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miércoles, 19 de marzo de 2014

Todos somos hermanos, @pesclarin


Por Antonio Pérez Esclarín, 18/03/2014

En los numerosos talleres y conferencias que en estos años he dado a miles de educadores por toda Venezuela, he incorporado la siguiente parábola, como un aporte a superar la extrema polarización y el desencuentro que estamos viviendo:


“Un viejo maestro preguntó a sus discípulos si alguno le podía decir cuál era el preciso momento en que terminaba la noche y comenzaba el día.

-¡Cuando ya podemos distinguir a lo lejos un perro de una oveja! –afirmó con decisión uno de los discípulos.
El viejo maestro negó con su cabeza.

-¿Será cuando en la neblina lechosa del amanecer podemos distinguir una ceiba de un samán? –se aventuró otro de los discípulos.

-¡Tampoco! –respondió con convicción el maestro.
Los discípulos se miraron desconcertados y preguntaron ansiosos:

-¿Cómo, entonces, podemos saber el preciso momento en que uno puede decir “hasta aquí llegó la noche y está comenzando el día”?
El maestro los miró con sus ojos mansos de sabio y les dijo:

-Cuando tú miras el rostro de cualquiera y ves en él a tu hermano o a tu hermana. En ese momento comienza a amanecer en tu corazón. Si no eres capaz de eso, sigues en la noche”.

Necesitamos con urgencia recuperar una mirada cariñosa e inclusiva para vernos como conciudadanos y hermanos y no como enemigos. Al enemigo se le ataca con violencia. Al hermano se le acepta con cariño a pesar de las diferencias. La genuina democracia es un poema de la diversidad y no sólo tolera, sino que celebra que seamos diferentes. Diferentes pero iguales. Precisamente porque todos somos iguales, todos tenemos derecho a ser, pensar y decidir de un modo diferente dentro, por supuesto, de las normas de la convivencia que regulan los derechos humanos y los marcos constitucionales.

Venezuela nos necesita a todos. Son tiempos para renunciar a la violencia, reencontrarnos y trabajar unidos para superar juntos los graves problemas que tenemos, entre ellos, el de la inseguridad, la pobreza, la corrupción, el desabastecimiento, la violencia, la improductividad y la ineficiencia. Son tiempos para, sin renunciar a la utopía de buscar con empeño un país mejor, emprender las transformaciones urgentes y necesarias que nos resuelvan los gravísimos problemas de la cotidianidad. No podemos seguir pensando que estamos construyendo aquí un mundo nuevo, si tenemos miedo de salir a la calle y ser atracados o asesinados, si escasean todos los productos, si para conseguir leche, harina o aceite hay que soportar por horas unas colas humillantes, si la corrupción anda desbordada, si no conseguimos medicinas y los hospitales están sin dotación, si decenas de periódicos cierran por falta de papel, si la inflación devora salarios y ahorros, si seguimos pegados a la teta petrolera y no asumimos el trabajo productivo y responsable como medio esencial para producir riqueza y garantizar a todos unas condiciones de vida digna en vivienda, alimentación, educación, salud, recreación…, como factores esenciales para la convivencia pacífica.

El diálogo eficaz supone humildad, respeto, autocrítica y una gran coherencia. No es coherente invocar la paz y hacer fervientes llamados a que cese la violencia, manteniendo los insultos, las descalificaciones, la represión y acusando de violento al que sufre la violencia. Si Jesús dijo: “la verdad les hará libres”, la mentira sólo puede conducir a la esclavitud. Y hoy se miente demasiado y sin el menor pudor. Sólo sobre la sinceridad y la verdad será posible dialogar.

http://sicsemanal.wordpress.com/2014/03/18/todos-somos-hermanos/

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