Por Vladimiro Mujica, 05/03/2015
Memorias de Cándido viene hoy escrita a dos manos, con mi amigo e
investigador del IVIC, Ernesto Medina Dagger, otro doliente de la destrucción
del patrimonio de todos los venezolanos.
Una de las mejores y más efectivas maneras de destruir el esfuerzo
civilizador de la humanidad es convertir la obra de artistas, científicos,
poetas o escritores en algo difuso, que no requiere de mucha disciplina, ni
esfuerzo, ni talento, ni dedicación, sino que ocurre casi de manera espontánea,
producto de una indefinida “sabiduría popular”. Nuestra revolución tropical no
se podía quedar atrás en esta carrera contra el futuro que tiene sus
antecedentes en fracasos colosales como la Revolución Cultural china, donde el
ingeniero de hoy era limpiador de inodoros mañana, y el cirujano se ocupaba
también del cafetín, porque todos debían saber de todo y el conocimiento como
fuente de respeto y reconocimiento debía ser obliterado como una tara burguesa.
En Venezuela, una idea excepcionalmente importante, la de que la
ciencia y las instituciones que la practican deben tener entre sus objetivos
más importantes el bienestar de la gente, se ha transformado en un engendro de
ideas mal elaboradas y peor puestas en práctica que sostiene que la actividad
científica debe ser un ejercicio llevado a cabo entre todos, sin importar la
preparación técnica o profesional de los participantes. Esta concepción
“asambleísta” de la ciencia, según la cual trabajar con las comunidades es lo
mismo que incorporar a las comunidades al trabajo científico, arruina en su
afán populachero un objetivo verdaderamente trascendental: el de que la gente
valore y entienda el proceso de generación de conocimiento y tenga la educación
y la formación adecuadas para exigir de los científicos, pero sobre todo de sus
gobernantes, no solamente el apoyo apropiado para la ciencia y la tecnología
sino el establecimiento de políticas públicas bien definidas y estables en la
materia.
El distinguir con claridad entre algo que legítimamente se les puede y
debe exigir a los científicos que exploren como actividad de investigación, y
algo cuya solución es conocida, y que por tanto no constituye actividad de
investigación alguna, es esencial para comprender el galimatías con el que se
pretende destruir un patrimonio de todos los venezolanos, el IVIC. El mensaje
es profundamente engañoso, porque cuando se señala una serie de problemas que
la gente siente profundamente como suyos: la mortalidad infantil, la
desnutrición, las enfermedades, el petróleo y la agricultura, y se adelanta la
tesis de que el IVIC no ha hecho, y no hará nunca nada al respecto hasta que se
transforme en una especie de aldea comunitaria de la ciencia, no solamente se
falsea la verdad sino que se confunden temas de investigación con políticas
públicas. Lo primero es responsabilidad de los científicos, lo segundo del
gobierno.
Tomemos como ejemplo el diálogo de calle, ampliamente documentado en el
sitio web de Aporrea http://www.aporrea.org/actualidad/n265757.html, que a
propósito de la modificación a la ley del IVIC, se ha generado en la esquina
caliente. En este escenario un adalid de la nueva ciencia comunitaria, Estalina
Báez, señala, palabra más, palabra menos, y de manera muy bien articulada, que
el usar la orina en la agricultura es algo que nuestros campesinos han
practicado y sobre lo cual, se requeriría, por ejemplo que los científicos del
IVIC realizaran una investigación. Pues bien, la composición de la orina
humana, un líquido bastante limpio que emerge de nuestros cuerpos como
resultado de nuestro metabolismo, es conocida al detalle y es cierto que se la
ha usado desde tiempos inmemoriales en la agricultura (http://www.nutribiota.net/blog/index.php/recursos/la-orina-en-agricultura-y-jardineria
) En el sitio arriba referido, se incluye lo siguiente:
Recomendaciones y dosificación
- Se obtienen mejores resultados si se aplica antes de la siembra o
antes de que transcurran de dos terceras partes a tres cuartas partes del
tiempo trascurrido entre la siembra y la cosecha.
- Se pueden utilizar las recomendaciones de la dosis de nitrógeno
usadas por los fertilizantes basados en urea.
- La regla general es aplicar la orina recolectada por una persona
durante un día (Un litro y medio a dos litros) en un metro cuadrado de tierra
de cultivo. La dosis máxima antes de que exista riesgo de toxicidad es 5 veces
esta dosis.
- No rociar las hojas porque se pueden quemar dependiendo de la
sensibilidad de las plantas cultivadas al nitrógeno.
- No rociar al aire ya que se pierde parcialmente el nitrógeno de la
orina.
- Para la aplicación en surcos, usar litro y medio de orina por metro
lineal.
- La orina proporciona a su vez un efecto fungicida sobre las plantas y
su uso en afecciones de la piel es conocido y utilizado. Es un activador
excelente para acelerar el compostaje de los residuos del jardín y la cocina.
Es decir, que el uso de la orina no solamente NO es un tema de
investigación, sino que en su aplicación, o no, al cultivo masivo que se
requiere para alimentar al pueblo, hay que tener en consideración el menudo
dato de que una hectárea son 10.000 metros cuadrados y que, en consecuencia se
requerían unos 10000 voluntarios/hectárea. De manera que la práctica no es
escalable de huertas a extensiones industrialmente prácticas de cultivo. Este
tipo de absurdos callejones sin salida conceptuales y técnicos es precisamente
lo que ocurre cuando temas serios se dejan a discusiones callejeras como si el
asunto fuera de quien vocifera más alto y con mayor número de gente detrás.
Recordemos que las ejecuciones y descuartizamientos públicos eran espectáculos
donde el pueblo acudía masivamente en la Edad Media, familias y niños
incluidos. Eso no las hace correctas.
Así como el tema de la orina en la agricultura no es un asunto de
investigación, tampoco lo es el hecho de que muchas de las enfermedades que
matan a nuestros niños son producto del agua contaminada y la desnutrición.
Corregir estas situaciones no es un tema científico sino de políticas públicas
aplicando medidas bien conocidas, adelantadas por el gobierno con el
asesoramiento técnico adecuado. En cuanto al petróleo, al que también se
refiere Estalina en su largo discurso, el IVIC tuvo un rol esencial en el
nacimiento de Intevep, el centro tecnológico de PDVSA, empresa que regularmente
producía patentes de tecnología propias donde nació Orimulsión, una magnífica
alternativa para el uso de los crudos pesados que fue literalmente eliminada
por la PDVSA de los tiempos revolucionarios, conjuntamente con la producción de
patentes.
Otro aspecto de esta maraña de argumentaciones tiene que ver con la
inconveniencia de poner los conocimientos ancestrales y el conocimiento
científico en la misma caja. Cada uno tiene su contexto y eventual espacio de
aplicación. Lo que una política sana de ciencia y tecnología debe propiciar es
la cooperación con los científicos para que el conocimiento ancestral de paso a
emprendimiento y negocios populares.
Ultima nota: Discutir a fondo los argumentos del chavismo, y no
despacharlos con desdén, es indispensable para exhibirlos en su inconsistencia
frente al pueblo. Es nuestro deber como científicos, pero sobre todo como
ciudadanos defensores de la democracia y la libertad. Aunque parezca a veces
que uno está perdiendo el tiempo.
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