Miguel Mendez Rodulfo 15 de agosto de 2014
En el afán de haberse dado el gusto
del arrebato, en la cuestión ucraniana, Putin ha hundido a su país en una gran
crisis económica. Rusia que es la novena economía del mundo, se encamina a un
calvario económico, algo que sin duda hará descender la popularidad actual del
jerarca ruso encaramada en un 80% gracias al nacionalismo que logro exacerbar
desde enero de 2014. El propio mantenimiento de la guerra, el envío de armas,
suministros, mercenarios, agentes encubiertos y medicinas, ya de por si tiene
un alto impacto, pero mayor aún es el costo de las sanciones impuestas a Rusia
por Occidente. El problema es que la
crisis ucraniana no solamente representa un costo económico, sino que el
descalabro político en cuanto a las relaciones internacionales ha significado
una perdida difícil de medir en este momento. Cuando fue derribado el vuelo MH
18 de Malasia Airlines, en el espacio aéreo controlado por las facciones pro
rusas y se perdieron 293 vidas, muchas de ellas de científicos de talla
mundial, la nomenklatura rusa quizá comenzó a entender la dimensión de la
trampa en la que había caído. La primera reacción fue la de culpar a las
fuerzas ucranianas. Primero dijeron que un caza había derribado al avión
malayo, pero luego fueron aún más intrigantes: dijeron que un misil tierra aire
de los ucranianos había sido disparado contra el avión civil por cuanto tenían
la presunción de que se trataba del avión de Putin. Esta huida hacia adelante
no es sino la clásica salida que los regímenes autoritarios utilizan para
culpar a otros de sus propias acciones ilegales o de sus granes deficiencias;
en ese sentido en Venezuela sobran los ejemplos: el rabipelado que produjo el
apagón, los Guevara que mataron a Anderson, los acaparadores que generan el
desabastecimiento, etc.
Las sanciones impuestas por USA y la
UE cierran el acceso a los mercados financieros internacionales, lo que
encarecerá el crédito para las empresas rusas. En este orden tampoco podrá
acceder a la compra de armamento de alta tecnología, ni de otros equipos y
maquinarias que pudieran tener uso militar. Para mayo de este año la fuga de
capitales había ascendido a US$ 35.000 MM y se presagiaba que para diciembre se
hubiese duplicado; el rublo se había devaluado 9%; desde enero la caída de la
bolsa registraba 12%; para entonces peligraba seriamente la viabilidad del
proyecto South Stream; las calificadoras de riesgo habían rebajado el nivel de
los bonos rusos y los bancos internacionales sentenciaban que para el segundo trimestre del año el país
entraría en recesión, como efectivamente ocurrió. Lo cierto es que Rusia
sobrevivirá un año antes de que la mayoría de sus empresas importantes entren
en bancarrota. En lo adelante no habrá innovación ni competitividad, solo
incrementos del IVA, ya ordenados por el gobierno, con el consecuente aumento
de precios que ello implica. Además, la importación de productos vegetales,
cárnicos y lácteos de zonas más lejanas encarecerá aún más los precios de los
alimentos.
Rosneft la mayor petrolera rusa, ha
pedido al Estado una ayuda de 44.500 millones de dólares (1,5 billones de
rublos) para paliar el impacto de las sanciones internacionales. Este hecho y
otras secuelas de los castigos impuestos por occidente, indican que tanto Obama
como Merkel, Cameron, Hollande y compañía, le dieron en la torre al reyezuelo
ruso. Por lo pronto se estima que la aventura ucraniana terminara costando US$
200.000 MM al erario público de la nación que era el eje de la ex URSS. El
fallo a favor de los accionistas de Yukos por US$ 50.000 MM, por la
expropiación que favoreció a Gazprom y también a Rosneft, agrava las cosas para
el kremlin.
Caracas, 15/08/2014
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