Por Antonio Ecarri Angola, 10/09/2014
Pasó por debajo de la mesa, a nadie le dolió. Dos semanas intensas de conflicto armado a menos de un kilómetro de Miraflores, en la cara de los poderes públicos y a nadie le importó. Eran las 10:00 pm cuando sonó el teléfono de mi casa, era una líder vecinal, simpatizante del presidente Chávez quien en medio de gritos de angustia me decía: “¡Se están matando, oye los tiros, esto es una guerra!”. El sonido agobiante de ráfagas de disparos, de armas automáticas, hacia mostrar la cara del peor fracaso de este gobierno: la paz social.
Hace un año, muy cerca de nuestra Casa del Lápiz, en el sector Los Eucaliptos -colindante con El Guarataro- me topé con una de las bandas de la zona. Nos rodearon, pero la acción efectiva de una dirigente social que les dijo “Rudy, es el profesor”, hizo que cambiaran su mirada de ataque frontal a ese rostro que miles de veces he visto en las aulas de clase, un chamo que se rinde ante la autoridad del maestro. El mayor de la banda no tenía más de 14 años de edad, eran niños, los olvidados de la patria, a quienes la espiral de la pobreza en plena cara del poderlos consumió sin el mayor pudor. Miradas tristes, cargadas de oscuridad, de pronto cambiaron su rostro y se transformaron en lo que eran: niños. De un ataque armado pasaron automáticamente a un grupo infantil pidiendo pelotas y la reparación de la cancha. Supe unas semanas después que ese niño perdió la vida en un enfrentamiento con la banda rival.
Ese cruel conflicto sigue avanzando. La violencia se propaga sin el menor pudor. Los jóvenes de la zona están obligados a militar en una banda o en otra, las niñas se entregan a cualquiera de ellos buscando protección. Una crisis social sin precedentes está allí enfrente de Miraflores, mientras la burocracia se llena la boca de retórica socialista, esa que suena a popular pero padece de incapacidad y está copada de tumores malignos de corrupción.
Fueron dos semanas ininterrumpidas de batalla campal, no hubo una sola noche en paz, plomo cerrado durante horas sin parar y ninguna autoridad actuaba. Una guerra entre las bandas de Los Eucaliptos, El Guarataro y del Observatorio del 23 de Enero, batallaban sin límite alguno buscando controlar territorios. Es la anarquía quien gobierna. Ninguna autoridad pudo intervenir, los pocos que se arriesgaron salieron despavoridos de semejante batalla. Mientras tanto, el canciller hablaba de la crisis de la Franja de Gaza, del ataque israelí, ministros lucían la “kufiyya” en solidaridad con el pueblo palestino, pero estaban sordos del ataque sin piedad que se daba en los sectores populares que están a plena vista de sus lujosas oficinas.
Nunca se supo las bajas de esta penosa batalla que se prolongó por más de 15 días, fue invisible. Quedó como parte de una rutina, no es Ucrania, no es Palestina, es Caracas la capital petrolera de América Latina donde las bandas delictivas gobiernan con la más absoluta impunidad.
Es el círculo de la pobreza en pleno apogeo. No hay condiciones urbanas, cientos de veredas estrechas, terrenos frágiles, pequeñas casas colapsadas, saturadas, mucha veces con piso de tierra, no hay escuelas, no hay espacios deportivos, no hay oportunidades. La ciudad violenta se genera al no tener planes concretos que desmonten este modelo de ciudad que hace que los chamos pierdan sus vidas como víctimas y victimarios a la vez, y que nuestras niñas sean madres antes de tiempo. Esos niños nacen solos, no tienen hogar, llegan a esa ciudad violenta que los espera en medio de las peores condiciones y cuyo mejor regalo de graduación es la pistola y mientras que el postgrado llega con el fusil. Es allí donde se pierde la República, donde se ahoga el país.
Que quede escrito, en agosto de 2014, la patria perdió la Batalla de El Guarataro.
http://www.el-nacional.com/antonio_ecarri_angola/Batalla-Guarataro_0_479952157.html
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