Por Hugo Prieto
Parece un cuento de Juan
Rulfo, la oposición ha subido la cuesta para llegar a una cima polvorienta, a
una superficie lunar, poblada por una sociedad civil exhausta, donde la crisis
es una bomba de tiempo, la economía apenas arroja signos vitales, la política
un diálogo ininteligible en la torre de Babel y el estamento militar muestra su
adhesión a una parcialidad política.
Para la Unidad, que obtuvo un
resonante triunfo el pasado domingo, es un desafío titánico. No es,
seguramente, el momento para explorar si Julio Borges será electo presidente de
la nueva Asamblea Nacional, cuya legislatura arranca el próximo 5 de enero. Sin
embargo, el coordinador nacional de Primero Justicia, deja entrever sus
aspiraciones mientras Roberto Mata dispara el clic de su cámara fotográfica.
“No me empaves”, dice como un jugador atento a no caer fuera de juego. De las
coaliciones políticas se dice que lo más fácil es ganar, lo difícil es
mantenerse y pasar a una fase superior, a una coalición política que funcione
eficazmente. Borges asegura que aprendieron de los errores y que hay un
compromiso —de naturaleza existencial— con el devenir que le toque en suerte
vivir a Venezuela.
Según los numerólogos del
mercado electoral hay dos millones de votantes que gravitan como un péndulo
entre el chavismo y la oposición. Aparentemente, no tiene una adhesión
política, sino una motivación pragmática frente al voto. ¿Cuál es su opinión?
Uno podría pensar que el hilo
conductor durante muchos años es que el chavismo fue mayoría en Venezuela, pero
esa ciudadanía nunca fue socialista. Nunca compró el modelo cubano, aunque ha estado
flotando en el ambiente. Su adhesión a Chávez, en un primer momento, estuvo
motivada por una promesa de reivindicación social, digamos, volver a la
Venezuela en la cual tú tenías una escalera por la cual subir, pero que la
crisis de los 80 destruyó. Y eso queda ratificado con el resultado del 6-D: no
solamente fue un voto castigo contra el gobierno, sino una petición clara de
cambio del modelo. Si el dilema fuera cambiar la fórmula del jabón, pero no
cambiar de marca, yo estaría muy preocupado, pero lo aleccionador es que la
gente dijo no solamente te castigo por la crisis que has propiciado, sino
que pido a gritos un cambio en el modelo político y económico.
Las cabeceras del marketing
político han minimizado el peso de la ideología en los procesos electorales.
¿No es contradictorio?, porque en un principio la oposición centró su campaña
en los valores de la democracia, en la defensa de los derechos civiles y
políticos, pero al parecer eso no tuvo eco. Entonces, ¿en qué quedamos?
Claro, porque la verdadera
intención del gobierno, que era el modelo cubano, fue disfrazada con el ingreso
petrolero. Con precios de 100 y 150 dólares el barril, el consumo subió como
nunca antes en la historia de este país. La capacidad para comprar baratijas
era casi infinita, desde un rico que se podía comprar un avión nuevo, hasta un
pobre que se podía comprar un televisor pantalla plana. En un momento dado,
había un discurso, una retórica cubana, en medio de la orgía más grande de
consumo capitalista que te puedas imaginar. Al secarse el chorro es cuando te
ves retratado en La Habana, pero en Venezuela. Y eso fue lo que produjo este
cortocircuito ideológico en la gente.
Cuesta creer que en la
dirigencia del chavismo no haya plena consciencia de que el modelo cubano es
sencilla y llanamente un fracaso.
A estas alturas, todavía hay
gente que le apuesta a esa realidad. Las críticas de sectores de la disidencia
chavista apuntan a que el gobierno no es lo suficientemente radical. No hay
allí, precisamente, una visión modernizadora del país. Esa es una de las cosas
que se va a desatar en la discusión interna del propio gobierno, eso es lo que
está gravitando en medio de la confusión.
Puede haber una doble crisis,
tanto en el chavismo como en la oposición, a raíz de los resultados del 6-D.
