender, por ejemplo, que en la actualidad se esté reuniendo y acogiendo soluciones que desde hace tiempo vienen proponiendo Fedecámaras y otros actores del sector productivo, a quienes ha acusado de conducir una “guerra económica” y de ser “agentes del departamento de estado norteamericano”, como dijo de Jorge Roig. En efecto, es un contrasentido, que hemos de anotar como una tardía, disimulada e insuficiente rectificación.
Contrasentido también es que el presidente Maduro rompa relaciones diplomáticas con Panamá bajo el argumento de que su homólogo Ricardo Martinelli actuó como “lacayo del imperio” al pedir que la Organización de Estados Americanos analizara la situación política y los derechos humanos en Venezuela. ¡Caramba! ¿Por qué se rompen las relaciones con ese pequeño país latinoamericano mientras no se ha hace lo propio con Estados Unidos, el gigantón señalado de ser el verdadero inspirador y financista del “golpe de estado continuado” en nuestro país? ¿Por qué dárselas de valientes y pagarla con un pez chico y no hacerlo con el tiburón? ¿Habrá que cambiarle la letra a la famosa canción de Rubén Blades?

Aunque no puedo asegurar ni negar que poderes extra nacionales puedan estar dirigiendo o apoyando a sectores ultrarradicales en Venezuela, no vacilo en rechazarlos categóricamente, ya sean enemigos o partidarios del gobierno.

ENTREVISTA

Margarita López Maya, historiadora

“El gobierno y la oposición están muy extraviados”

-¿Cómo se puede denominar el momento político que estamos viviendo en Venezuela?
-Una tragedia que se está desenvolviendo y no sabemos cuándo va a terminar.

-¿A qué coyuntura histórica nacional o internacional se parece? ¿Por qué?
-A varias, pero a la que más se parece es al período que vino después de la muerte del general Juan Vicente Gómez, porque no había instituciones y la gente tuvo que salir a la calle a tratar de expresar su malestar y sus demandas.

-¿En qué se parecen y en qué se diferencian el presidente Nicolás Maduro y el fallecido presidente Hugo Chávez?
-No se parecen prácticamente en nada. Y su diferencia fundamental es que Maduro es un hombre muy mediocre, con poca intuición política, más intolerante que Chávez y ha asumido su mandato como una especie de religión. El cree que tiene la verdad y no es capaz de oír, de escuchar, ni de entender nada.

-¿Maduro le dará a su antecesor la llamada “patada histórica” o se mantendrá fiel a su legado?
-Procurará mantenerse fiel a lo que él cree que es el legado de Chávez y por falta de entendimiento de su propio momento terminará por darle la patada histórica.

-¿El gobierno y la a oposición van hacia adelante o hacia atrás?
-La verdad es que no se sabe si van para adelante o si van para atrás. Están muy extraviados.

-¿Una guerra civil es posible en Venezuela o esas son fórmulas sepultadas en el pasado?
-Claro que es posible y más con gente tan intolerante y mediocre como quienes nos están gobernando, porque están jugando con fuego, consideran que la suya es la verdad y están dispuestos a imponerla.

-¿La historia de Venezuela está más marcada por el diálogo y el entendimiento o por la confrontación y la violencia?
-Por la confrontación y la violencia, porque hemos tenido un periodo muy breve de democracia, entre 1958 y 1998, en dos siglos de vida republicana.

-¿En qué se parecen los encapuchados de ayer y los de hoy?
-Se parecen muchísimo, son prácticamente análogos, y la reacción del poder es la misma. La diferencia es que antes le atribuía las capuchas al “castro-comunismo” y ahora a la “derecha fascista”.

-¿Aprecia diferencias entre la represión adeco-copeyana y la chavista?
-La Guardia Nacional actúa como siempre lo hizo y el Sebín como las viejas policías políticas.

-¿El cortoplacismo adelanta, retrasa o aborta los procesos de cambio?
-Los aborta, porque no hay capacidad de mirar un sendero más claro que pudiera producir un cambio verdadero.

-¿Cómo valora a la oposición representada en la Mesa de la Unidad Democrática?
-Han hecho un gran esfuerzo por cohesionar una fuerza política que se oponga a esa formidable fuerza social que es el chavismo, pero están ahorita en una encrucijada en la que se pueden desintegrar si dejan que el cortoplacismo los domine.

-¿Por qué los extremismos lucen más fuertes que las tendencias conciliadoras en el gobierno y en la oposición?
-Es el fruto de sembrar quince años de polarización política.

-¿Qué se puede esperar de la Conferencia Nacional de Paz convocada por el gobierno?
-No mucho. Muy poquito, porque el problema de Maduro es que llega al mesa de diálogo con la verdad absoluta y todo el que disiente de él es “enemigo del diálogo” y promotor del “golpe continuado”.

-¿El gobierno y la MUD firmarán o no la pipa de la paz?
-El problema que veo es el de una ideología que no es capaz de valorar el pluralismo ni en el discurso ni en la práctica. ¿Cómo se puede llegar así a la paz? Es una parafernalia con muchos accesorios pero sin lo fundamental, que es el respeto y la comprensión de la diferencia y la necesidad de convivir con ella.


Mario Villegas
mariovillegas100@gmail.com
Twitter: @mario_villegas

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