Por Yedzenia Gainza, 08/12/2015
“Como paraulata que deja su canto en la sabana.” Así ando hoy. Tengo
tantas cosas galopando en el pecho, que no sé cómo expresarlas. Pensé que lo
mejor era ponerme a escribir a ver si ante el teclado sería capaz de dejar
fluir este salto de sentimientos que tanto me recuerda a La Llovizna.
Desde que abrí los ojos a las 8 de la mañana del domingo 6 de diciembre
no he vuelto a dormir. Y no me importa, a pesar del cansancio tampoco habría
podido. Me convertí en una especie de pulpo cuadrafónico para poder seguir cada
minuto de una nueva jornada en la que mi tierra se jugaba su futuro. Vi cómo
una y otra vez la impunidad y la corrupción hacían de las suyas, pero este
domingo algo era diferente: la gente, mi gente estaba convencida de que juntos
podíamos conseguirlo. No había un solo gesto de desánimo ni de miedo. Al
contrario, todos demostraban estar dispuestos a defender lo nuestro, quizás
como nunca lo habíamos defendido.
Venezuela estaba bella, con un cielo hermosísimo, el que en estos
diecisiete sombríos años nos ha visto sufrir de mil maneras diferentes. El
mismo que se abrió paso en la ventana de cada venezolano que con el alma hecha
pedazos dejaba a lo lejos su pizca de mundo para buscar una vida mejor. El sol
brillaba con un tono incomparable, y las calles olían a una esperanza que
miraba de reojo a la incertidumbre durante las horas eternas que estuvimos
esperando la primera declaración oficial de los escrutinios. Números iban y
venían, y aunque las sensaciones eran totalmente distintas, ya habíamos pasado
por esto en muchas ocasiones, por eso preferimos no cantar una victoria que
luego pudiera convertirse de forma inverosímil en un nudo difícil de tragar.
Era tardísimo cuando volvimos a ver la famosa baranda que todos estos
años ha sido testigo de nuestros “esta vez sí”. La saludamos y le dijimos desde
los más remotos rincones del planeta: ¡ESTA VEZ SÍ! Fue entonces, sólo entonces
cuando las lágrimas inundaron nuestros ojos. Por primera vez no eran amargas,
no eran de impotencia ni de frustración, no pesaban como las de cada lunes
negro en los que tuvimos que recoger nuestras boronitas. Eran lágrimas dulces,
de alegría, de “¡por fin!”, de “volveremos a vernos”, de gracias a todos los
que perdieron la vida luchando para que tuviéramos esta oportunidad. Sin saber
cómo, de pronto sentimos una brisa fresca y comenzamos a escuchar el himno que
entre sollozos cantamos al teléfono, en la soledad del destierro, o abrazados a
la familia.
A ambos lados del Atlántico ya era 7 de diciembre, el cansancio había
desaparecido de la emoción al saber que acabábamos de romper las cadenas con
las que nos tuvieron atados a casi dos décadas de humillaciones,
arbitrariedades, y un etcétera que se desvanecerá a medida que vayamos
recuperando nuestro país, la Venezuela de todos. Porque con este triunfo hemos
ganado todos excepto los miserables que han saqueado las arcas del Estado,
despilfarrado recursos comprando cómplices, prostituido las instituciones,
apadrinado delincuentes, y mentido descaradamente a millones de ciudadanos que
creyeron en un proyecto basado en el odio al que piensa diferente y que los
utilizó para hacerse con un poder que pretendían ostentar eternamente.
Todo empieza como se termina, el 6 de diciembre de 1998 un triunfo
histórico nos llevaba al abismo en el que ignorábamos estar por caer, y el 6 de
diciembre de 2015 otro triunfo histórico nos da una manito que unida a la de
todos, nos ayudará a salir.
Hoy he pasado el día cantando, sonriendo, dando y recibiendo abrazos,
hablando con toda la gente que después de haber presenciado momentos de
angustia y profundo dolor, al fin puede compartir una alegría que nos ha
iluminado el rostro.
Ahora entiendo porqué me costaba tanto expresarme, se me había olvidado
cómo era eso de ser indescriptiblemente feliz.
Yedzenia Gainza
@Yedzenia
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