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sábado, 6 de junio de 2015

¿Dolarización en Venezuela? III, por Miguel Méndez Rodulfo

Miguel Méndez Rodulfo 05 de junio de 2015

Aunque hay que reconocer que en su gran mayoría los estudiosos nacionales de la economía, reconocen las bondades de la dolarización para acabar con la emisión de dinero inorgánico, la devaluación y la inflación; sin embargo, esto no les vale para apoyarla, de manera que por cuestiones dogmáticas, terminan adversándola. Durante 50 años los diferentes gobiernos que hemos tenido en Venezuela, han recurrido sistemáticamente a la salida, aparentemente sin costos y prometedoramente fácil, de la devaluación de la moneda. Pero, los hechos históricos evidencian lo contrario. Exhiben el estado de ruina económica y social a donde hemos llegado, lo que comprueba que la devaluación sí tiene graves consecuencias para el país. Los economistas que en una tribuna argumentan, con sobrada razón contra el rentismo, cuando se ubican frente a la dolarización declaran a los medios contra ella y a favor de la devaluación. Argumentan que devaluar es el mecanismo idóneo para afrontar las oscilaciones a la baja del precio del petróleo, como si ello no fuera una manera de seguir enredados en el populismo rentista. En vez de pensar en la diversificación de la economía, el fomento del sector exportador y el desarrollo de las tecnologías de la comunicación e información, como los medios que nos harán inmunes a los vaivenes petroleros, tienen en mente devaluar, cosa que implica una tremenda contradicción. La mayoría de los economistas manejan la devaluación como un monstruo domesticable, cuando la experiencia indica que éste termina devorando a sus manejadores y que se escapa irremediablemente al control de quienes pretenden sujetarlo.

Con respecto al otro argumento de peso, referido a que el BCV no podría auxiliar al sistema financiero en caso de una crisis, porque se renunciaría al rol de prestamista de último recurso, esto tampoco es un argumento para invalidar la dolarización, ya que lo que debe buscarse a través de un efectivo control bancario, es que las instituciones financieras, públicas y privadas, tengan sus cuentas y balances saneados, haya una política que impida el endeudamiento más allá de los limites prudentes, que haya unos tipos de interés que estimulen el crédito y que el encaje legal sirva para controlar la liquidez. Lo que hay que evitar a toda costa es una crisis en la cual el BCV tenga que poner a funcionar la maquinita de hacer dinero, ya la crisis bancaria del año 96 y la operación de salvataje que se hizo entonces de la banca, supuso una inflación cuyas consecuencias se sentieron en la economía más allá de los siguientes 10 años.

Algunos opinadores que rechazan la dolarización porque implica un salto brusco que ciertamente perjudicaría a la gente (aunque las personas saben que curarse implica tragarse un purgante, algo menos malo que continuar al infinito con las devaluaciones, cada vez más pronunciadas), nada dijeron cuando el régimen devaluó de US$/Bs. 2,15 a 4,30; de este umbral a 6,30; de este nivel a 12; de allí a 49 y luego a 200, para hablar sólo de Simadi. Si se observa en cada caso, hay una devaluación implícita en muchos casos de 100% o mucho más. La realidad es que al dolarizar el costo de la moneda americana bajaría a la mitad en el mercado paralelo.

La devaluación es un mecanismo perverso por el cual los gobiernos consiguen dinero fácil, mientras arruinan, vía inflación, al ciudadano. Es cierto que la dolarización no es una panacea; ella no impide que los gobiernos gasten más dinero del que reciben, hasta que la fiesta fiscal acabe en una crisis fiscal. Tampoco resuelve el problema del despilfarro, ya que no puede evitar que el gasto público se destine a programas ineficientes o de baja rentabilidad social. Lo cierto es que los extranjeros pagarán al gobierno en dólares el registro de marcas comerciales en el país, Consecomercio propone un “dólar aduanero” para importaciones y los fletes agrícolas pretenden dolarizarse. Así estamos.

Miguel Méndez Rodulfo

Caracas, 05/06/2015

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