Por Hermann Tertsch / ENVIADO ESPECIAL A CARACAS
«No les mires a esos
motoristas de la GNB (Guardia Nacional
Bolivariana». «En general no mires a los ojos. A ninguno de ellos». «Ellos»
son los policías en las motos que no solo acosan a manifestantes de la
oposición. También te pueden pedir el reloj en el semáforo. Y tú se lo das
si no quieres morir allí, sin más. Te rompen el parabrisas si consideran que
les miras mal o con arrogancia. Para demostrarte que ellos mandan. «Ellos» son
también los grupos que están en esquinas o cruces, en los mercados o
aparcamientos. No son ni policías ni ladrones sino ambas cosas o una mezla de
las dos. Son los miembros del hampa que tiene un poder vicario del régimen y
controla al tiempo que consigue lo que necesita para que sus miembros vivan con
un poco más que los que no tienen nada. Son los cuadros inferiores del régimen
integrados en estos grupos cuyo principal cometido es generar miedo y
mostrar presencia, extender el miedo por el espacio público y todos los
recovecos posibles del privado.
Son gentes sin educación que
solo saben acumular y tienen miedo a perderlo todo
Más allá del miedo a ser
detenido por protestar o militar contra el régimen está el miedo general y
difuso de la indefensión total, a ser atropellado por esas fuerzas de la
brutalidad impune. Es la guardia pretoriana de la«miedocracia», como definió a
este régimen chavista en su libro de ese nombre el psiquiatra y
autor Luis José Uzcátegui. Publicado en 2011, es uno de los libros que más
y mejor escarba en los mecanismos de poder del chavismo en Venezuela. Hoy ya,
con el colapso de la economía que ha desarbolado al régimen y lo ha
inhabilitado en su faceta benefactora, su otra cara de administrador del terror
ha adquirido aún más relevancia. Y es la que prima. El miedo paraliza, el
miedo hace torpes y erráticos a quienes lo padecen.
El texto de Uzcatégui,
además de un brillante análisis político, deviene en un libro de autoayuda
porque invita al venezolano a buscar un control de su miedo. A partir de la
toma de conciencia de que los auténticos esclavos del miedo son los
miedócratas. Son Nicolás Maduro,Diosdado Cabello, los ministros y generales
corruptos, los oligarcas del régimen que han ayudado en el saqueo sin límites
ni contemplaciones del Estado venezolano. Ellos son multimillonarios y manejan
inmensas fortunas dentro y fuera del país. Pero son en su mayoría gentes
sin educación que solo saben acumular y tienen miedo a perderlo todo. Tienen
por eso pánico ahora que todo el edificio del régimen chavista se tambalea.
Su consuelo insuficiente está en que los venezolanos hoy tienen razones para
temer todo. Porque viven en un país sin ley ni orden ni seguridad. Y hay que
tener miedo para sobrevivir en este entorno. Miedo a salir de casa, a
volver a casa, a bajar del coche, a comprar en la calle, a bajar la ventanilla,
a protestar, a sacar a los niños, a viajar, a enseñar sin querer en la calle
cualquier cosa que alguien con un arma pueda desear. Solo lo piden en el mejor
de los casos. Normalmente disparan y lo cogen.
A Maduro se le ha ido de las
manos
La miedocracia ha estado
diseñada y forma parte capital de toda la estructura de poder del chavismo
desde un principio. Pero Chávez sabía dosificarlo. Y a su sucesor esta
administración del terror, como tantas otras cosas, se le ha ido de las manos. «El
miedo que tienes –dice Don Quijote– te hace Sancho que ni veas
ni oigas a derechas: porque uno de los efectos del miedo es turbar los
sentidos». El objetivo principal es vender turbación. Lo dice Cervantes y Maquiavelo: «Cuanto
más aterrada está la gente más responde al tirano». Su
tarea es recordar a todos los venezolanos que son infinitamente vulnerables,
que son mortales en el sentido más inmediato. Que han de recordar que tienen
que estar siempre asustados. Ellos van todos armados. A nadie se le ocurra
discutir con quienes abusan de gente junto a las cajas en el supermercado o
entran directamente y cogen lo que quieran. O le quitan algún producto a
alguien con descaro. ¡Ah y ten cuidado!
«¿Para qué degollarán a una
señora que no podía molestar mientras robaban?»
«En ese aparcamiento han
secuestrado mucho estas semanas». «Ayer mataron ahí junto a la parroquia a dos
asaltantes». «Esta mañana ultimaron a otros dos jóvenes. Dicen que en un
tiroteo. La familia del más joven asegura que el chico estaba durmiendo con su
mujer cuando llegó la policía». Da igual. Muertos, a la morgue. Si caben. A
veces no es el caso. Hay cola para recibir sepultura. Saturación en la
morgue porque no se entierra ni los familiares recogen los cuerpos. La vecina
ha sido degollada. «¿Para qué degollarán a una señora que no podía molestar
mientras robaban?», pregunta una vecina. «Da igual, por gusto», se responde a
sí misma.
Han sido 120 asesinatos en
una semana en el Gran Caracas. Ahora a principios de septiembre. Son 25.000
asesinatos al año en Venezuela. Caracas, con las ciudades hondureñas,
es la más violenta del mundo. Guerras aparte. O no. Porque hay guerras en las
que se mata.
Podemos
Los consejos, cariñosos
pero apremiantes, se multiplican para el recién llegado que recorre en coche
las calles de Caracas, una ciudad en la que sus millones de habitantes viven
todos enjaulados tras barrotes, en chozas, barracones, en bloques miserables o
buenos edificios, en chozas o mansiones, todos tras verjas, barrotes y
alambradas. Hasta en últimos pisos de los edificios más altos. El terror se
palpa.
Si los votantes españoles
pudieran experimentar durante una hora el miedo que se masca en las calles de
las ciudades y pueblos venezolanos, la impresión sería tan inmensa y
devastadora que el partido de Podemos, surgido en España a partir de una franquicia del chavismogobernante, no
obtendría ni un solo voto. lo voto.
26-09-15
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