De las coaliciones siempre se
ha dicho que lo importante no es el triunfo, sino mantenerse una vez que ganan.
Y ese es el reto que tenemos ahora, pero estoy seguro que lo vamos a cumplir,
porque la coalición nuestra no se concibió para un país normal, donde hay un
juego político convencional. No es así. Más que una coalición es un compromiso
existencial con el país en este momento. Y créeme que eso está acendrado en la
mentalidad de los principales dirigentes de lo que es la unidad democrática.
Todo el mundo sabe que hay que cuidar a este bebé para que crezca bien y pueda
cumplir con la misión que tiene como objetivo. Por supuesto, es una
probabilidad latente que está allí, pero todos estamos conscientes de esa
realidad.
Capriles habló de las diferentes
visiones que hay sobre el país y puso sobre la mesa sus aspiraciones
presidenciales. ¿Entonces?
No es el momento de hablar de
aspiraciones presidenciales.
¿Le va a enmendar la plana a
Capriles?
No, Henrique no lo hizo como
una aspiración presidencial. Hemos hablado mucho sobre este tema. Él sintió
reivindicada la ruta que nosotros (Primero Justicia) hemos seguido. A mí me
sorprende que la gente, que antes me mentaba la madre, hoy me dicen tenían
razón. Para mí es una cosa satisfactoria, porque quienes defendíamos que lo
importante era construir una nueva mayoría y superar los obstáculos
electorales, tuvimos que atravesar un desierto muy duro. Quienes apostamos por
una salida electoral, hemos sido estigmatizados, etiquetados, como traidores y
vende patria. El tiempo terminó dándonos la razón y el 6-D demostró que los
caminos que aparentemente son los más largos terminan siendo los más cortos. En
estos 17 años hemos vivido muchas veces esa realidad.
Tanto usted como Henrique
Capriles han hecho una crítica velada de lo que fue #La Salida. ¿Queda una
reflexión pendiente o este tema está liquidado?
Nosotros tuvimos una posición
totalmente diferente y el hecho de que todos hayamos terminado en el autobús de
la ruta electoral exigió un esfuerzo titánico. Reconstruir la unidad después de
la renuncia de Ramón Guillermo (Aveledo), fue difícil, pero finalmente logramos
engranarnos en un grado de confianza, de trabajo en equipo, que nos llevó al
triunfo de todos. Creo que ya pasamos por ese aprendizaje. Actualmente estamos
todos, absolutamente todos, montados en el mismo autobús que si bien es una
coalición electoral tiene el reto de pasar a una cosa superior, a una coalición
política, que es otra cosa.
Ustedes han prometido la
vigencia de la Constitución y la restitución del estado de Derecho. Pero a
decir verdad, en 2005, un sector de la sociedad civil, identificado con la
oposición, se la jugó para ver cómo era la vida sin estado de Derecho. Visto el
antecedente y anticipando el recelo, que con razones fundadas pudiera tener el
chavismo. ¿Cómo piensan hacer eso realidad?
Te lo pongo de esta manera. El
gobierno está diciendo que nosotros ganamos con votos prestados. En democracia
nadie es dueño de los votos. A nosotros nos toca darle un contenido palpable,
cotidiano, vital al cambio, que permita que la gente nos acompañe en todas esas
grandes banderas que queremos levantar. ¿Cuál debe ser nuestra guía, nuestro
norte? Tener claro que no podemos cambiar un sectarismo por otro, sino una cosa
muy simple, muy sencilla, pero que es un desafío: hacer las cosas bien. ¿Qué
significa eso? Que nosotros no podemos venir a colonizar las instituciones, que
no podemos venir a partidizar la justicia, que no podemos ser los propugnadores
de la política del sectarismo. Una vez que logramos unificar la alternativa
democrática, el reto consiste —más allá de enfrentar la crisis económica, que
en mi opinión es muy grave—, en unificar el país entero. Ese es el gran desafío
que tenemos por delante.
¿Las instituciones venezolanas
hay que reconstruirlas o hay que refundarlas?
