El escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez |
OMAR KHAN Madrid 14 JUL 2014
El escritor Juan Carlos
Méndez Guédez se adentra en asuntos políticos de ese país
Un trasiego de misteriosos maletines
verdes que salen desde Caracas a Praga, Ginebra, Roma o Madrid ocupa las casi
cuatrocientas páginas de Los maletines (Siruela), la nueva novela
del escritor venezolano Juan
Carlos Méndez Guédez. El hombrecillo gris y perdedor que los lleva no sabe
lo que transporta pero importante será cuando por ello le vigilan, le dan
palizas, le torturan y le persiguen los unos y los otros, que son todos malos y
corruptos porque no hay buenos en esta historia de espionaje casero enmarcada
en la Caracas inhóspita y canalla de un Chávez moribundo, al que nunca
se le nombra. “Soy supersticioso. No he querido que se me revolviera la sangre
citando en mi novela el nombre de este personaje que nos envenenó la existencia
y nos trajo tan mala suerte a mí y al país”, dice el escritor caraqueño
residenciado en Madrid desde hace ya dos décadas. “Pero no es el nombre del
caudillo lo que importa sino la situación humana que genera su poder”.
La Caracas de Los maletines es
una urbe poco cordial y malhumorada donde ahora estás vivo y en dos segundos ya
muerto. Un marco perfecto para una novela negra donde la violencia, las balas
locas, la brutalidad, el abuso y las situaciones tensas, siempre amenazantes,
ya vienen servidas. Méndez Guédez reconoce que sus lectores venezolanos ven la
dimensión trágica de su novela y los foráneos un relato más humorístico, que
parece exagerar el gesto violento de una ciudad que, en realidad, puede ser más
cruel y agresiva que su ficción. “Algo doloroso que ha ocurrido en Venezuela
durante los 15 años de mandato de Hugo Chávez es la normalización del horror”,
dice con pesadumbre. "Me parece muy llamativo que un país haga del horror
algo cotidiano. Te tomas tu café en medio de tiros, noticias de secuestros,
violencia, cosas terribles... y la vida sigue. Mi ojo es cercano pero extraño.
Llevo muchos años en Madrid y desde aquí una situación así me causa verdadero
estupor. También es verdad que desde el punto de vista literario, de novela
negra, esta tensión me parece seductora porque es un género de ambientes
viscosos y dramas feroces”.
Una de las motivaciones de Los
maletines surgió rodando por Caracas. Un taxista le confesó a Méndez
Guédez un deseo profundo que al escritor le pareció lícito. “Me dijo que lo que
quería era dar un golpe, hacerse con un montón de dinero y escapar con su
familia de todo aquello, salvar a sus hijos, ahorrarles todo ese infierno”. Al
bajar del taxi se percató de que había estado circulando por el escenario de su
nueva novela y que la rabia de aquel conductor le había procurado un tema. La
diferencia entre su historia y la de El golpe, la película de
George Roy Hill, “donde hay dos malos que se vengan de unos peores”, está en el
anclaje a la realidad violenta, burocrática y corrupta de la Venezuela
chavista. “Tuve en mente al Agente 86, que es un espía chapucero”, rememora. “Y
es que la realidad de los servicios de inteligencia venezolanos es chapucera.
Está siempre llena de grandes conspiraciones que no son reales. Me interesaba
retratar lo ridículo, lo cursi y telenovelero que es el ejercicio del poder en
Venezuela pero sin pasar por alto que se trata del poder y por tanto, intimida
aunque parezca una bota militar con purpurina”.
Es Los maletines novela
caraqueña. Sus personajes son autóctonos. Sus héroes, dos ciudadanos hartos que
terminan por acudir a la picaresca para vengarse del sistema y desembocar en un
desenlace donde triunfan los menos malos. “Me interesaba tener un final feliz
en un país que no lo es. Me gustaba la idea de al menos salvar desde la ficción
a dos personas”. Al mismo tiempo, quería el autor destruir estereotipos
tremendamente arraigados en aquella sociedad. Desmorona el mito del macho latin
lover con un protagonista que fracasa estrepitosamente cada vez que va
a la cama con una chica y le coloca al otro lado un amigo homosexual poco
convencional que es adicto al boxeo y no a los concursos de Miss Venezuela.
“Los personajes son construcciones que haces a partir de gente que existe.
Mezclas en un personaje seis o siete personas que conoces y así salen los
protagonistas, en este caso dos amigos aporreados por la vida, lazarillos del
Caribe con posturas diferentes que coinciden en su valoración de la amistad y en
su intento de emprender una huida. Hay mucha gente parecida a ellos”. A su
alrededor pululan personajes típicamente caraqueños: corruptos, aprovechadores,
matones, inescrupulosos, violentos, timadores, arrogantes, miserables,
embaucadores, tramposos, santeros, fanáticos y, por supuesto, esa nueva
tipología nacional que son los cubanos chavistas, personajes todos que empujan
a la ciudad — y a la novela— hacia rutas de trepidante thriller urbano.
“Los maletineses un artefacto de ficción”, define su creador, “pero está
hecho a partir de reconstrucciones reales”.
Es la primera vez que Méndez Guédez,
autor de títulos como Arena negra, Chulapos mambo, Tal vez la lluvia,
Una tarde con campanas o El libro de Esther, se mete tan
de lleno en los asuntos políticos de aquella Venezuela crispada, pero no la
única en la que ha insistido en retratar la Caracas en la que creció o volver
sobre temas como la paternidad, el amor y la solidaridad en relatos que,
teniendo como telón de fondo las tensiones políticas, siempre se mueven entre
Venezuela y España, sus dos países. “Llegué a hacerme escritor porque era un
niño solitario que leía mucho y era inútil para todo lo demás. De pequeño
intentaba mejorar los capítulos de El Zorro que veía en
televisión o me inventaba historias en las que Bolívar y el Indio Guaicaipuro
eran superhéroes. Siempre digo que me hice escritor por descarte vital. Me crie
en un barrio obrero en el Caribe y no sabía bailar. Eso allí te marca, te hace
diferente”.
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