Por Golcar
Rojas, 04/08/2014
Hace
16 años en Venezuela se abrió un paréntesis. Muchos apoyaron, muchos
celebraron, muchos se pusieron a la orden del nuevo gobierno para colaborar en
la recuperación
del país y la profundización de la democracia. Tendremos una democracia participativa y no solo representativa
como hasta ahora. Otros
estábamos recelosos, desconfiábamos de un gobierno en manos de militares
golpistas. Unos y otros, en todo caso, creímos que se trataría de un paréntesis
de cinco años. Ese paréntesis duraría lo que duraba un período presidencial, a
lo sumo.
Pasó el tiempo.
Vino la constituyente. Empezaron los desencuentros y las desilusiones. El
régimen empezaba a mostrar el tramojo pero aún había fiesta de triunfo en
muchos sectores. La esperanza del cambio no se desvanecía. El paréntesis seguía
abierto.
Se empezaron a
crear argucias legales para afianzar el régimen en el poder. A vuelo de pájaro
creo recordar que una decisión del Tribunal Supremo de Justicia determinó que
el período presidencial no debía terminar cuando le correspondía
No
obstante, muchos insistían en que ya estaba por cerrarse ese paréntesis. Al régimen le queda poco. Está “débil,
asustado y acorralado” por eso actúa como actúa. De allí tanto desafuero. La procrastinación nos invadía.
Llegó
el 2002, un paro general de actividades pondría cierre al paréntesis. El país no aguanta más. Llegaba el
fin de unos funestos años. Ningún gobierno podría sostenerse con cientos de
miles de personas en la calle y toda la actividad productiva, incluyendo la
principal fuente de divisas, la industria petrolera, exigiendo su salida. El
paréntesis estaba por cerrarse. Es sólo cuestión de aguantar un poco.
Llegó el golpe de
Estado. La confusión. La supuesta renuncia. La entronización de Carmona
Estanga. La supresión de todos los poderes. La persecución de algunos. La huída
de otros. La muerte de muchos. Cerrar el paréntesis traía consecuencias.
De
pronto. Unas negociaciones. Unos hechos que aún no quedan claros. La carta de
renuncia no era tal. “La cual aceptó” ya no fue más. El retorno
fantasmagórico a media noche del tirano depuesto. El paréntesis seguía abierto.
20 mil
trabajadores de la petrolera quedaron sin trabajo de un pitazo, literalmente.
Hasta de sus viviendas los sacaron. Los persiguieron para que no encontraran
trabajo en otros sitios. Muchos se fueron del país. Otros lograron montar
negocios. Algunos empezaron a hacer comida para vender. No había por qué
asustarse. El paréntesis algún día se cerraría y regresarían todos a sus
puestos de trabajo para reconstruir la industria que estaba en el suelo. Serán recibidos como héroes y
su sacrificio recompensado, cuando
el paréntesis se cierre. La industria y el país no aguantarían muchos años en
esas manos inexpertas.
Vino
el cierre de RCTV que para muchos sería la guinda. Si se atrevían a ir contra
el más viejo y popular canal de televisión, el paréntesis se cerraría
definitivamente. Lo cerraron. “Un amigo es para siempre”. Miles de personas quedaron sin trabajo pero
tranquilos, eso sería por poco tiempo. RCTV más temprano que tarde regresará. El paréntesis
estaba próximo a cerrarse.
Tuvimos
elecciones de diputados en 2005. La línea de la oposición fue abstenerse de
participar. Eso
es una pantomima. No vamos a convalidar al régimen en una Asamblea Nacional. Si
no hay representantes de la mitad del país opositora en esa Asamblea todas sus
acciones serán ilegítimas e ilegales y el mundo la desconocerá… El
paréntesis tendría que cerrarse forzosamente ante un régimen ilegítimo donde la
oposición no tendría voz ni representación.
Televisión
y Televen empezaron a bailar al son que sonaba en Miraflores. De un plumazo
cerraron más de 30 emisoras de radio. Pero no había de qué preocuparse. Eso no sería para siempre. Lo
que vivía el país no era más que un paréntesis.