Yo creo que se pueden
reconstruir y para mí eso significa que utilizando los mecanismos que hay en la
Constitución, nosotros podamos sanar y purificar muchas instituciones. Por
ejemplo, las Fuerzas Armadas. Nadie, en su sano juicio, puede plantear que hay
que refundarlas. Eso sería absurdo. Lo que tenemos que hacer es darle el sitial
que establece la Constitución. Que no estén subordinadas a ninguna parcialidad
política, que prime el mérito y no la conexión con los políticos. Una fuerza
armada que sea, verdaderamente, garante de la institucionalidad.
¿Y PDVSA?
PDVSA tiene que ir a un
proceso de una gran auditoría desde el punto de vista administrativo, porque se
ha convertido en la empresa más importante, pero al mismo tiempo en la más
oscura en sus manejos. A PDVSA hay que darle la importancia y la visión
estratégica que tiene. ¿Qué significa eso en una línea? Que Venezuela se
plantee, en el corto plazo, dejar de ser un país que viva del precio del
petróleo y que más bien desarrolle la industria petrolera en su conjunto.
Eso pasa por la explotación del gas, de los hidrocarburos, del incremento de la
producción. Allí hay dos visiones diferentes con las cuales tenemos que afinar
las cosas.
Uno de los principales
componentes de la sociedad civil es el empresariado. En esta época de vacas
flacas, donde hay que tomar decisiones y establecer prioridades, ¿Cuál sería el
planteamiento? Porque el chavismo se jacta de haber desviado la renta petrolera
a la inversión social. ¿Qué van a hacer ustedes? ¿Le van a entregar los
recursos a los importadores como se hizo en la IV República?
El éxito de esta nueva etapa
consiste en entender que cuando hablamos de cambio no es el de la oposición por
el chavismo, sino que en Venezuela tiene que haber un cambio interno de todos
los actores sociales. Si queremos más inversión, más progreso económico,
necesitamos empresarios con verdadera vocación social, que se comprometan con
el desarrollo del país, no simplemente con hacer plata. Empresarios que
arriesguen, que inviertan en la gente. Pero si desde el poder, les vamos a dar
unos recursos a unos amigos que luego etiquetamos como , es
imposible que alcancemos el desarrollo. Yo aspiro que estos años, que han sido
muy duros para el sector privado, hayan sido también una gran lección para
aquellos que atravesaron el desierto porque mantienen una conexión con la
gente. Eso es lo que va a permitir que tengamos un sector privado diferente y
verdaderamente emprendedor.
Una exigencia similar hay que
hacérsela a los sectores menos favorecidos, porque una de las cosas que
demostró el 6-D es que el tema de las dádivas no funcionó. El ciudadano de a
pie, el ciudadano que vive en los sectores populares también tiene que
comprometerse.
Si el cambio es esperar a que
el otro cambie, porque ya ganamos la Asamblea, no estamos leyendo bien al país.
Cuando hablamos de cambio hay que ir a la profundidad de que todos en Venezuela
tenemos que cambiar, porque está crisis no surgió de la nada. Aquí no hay ni
buenos ni malos, sino que todo el mundo tiene que pasar por una transformación,
para que el país vuelva a ser una sola Venezuela. Eso es obligatorio.
¿Cuándo dice que la crisis no
surgió de la nada se refiere a un país que no queremos, a un país que fracaso?
Viendo las cosas en
perspectiva, la crisis que tenemos en 2016 —que es de índole económica,
política, social y militar— no es otra cosa que la herida que tenemos abierta
desde los años 80. Es la misma herida que llevó al viernes negro (1983), al
Caracazo (1989), al 4-F (1992), a la debacle de los partidos políticos… Todo
unido en este momento. Es como una enfermedad crónica que no ha sanado y
tenemos que verla en esa perspectiva histórica. De lo contrario corremos el
riesgo de no entender lo que está sucediendo. Tenemos que volver a contar el
relato de cuál es la realidad que está viviendo el país.
