Propuesta anárquica ha surgido casi espontáneamente en buena parte de la población opositora
Por Mario Villegas, 09/03/2014
Columna de Puño Y Letra
Mientras más justas sean las motivaciones que inspiran las luchas sociales y políticas, tanto más obligados están sus protagonistas a conducirse bajo métodos democráticos y en el marco de la legalidad.
Abandonar las formas de lucha democráticas y saltarse el marco legal juega precisamente en contra de cualquier objetivo político o reivindicativo por muy justo que éste sea. ¿Por qué? Pues porque desnaturaliza y desvirtúa la esencia de la acción, desplaza y distrae la atención de la opinión pública hacia aspectos distintos a los objetivos medulares, da argumentos al adversario, favorece la represión policial-militar, desalienta a buena parte de las fuerzas políticas y sociales comprometidas con las luchas, así como a fuerzas aliadas, a la vez que ahuyenta a importantes sectores que, aun cuando están bajo la órbita del adversario, podrían asumir y acompañar posiciones políticas o demandas sociales que interpretan y reflejan su propia realidad.
Sin duda, las manifestaciones y protestas de las últimas semanas tienen absoluta pertinencia en cuanto a los problemas políticos, económicos y sociales que están en su raíz y que han llegado a saturar a buena parte de la población: irrespeto y discriminación contra quienes disienten del gobierno, aterrador crecimiento de la criminalidad e inseguridad ciudadana, pavorosa inflación y carestía de la vida, prolongado y desesperante desabastecimiento de alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad, desempleo creciente, salarios depauperados, galopante e impune corrupción, entre otros.
Todos esos graves problemas afectan a la mayoría de los venezolanos por igual, tanto a los adversarios del gobierno como a quienes lo apoyan. Siendo así, las manifestaciones y protestas convocadas por la oposición pueden perfectamente representar el sentir y atraer la participación de hombres y mujeres del pueblo chavista, siempre y cuando esas movilizaciones tengan carácter pacífico y democrático, como lo fue la monumental concentración realizada en la avenida Francisco de Miranda el sábado 22 de febrero por la Mesa de la Unidad Democrática.
Pero las guarimbas, barricadas, bloqueo de calles y avenidas, quema de vehículos y basura, lanzamiento de piedras y bombas molotov, destrucción de bienes públicos y privados, agresiones verbales y físicas contra transeúntes y periodistas que cubren las protestas, terminan por convertirse en expresión de vandalismo, con lo cual no solamente espantan a las bases chavistas sino que además generan malestar entre la ciudadanía, así como división y fricciones entre las fuerzas políticas y los simpatizantes de la oposición.
Un viejo dicho popular sostiene que “por la maleta se saca al pasajero”, en el sentido de que el tipo de equipaje y sus contenidos hablan en buena medida del tipo de persona que es su propietario. Así mismo, los métodos de lucha hablan en buena medida de la naturaleza y los procederes de los movimientos políticos y sociales, a la vez que permiten prefigurar el modelo de sociedad que postulan.
Un sencillo ejercicio de imaginación podría llevar a cualquier observador a vislumbrar cómo sería un gobierno y una sociedad dirigida por los sectores ultrarradicales que prefieren los métodos guarimberos. No es difícil imaginar que sería un gobierno intolerante, autoritario, excluyente y represivo, o sea, una especie de chavismo al revés pero empeorado. No en balde siempre se ha sabido que los extremos se tocan.
Debo decir, eso sí, que aunque rechazo sus métodos, respeto a los guarimberos que exponen su pellejo en las calles ante la cruenta represión militar-policial y de los grupos irregulares amparados por el gobierno. No así a los guarimberos de internet, que desde la impune comodidad de las redes sociales incitan a otros a la violencia.
Quienes queremos un cambio de rumbo en el país no podemos atender a quienes convocan a la guerra. Antes por el contrario, debemos exigirle al liderazgo de la alternativa democrática que asuma la conducción política de las protestas, dialogue de tú a tú con el gobierno para exigir el cese de la impunidad y de la represión policial-militar, libertad para los estudiantes y presos políticos, respeto a la oposición democrática, reinstitucionalización del país, así como medidas urgentes para solventar la crisis económica y social que empobrece a los venezolanos.
