FÉLIX PALAZZI sábado 31 de mayo de 2014
Doctor en Teología
fpalazzi@ucab.edu.ve
@felixpalazzi
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Si Dios quiere" es una expresión
común y cotidiana que usamos cuando nos referimos al mayor número de nuestros
proyectos y deseos. Los cristianos la escuchamos muchas veces acompañada de la
intercesión maternal de la Virgen María: "si Dios y la Virgen
quieren". Esta frase es, en algunos casos, la más clara manifestación de
un determinismo según el cual Dios permite o suprime algunos acontecimientos o
hechos de nuestra historia. Pero también puede leerse como una referencia
positiva que enmarca un deseo de coincidencia y encuentro entre la voluntad
divina y la humana, y una confianza absoluta de abandonar todos los proyectos a
un horizonte mayor al que, confiadamente, llamamos Dios.
La palabra abandonar no significa, necesariamente, olvido o desinterés. Su raíz francesa, bandon, denota el hecho de otorgar el poder o la jurisdicción (lassier à bandon). Abandonarnos connota, así, la posibilidad de donarnos o entregarnos libre y gratuitamente a otro. En este sentido, "si Dios quiere" es la exclamación confiada de una entrega gratuita y el reconocimiento de una vida que se dona -entrega-, en la que Dios se hace presente.
Evidentemente "discernir la voluntad o el querer de Dios" abre un gran tema de discusión que ha ocupado la atención de teólogos por siglos. En opinión de algunos, la situación por la que estamos atravesando como país sería permitida por Dios con algún fin mayor desconocido que sólo sabremos al final del camino. Pensar así significaría que Dios nos envía o permite ciertos acontecimientos o situaciones trágicas para colocarnos a prueba o para enseñarnos algo que no hemos logrado aprender por otros medios. No cabe duda que una afirmación de tal magnitud logra, al menos, dar sosiego a lo absurdo de tantas situaciones inhumanas que cotidianamente atravesamos como país. Es legítimo y humano esperar que esto nos deje, al final y a pesar de todo, algo positivo. Pero, ¿es así?, ¿dónde queda la responsabilidad frente al mal?
Es difícil, pues, entender que esta sea la voluntad de Dios. Es absurdo pensar que Dios quiere o permite tantas muertes violentas o injusticias. No es errado especular sobre el origen del mal y sus causas, pero es más urgente responder al llamado para combatirlo y erradicar sus consecuencias. El tiempo apremia y la búsqueda por la justicia y la verdad se imponen. Hay que asumir responsabilidades antes que pensar en posibles influencias espirituales del mal.
La expresión "si Dios quiere" tiene también un sentido positivo. Dicha por aquellos que sufren, simboliza el gesto de abandonarse y reconocer la presencia y acción de Dios en sus vidas. Descubrir, existencialmente, la presencia de Dios en la propia situación de dolor. Existirán sufrimientos que no nos abandonarán fácilmente, pero en ese dolor se nos abre la posibilidad de encontrar un nuevo horizonte, una confianza sin límites en la que se nos ofrece un sentido a la vida que podemos redescubrir.
La palabra abandonar no significa, necesariamente, olvido o desinterés. Su raíz francesa, bandon, denota el hecho de otorgar el poder o la jurisdicción (lassier à bandon). Abandonarnos connota, así, la posibilidad de donarnos o entregarnos libre y gratuitamente a otro. En este sentido, "si Dios quiere" es la exclamación confiada de una entrega gratuita y el reconocimiento de una vida que se dona -entrega-, en la que Dios se hace presente.
Evidentemente "discernir la voluntad o el querer de Dios" abre un gran tema de discusión que ha ocupado la atención de teólogos por siglos. En opinión de algunos, la situación por la que estamos atravesando como país sería permitida por Dios con algún fin mayor desconocido que sólo sabremos al final del camino. Pensar así significaría que Dios nos envía o permite ciertos acontecimientos o situaciones trágicas para colocarnos a prueba o para enseñarnos algo que no hemos logrado aprender por otros medios. No cabe duda que una afirmación de tal magnitud logra, al menos, dar sosiego a lo absurdo de tantas situaciones inhumanas que cotidianamente atravesamos como país. Es legítimo y humano esperar que esto nos deje, al final y a pesar de todo, algo positivo. Pero, ¿es así?, ¿dónde queda la responsabilidad frente al mal?
Es difícil, pues, entender que esta sea la voluntad de Dios. Es absurdo pensar que Dios quiere o permite tantas muertes violentas o injusticias. No es errado especular sobre el origen del mal y sus causas, pero es más urgente responder al llamado para combatirlo y erradicar sus consecuencias. El tiempo apremia y la búsqueda por la justicia y la verdad se imponen. Hay que asumir responsabilidades antes que pensar en posibles influencias espirituales del mal.
La expresión "si Dios quiere" tiene también un sentido positivo. Dicha por aquellos que sufren, simboliza el gesto de abandonarse y reconocer la presencia y acción de Dios en sus vidas. Descubrir, existencialmente, la presencia de Dios en la propia situación de dolor. Existirán sufrimientos que no nos abandonarán fácilmente, pero en ese dolor se nos abre la posibilidad de encontrar un nuevo horizonte, una confianza sin límites en la que se nos ofrece un sentido a la vida que podemos redescubrir.
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