¿No cree que llegó el momento
de privilegiar proyectos que generen divisas, que generen trabajo, que sean
auditables? Si se van a establecer prioridades, hay que hacerle una oferta a la
sociedad civil con transparencia y con los planes sobre la mesa.
Totalmente. Dos de las leyes
en las que más hemos trabajado (Primero Justicia), son la ley del primer empleo
y la ley de producción nacional, ambas orientadas no para atraer capitales
especulativos, sino inversiones que generen empleo, industria y transformación
económica, proyectos que verdaderamente cuenten con el apoyo del Estado, porque
el gran problema del gobierno actual es que su visión ha sido totalmente equivocada.
En lugar de ser el promotor del empleo, de la creación de marcas venezolanas,
de industrias locales, ha sido la del primer peleón con los empresarios, el
primer peleón con los trabajadores, el primer importador de cosas que han
destruido la industria nacional.
¿Cuál sería el camino en este
momento? ¿Explorar una negociación o un consenso?
Yo creo que hay varias etapas.
La primera: lograr que gobierno y oposición vean algo en común. Es decir,
construir una visión compartida en algo. Eso todavía no está. Es decir,
nosotros estamos hablando español y el gobierno está hablando chino. A pocas
horas del resultado del 6-D, pareciera que el gobierno no acepta el
resultado. Fue otro el que nos ganó, no fueron los votos, no fue la
Unidad, no fue el pueblo, fue la guerra económica. Hasta que no se
construya un espacio de visión compartida, sobre el cual podamos construir
acuerdos, entendimientos, va a ser muy difícil avanzar y esa es mi mayor
preocupación en estas horas. Creo que el gobierno no ha metabolizado el significado
de lo que pasó el 6-D. No es que hablaron los votos, no es que la gente expresó
una opinión. Venezuela pegó un grito el 6-D y el gobierno pareciera que no lo
ha escuchado todavía.
¿Quién tiene la iniciativa
política en este momento? ¿El chavismo o la oposición?
En estas horas la tiene el
gobierno. Por dos cosas muy concretas. Primero porque está en el poder. Y en
segundo lugar porque el círculo de la democracia se cierra con dos expresiones
(ante un evento electoral), una es el triunfo de la mayoría y otra es la
aceptación de la derrota por parte de la minoría. Hasta que esas dos cosas no
encajen, la pelota sigue en el terreno del gobierno.
La política sin iniciativas
está condenada a muerte. En algún momento la oposición tendrá que sacar sus
iniciativas a la calle.
Nosotros no nos vamos de
vacaciones en Navidad. La idea es tener la integración de las comisiones,
además de la agenda legislativa. Porque muchas de esas cosas están hechas.
¿Qué plazo le da a los
factores políticos para que lleguen a esa visión común a la que habla?
El marcador no va ser la
política, porque allí podríamos pasar mil años hablando de la inmortalidad del
cangrejo. El marcador, lo que va a imponer el tiempo, es la crisis económica.
Aquí se está acelerando lo que ya era gravísimo: la escasez de medicinas, de
alimentos. El gobierno ni siquiera está importando. ¿Qué va a pasar en Enero?
Porque las fabricas están en vacaciones colectivas. Es una bomba de tiempo
atómica que el gobierno se niega a ver, pareciera que la actitud es deliberada,
buscando cualquier tipo de desenlace.
¿Usted cree que el gobierno
tiene consciencia de la gravedad de la situación económica?
Maduro sabe lo que está
pasando, pero también sabe que no tiene la fuerza para tomar medidas. Sabe que
si las toma está jodido y si no las toma también está jodido. Entonces, está en
un limbo culpando a la guerra de las galaxias, a la guerra económica. Por eso
perdió las elecciones. Por eso ha perdido dos años en esa materia. Es muy
preocupante lo que estamos viendo actualmente.
Si estalla esa bomba atómica,
el 27-F será un cuento de hadas.
El primer desafío que tenemos
nosotros es desactivar esa bomba, salirnos del tablero político y hacerle ver
al país que nuestro total y único empeño es cómo sacar a Venezuela del hueco en
el cual estamos. Créeme que es un tema de semanas.
13-12-15
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