IBSEN MARTÍNEZ 12 AGO 2014
Urgido de recursos
fiscales, Nicolás Maduro considera seriamente liberar el precio del combustible
A un cuarto de siglo de los
sangrientos motines del “Caracazo”, todos señalan un aumento del precio de la
gasolina como el culpable de centenares de muertes y dan aquella fecha como el
momento en que comenzó a joderse Venezuela.
Un gobernante, antiguo populista
manirroto, dio la espalda a sus ideas redistributivas, quiso aplicar las
fórmulas del “consenso de Washington” y reducir algunos subsidios, pero liberar
el precio del combustible resultó políticamente catastrófico: aquellos polvos
trajeron los lodos de Hugo Chávez.
El “Caracazo” deparó una orgía de
saqueos, rociada con cerveza y whisky robados, que solo se aplacó cuando el
Ejército comenzó a ametrallar inmisericordemente las favelas de Caracas.
Suena inverosímil que la población se
indignase hasta el saqueo ante un nimio aumento de menos de un 0,25%. Hablo del
país que, ya entonces como ahora, consumía la gasolina más barata del mundo:
según el Banco Mundial, en Venezuela puedes llenar el tanque de un VW Golf con
87 centavos de dólar (0,64 euros). Sin embargo, las matanzas de 1989 sentaron
un tabú: no liberarás el precio de la gasolina, so pena de un estallido social.
Urgido de recursos fiscales, Nicolás
Maduro considera seriamente liberar el precio del combustible. Sus adversarios
hacen graves advertencias, al tiempo que se ilusionan con un estallido social.
Pero con una oposición escindida,
acorralada entre la cárcel y el ultraje, con férreo control de su partido, el
decidido apoyo de los narcogenerales y sus motociclistas paramilitares, Maduro
bien pudiera salirse con la suya. Sin “Caracazo”.
Nunca llenamos dos veces el tanque con
la misma gasolina.
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