Por José Domingo Blanco, 12/09/2014
No justifico, bajo ninguna circunstancia, la
instalación de las captahuellas en los automercados. No son la solución al
negocio redondo que tienen los buhoneros, revendedores y contrabandistas con
los productos regulados. Concuerdo con quienes piensan que esto sólo afectará
al más “zoquete” -y uso esta palabra para darle un calificativo “sutil” a quien
realmente termina pagando las consecuencias de estos inventos necios del
gobierno, mientras los demás, los que tienen la rosca, siguen haciendo de las
suyas. Los buhoneros de Petare, una vez instaladas las captahuellas, seguirán
vendiendo azúcar, harina de maíz, aceite, café y todo lo que no encontramos, a
los precios que les dé la gana. Esa es una actividad lucrativa en la que muchos
tienen la mano metida. El asunto es que por más que el régimen quiera
disfrazarlas con nombres rimbombantes como Plan de Abastecimiento Seguro, este
es otro paso, que nos acerca aceleradamente, a la cubanización y sovietización.
¿Acaso hay algo más comunista que el racionamiento de la comida y medicamentos?
Comprar las cantidades que el desgobierno imponga no es más que la implantación
de los emblemas de estos regímenes totalitarios.
Pero, una vez más debo confesarles que recordé a
Cantinflas –con el perdón del respetado Cantinflas- cuando leí las
declaraciones de Iván Bello, el ministro de Alimentación, tratando de explicar
cómo funcionarían las captahuellas en las redes de supermercados públicos y
privados. El gobierno, según dijo el ministro, lanzará un plan piloto, que ya
está listo, e incluye a 1500 captahuellas de Abastecimiento Seguro, las cuales
cruzarán la información sobre las compras; pero, sin que implique limitación
alguna. A ver, entonces, ¿quién explica esto? Y cito a Bello: “no se va a
limitar la compra, simplemente, si alguien hace compras por encima de lo
esperado se prenden las alertas, y va a ser llamado luego por la
Superintendencia de Precios Justos”. ¿Qué es por encima de lo esperado? ¿Cómo
se prenden las alarmas? ¿Habrá multas, sanciones, más chanchullos, cárcel,
torturas y desapariciones?
Por eso se me ocurrió que, en realidad, lo que
necesitamos urgentemente, en vista del empecinamiento de esta gente en imponer
la tarjeta de racionamiento –perdón, las captahuellas- es que ya instaladas las
maquinitas en los mercados, el CNE adelante las elecciones y sume a estos
establecimientos como centros electorales. Que ya no sean sólo los colegios a
donde vayamos a votar. ¡Vamos al Bicentenario, a Mercal o al Gama o al Plazas!
Y así “matamos dos pájaros de una pedrada”: compramos lo que haya y ejercemos
nuestro derecho al voto. ¿Cuándo es que son las próximas? ¿En diciembre 2015?
¡Pero, para qué esperar tanto! Necesitamos adelantar las elecciones ya; total,
la dirigencia opositora nos ha demostrado que es buena solo para eso y el
gobierno, durante las contiendas electorales, empeña hasta el alma para
invertir en la campaña, lanzar jingles contagiosos y comprar votos –disculpen
de nuevo el error; donde dice “comprar votos” quise decir “invertir los
recursos del Estado”.
Venezuela está en estado de coma. Desahuciada. Con
escasos signos vitales. Sin embargo, hemos visto que, cuando tenemos elecciones
–de lo que sea- como que “medio reaccionamos y disfrutamos”. Entonces, ¿por qué
no adelantar los comicios? ¿Por qué no aprovechar las captahuellas de los
mercados que, al final, no limitarán las compras pero, si prenderán alarmas?
Los psicólogos y psiquiatras no dejan de alertar sobre la depresión, pánico y
estrés que estamos viviendo producto de esta situación sin precedentes; quizá
nos aliente y renueve la esperanza la “fiesta electoral” a la que nos tienen
acostumbrados tanto los del gobierno como los dueños de la MUD. Insisto: la
dirigencia opositora es buena solo en eso, en participar en elecciones. Y está
más que demostrado que al gobierno también le gusta ganar, a como dé lugar, los
comicios.
La política informativa de Venezuela es la política
de la confusión. De la incertidumbre. Gobierno y dirigentes opositores
necesitan que estemos confundidos. Mantenernos intrigados porque en esa medida
permaneceremos sumisos. Ocupados tratando de sobrevivir. Los venezolanos
tenemos que reaccionar. ¿A qué nos estamos acostumbrando? ¿A hacer colas sin
saber lo que va a llegar al automercado? ¿A dar vueltas para encontrar
medicinas, comida, productos de aseo personal y de limpieza? ¿Vamos a seguir
mansos, en fila india, para recibir dos kilos de azúcar y tres frascos de
aceite? La tragedia nos rodea por todos lados. Somos una sociedad cada vez más
enferma. Por eso quizá, como catalizador social, necesitamos urgente unas
elecciones porque nos ocuparíamos de la contienda electoral y nos olvidaríamos,
por un rato, de este drama.
Y concluyo haciendo mía la preocupación del Grupo
de los 20 cuyos integrantes advirtieron que la crisis, entre otras razones, es
porque el país carece de políticas inteligentemente diseñadas que cambien la
realidad social. Venezuela puede llegar a un desenlace alejado de la paz y de
valores democráticos. No hay gobierno; pero, tampoco oposición. El deterioro
institucional es más que evidente. Lo grave es que, mientras no haya un
gobierno serio que diseñe políticas coherentes para lograr el progreso, y la
oposición no logre cohesión y conexión, los venezolanos seguiremos haciendo
colas para poner el dedo en las captahuellas de los mercados y tal vez, más
adelante, incluso elegir a los mismos mequetrefes de siempre.
@mingo_1
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