De no hacerlo, quedaremos a merced de los guarimberos del gobierno y de la oposición.
ENTREVISTA
Luis Arocha Mariño, psiquiatra y especialista
en resolución de conflictos
-¿A los
venezolanos nos asaltó la locura? ¿Estamos de psiquiatra?
-No. Lo que nos asaltó es que llegamos a una
encrucijada que se llama socialismo del siglo XXI versus democracia
tradicional, y eso crea estados anímicos intensos.
-¿Montar
barricadas, quemar basura y trancar calles y avenidas con escombros y rejas de
las alcantarillas, pueden considerarse protestas pacíficas o entran en la
categoría de actos vandálicos y violentos?
-Es una respuesta anárquica ante la novedad
de esa encrucijada y la falta de una guía política clara y precisa. Esa resp.
-¿Esas acciones
debilitan al gobierno o lo fortalecen?
-No me atrevería a decir si lo debilitan o lo
fortalecen. Esto es como una jugada de ajedrez entre dos bandos diferentes. Dependiendo
de cómo reaccione el gobierno y cómo sean las sucesivas jugadas de ambos, se podría
conducir a un arreglo o a la victoria de alguno de los dos bandos, lo cual
sería una victoria pírrica, gane quien gane. Por eso es necesaria e inteligente
la búsqueda de un acuerdo.
-¿Conviene que
alguna vez dos pacientes en pugna se entren a almohadazos antes de negociar una
salida a sus conflictos?
-No, porque es muy peligroso. La catarsis
tiene indicaciones porque puede pasar del almohadazo verbal a las agresiones físicas
incontrolables, de las que ya hemos tenido algunos episodios.
-¿El presidente
Nicolás Maduro y la Mesa de la Unidad Democrática han perdido el control sobre
sus seguidores?
-Sospecho que sí porque no se han conducido
comunicacionalmente hablando de la mejor forma, sino más bien han contribuido a
la escalada de enfrentamientos, lejos de propiciar la armonía.
-¿Gobierno y
oposición pueden resolver este conflicto sin mediación?
-Lo veo muy difícil, porque han dado muestras
de desconocer las modernas herramientas que ayudan a resolver conflictos.
-¿La mediación
más aconsejable es de origen nacional o internacional?
-A lo mejor requerimos de ambas, en el
sentido de que la moderna mediación busca lo que se llama un acuerdo sinérgico,
es decir, las propuestas iniciales son sustituidas por la creación de una
propuesta nueva de las partes, que satisfaga plenamente las demandas de cada sector,
sin ceder y sin someter.
-¿Y cómo se
puede llegar a un acuerdo sin que alguna o ambas partes cedan en algo?
-Allí es donde viene el profesionalismo del
mediador, que comienza propiciando los sentimientos de solidaridad de cada una
de las partes, antes de sentarlos a la mesa. En ese marco hay que trabajar con
las creencias y las intenciones de cada parte y buscar los factores comunes y
eso es lo que se lleva a la mesa.
-¿Cuál es el
pronóstico en caso de que fracase el diálogo convocado por el gobierno?
-El pronóstico es malo, porque la escalada de
conflictos va a continuar y a aumentar cada día la violencia.
-¿Usted qué
celebra y qué critica de la Conferencia Nacional de Paz convocada por el
presidente Maduro?
-Celebro el término y la convocatoria como
tal, pero en primer lugar está muy mal hecha porque ignora los principios de
comunicación humana básicos para entendernos y compartir armoniosamente. Yo
vislumbro que esa conferencia va a fracasar por esos motivos, a menos que se
busque una mediación profesional, ya que no es suficiente con mediadores de
buena fe pero carentes del conocimiento científico en este campo.
-¿Echarle la
culpa al adversario y sacarle los trapitos al sol, perturba o ayuda la
resolución de un conflicto?
-Es lo peor y por eso se proscribe en una
mediación. Está prohibido atacar al otro. Se pueden hacer observaciones acerca
de su conducta específica en un momento dado, pero nunca con la personalidad
del interlocutor. Allí el papel del mediador es fundamental, pues ese ataque
impide la construcción de un acuerdo sinérgico.
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