DEMETRIO BOERSNER 1 DE SEPTIEMBRE 2014
Es preocupante la existencia, en el
mundo occidental actual y sobre todo en Europa, de un anti-islamismo inmundo y
vulgar, tan condenable como lo es, por otro lado, el antisemitismo o antijudaísmo.
La presencia de un gran número de inmigrantes musulmanes fue tolerada por la
población europea mientras existía la situación de prosperidad y pleno empleo
de décadas pasadas, pero se tornó odiosa para los europeos atrasados y de mente
estrecha a partir del momento en que el inmigrante aparecía como potencial
competidor en un mercado que se contraía. La recesión económica, y la falta de
liderazgo democrático de calidad, hicieron que creciera el sector de pequeños
burgueses y sub-proletarios ignorantes, frustrados y rabiosos que se enrolan en
peligrosos movimientos xenófobos y neofascistas como los de Marine Le Pen y
Geert Wilders.
Lamentablemente en Venezuela no faltan
unos pocos desorbitados en el campo de la oposición que, por el hecho de que el
chavismo se muestra indiscriminadamente pro-islámico, van al extremo contrario
y difunden generalizaciones difamatorias contra la respetable comunidad
religiosa, histórica y cultural constituida por los 1.500 millones de
musulmanes en el mundo. Frente a ello, en un artículo anterior, citamos frases
del Corán que apuntan a una fraterna convivencia universal y mencionamos los
episodios del pasado histórico en los cuales el Islam superó con creces, en
materia de civilización y de tolerancia, a la Cristiandad y, en particular, dio
acogida y protección a los judíos que ésta perseguía y expulsaba.
Pero también señalamos en aquel
artículo que el mundo musulmán sufrió un retroceso infortunado desde el siglo
XVIII en adelante, por la ascendente supremacía del moderno Occidente
expansionista y colonizador y la incapacidad de las élites musulmanas de
reaccionar positivamente. De allí resultó una profunda frustración que con
frecuencia se traduce en violentos brotes de fanatismo religioso que tergiversa
el mensaje del profeta Mahoma mediante frases sacadas de su contexto, y que
sirve de mampara a movimientos terroristas que, siguiendo el ejemplo del
fascismo, aspiran a la creación de un orden universal de desigualdad y
autoritarismo totales.
Con la reciente fundación del “Estado
Islámico de Irak y el Levante”, elevado a la categoría de califato universal y
ya reconocido como tal por Al Qaida y otros grupos extremistas, esa corriente
totalitaria ha ganado gran poder ideológico y estratégico. Afortunadamente,
esto parece tener el efecto de movilizar, en reacción defensiva, a las vastas
reservas del Islam decente, no fanático ni totalitario. La mayoría musulmana
que no acompañó nunca a los islamistas fanáticos, sino opta por un nacionalismo
moderno y acepta los conceptos teóricos de la soberanía popular y de la
separación entre la Mezquita y el Estado, o que practica un islamismo moderado,
está actualmente en proceso de alinearse en un frente internacional
anti-califato. Los gobiernos islamo-demócratas de Turquía y de Túnez, los
regímenes laicistas militaristas de Egipto y de Siria, las monarquías
tradicionalistas de Arabia Saudita y del Golfo, las monarquías constitucionales
de Marruecos y Jordania, el régimen nacional-liberador de Argelia, la teocracia
moderada de Irán -y hasta las organizaciones radicales Hermandad Musulmana,
Hamás y Hezbolá- repudian el horrendo extremismo del califato.
No tenemos la menor duda de que la
vasta mayoría de los musulmanes dispersos por el mundo –incluso en nuestro
propio país- rechazan el fanatismo fascista del “califato” y abogan por un
mundo de convivencia pacífica entre los seres humanos de buena voluntad. Pero
hace falta que manifiesten esa posición con claridad. Hasta ahora no lo han
hecho por temor a las minorías islamistas terroristas que amenazan su vida y
las de sus seres queridos. Esperamos que
logren superar sus inhibiciones y que pronto, en muchas mezquitas, imanes
humanistas prediquen homilías de tolerancia y fraternidad.
Estos tiempos son curiosos. Los
adversarios de ayer se convierten en los aliados de hoy, y viceversa. Estados
Unidos, afectado por la crisis económica y gobernado por un presidente
cauteloso, se muestra reacio a intervenir en el tercer mundo, mientras países
de dicho mundo le ruegan que lo haga. Europa, Rusia, China e India –todos
amenazados por el yihadismo- a su vez anhelan que el califato sea neutralizado
de manera contundente, y quizás añoran el liderazgo yanqui de otros tiempos. En
cuanto a nosotros, miembros de la OPEP, más que nadie necesitamos que un grupo
de naciones serias (del norte, del sur, de derecha y de izquierda) una sus
fuerzas para eliminar una seria amenaza de tipo totalitario y, de paso,
salvaguarde el mercado petrolero mundial.
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