ANTONIO ROJAS 12 de diciembre de 2015
Con
ella, hay personas que son capaces de mejorar el ambiente
La
alegría es una antorcha que ilumina
nuestra
vida y las vidas
de
aquellos que nos rodean.
-King
Chesterton-
Una de
las fuentes naturales de la alegría es un talante vital agradecido. La
alegría actúa de purificadora de ambientes y, como consecuencia, donde falta la
alegría el ambiente se enrarece, las personas se aíslan, cualquier contratiempo
es causa de enfado, malestar y disgusto serio.
Con su
fina ironía y perspicacia, nos lo cuenta Quino a través deMafalda:
– Mi
papá iba por una avenida y al llegar a una esquina apareció de pronto otro que
¡ZAS!…Le abolló todo el presupuesto del mes, los nervios, la alegría de tener
auto, el carácter, la confianza en los demás y un guardabarros…
Pero
lo mismo que una sola circunstancia puede arruinar un ambiente de alegría,
también hay personas, ellas solas, que son capaces de enriquecer el
ambiente mejorándolo con su alegría.
Todos
los aficionados al deporte sabemos de jugadores que son fundamentales en un
equipo no sólo por la calidad de sus condiciones deportivas, sino porque con su
actitud y modo de ser, alegre, optimista, agradecido, con mano izquierda para
quitar tensiones, crean un ambiente agradable que hace mejores a los personas.
Saben
ser paños de lágrimas y hacen acogedora la vida en común ya
sea en los entrenamientos, en los viajes, en las concentraciones o en las
competiciones. Su aportación no es evaluable por estadísticas, pero todos lo
notan cuando faltan.
Una
persona jovial es un factor muy importante para conseguir victoria, lo
mismo que lo contrario: ¿Cuántas derrotas hay que anotar en la cuenta del
enredador que crispa el ambiente?
Estas
personas divertidas demuestran que alegría no es sinónimo de poseer, algo muy
habitual en nuestra sociedad del consumismo: “Mientras más cosas tengo más
alegre estoy”. No es cierto; la alegría no es proporcional a lo que uno
tiene.
Para
vivir alegre y feliz no hace falta tener de todo, el truco está en saber
contentarse con lo que se tiene. No es feliz el que tiene mucho, sino al que le
sobra todo.
En un
mundo como el nuestro, inundado de caprichos, las personas no saben ser felices
sin un yate lujoso, un coche potente o un mes de vacaciones. Hacer
depender la alegría y la felicidad de cosas materiales, sería como aquel
sordo que, en medio de un concierto sinfónico, se entretenía resolviendo
crucigramas.
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