Cerraron miles de
empresas e industrias. El país se deterioraba a toda prisa. Cada vez se
producía menos. No había inversión en infraestructuras. Venezuela se sumía en
la oscuridad por falta de inversión en el sector de la electricidad. La
población crecía, se triplicaba y la infraestructura de Venezuela no le seguía
el ritmo. No se invertía, no se crecía en servicios al ritmo que lo exigía el
crecimiento poblacional. El parque automotor se triplicó y las vías seguían
siendo las mismas y sin mantenimiento. El colapso se hacía inminente. La
delincuencia, el narcotráfico, la corrupción, la entrega de las FAN, de
ministerios, de la nación a manos cubanas era intolerable. La palabra “pran” se
hizo familiar y el secuestro y el sicariato cotidianos en cualquier ciudad. La
inflación no tiene límite ni control. El país se rebelaría en cualquier momento
para cerrar este oprobioso paréntesis de nuestra historia. No se podía humillar
tanto al “bravo pueblo”.
Cada nueva
elección se nos decía que ahora sí llegaba el fin. El paréntesis a puntico de
cerrarse. Metieron presos a muchos por órdenes dadas en cadenas de radio y
televisión. Murió Franklin Brito reclamando justicia. Todo signos de que el
régimen estaba por caer.
Sin
apenas darnos cuenta y sin reaccionar nos vimos haciendo cola. Tres, cuatro
horas de cola para comprar alimentos básicos cuando hay y racionados. Largas
colas para la gasolina, para el gas. El número de cédula paso a ser el control
del racionamiento. Los anaqueles de los supermercados se vaciaron. No hay. No hay. No hay. NO HAY. Ni azúcar,
ni aceite, ni harina de maíz, ni harina de trigo, ni jabón de baño, ni
detergente para lavar ropa, ni afeitadoras, ni pañales, ni papel tualé, ni
medicinas, ni insumos médicos en hospitales, ni cauchos para vehículos, ni
baterías… En cualquier porche de vivienda una ponen una mesa con los productos
inexistentes en loa supermercados a cuatro veces su precio sin que haya
autoridad que lo evite y sancione. En muchos sitios el mercado negro es
controlado y cuidado por policías y militares.
El exilio se
volvió sino y signo de la venezolanidad actual. Las familias se desmembraron.
Las despedidas de ojos salobres nos marcan a diario. Ayer un hijo, hoy un
hermano, mañana un amigo. Venezuela pasó de ser hogar de acogida de inmigrantes
a regalarle sus hijos al mundo. Se cuentan por miles los venezolanos que se han
ido procurando el futuro, el bienestar y la tranquilidad que les niega hoy su
país natal. Se van con la expectativa de un posible futuro retorno, cuando el
paréntesis se cierre…
Ese
paréntesis abierto se hace eterno e invivible, pero se sobrevive en la
esperanza de que un día habrá de cerrarse. Esto no lo aguanta nadie. Esto es insoportable. Sigue
la procrastinación.
Y llegó el cáncer.
La enfermedad nos salvaría. La parca se encargaría de hacer lo que los
venezolanos no pudimos o no quisimos. La muerte nos cerraría el paréntesis.
Murió.
Cual
monarca, dejó un sucesor. Al que menos esperábamos. Al menos preparado. Por quien
nadie daba medio. Quién definitivamente cerraría el paréntesis porque ni hablar sabe.
Imposible que con semejante currículum y falta de preparación el país vote por
él. Las elecciones
pondrían fin al paréntesis y punto final al desastre.
El
sucesor ganó las elecciones. No durará 6 meses. Imposible que semejante personaje gobierne al
pueblo “que el yugo lanzó”. No creo que a este le aguanten
lo que le aguantaron al difunto. Pasaron
los meses. Llegaron las guarimbas. Llegó el diálogo. Llegó #lasalida. Pasó un
año.
Ya no quedan
medios de comunicación independientes más allá de El Nacional y uno que otro
programa de radio. Globovisión, Últimas Noticias y El Universal más tardaron en
decir que no cambiarían su línea editorial que en incumplir su palabra. La censura
es el pan de cada día. Los diarios han reducido sus páginas gracias a la falta
de papel y divisas para importarlo. Otros han cerrado.
El régimen está débil. Está
acorralado. Se siente débil y por eso hace lo que hace. Están raspando la olla
porque se saben fuera. El país no aguanta más. La procrastinación
se perpetúa. El paréntesis sigue abierto…
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