Por Juán Jesús Aznarez
Considerado por Estados Unidos
una "reliquia del pasado", la opositora Mesa
de Unidad Democrática (MUD) tendrá sus razones para haber designado a Henry
Ramos Allup presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela. Su
impetuoso carácter probablemente sea una de ellas porque se avecinan choques
con un chavismo en minoría, miliciano, resentido por la pérdida de una Cámara
que fue de su propiedad. Su nombramiento indica que la invocada reconciliación
nacional tardará en llegar. La confluencia de los astros es adversa: Nicolás
Maduro sigue pendenciero y el nuevo rector parlamentario también es
testicular y escorado hacia la imposición y la miopía durante sus años de
secretario general de Acción Democrática (AD).
La diplomacia norteamericana
destrozó personal y políticamente a Ramos en un documento secreto filtrado por
Wikileaks hace cuatro años. El entonces embajador de Estados Unidos en Caracas,
William Brownfield, escribió en 2009 que el principal problema de Acción
Democrática tenía un nombre, Henry Ramos, y que el principal partido de la
oposición en Venezuela se dirigía hacia ninguna parte. "Su líder no tiene
imaginación, es fanfarrón e incluso repelente. En lugar de buscar la unidad
[contra Chávez] insulta a los representantes de los otros partidos". El
funcionario le imputó haber abogado por la abstención opositora que en las
elecciones de 2005 permitieron a Hugo Chávez copar la Asamblea Nacional. Esa
abstención tuvo consecuencias: el oficialismo aprobó todos los proyectos de ley
e iniciativas enviadas por el Ejecutivo.
Acción
Democrática, socialdemócrata, miembro de la Internacional Socialista, es
una de las dos formaciones venezolanas, junto COPEI (democristiana), que
controlaron las instituciones hasta la victoria de Chávez en las generales de
1998. La corrupción y clientelismo de esos partidos, desbordados por otros más
actualizados, acabaron hartando a los venezolanos, que también se hartaron del
desgobierno bolivariano. En los años de orfandad opositora, el encargado de
negocios, John Caulfield, redactó otro informe sobre una reunión mantenida por
el consejero político de la embajada con varios dirigentes antigubernamentales,
a los que aconsejó que jubilaran a la desacreditada vieja guardia de AD.
Ramos Allup, de 72 años, se
negó en redondo y sacó de quicio al director de la oficina de asuntos andinos,
Phillip French, que golpeó la mesa con los puños y cargó contra Ramos, cuya
principal estrategia fue desembarazarse de rivales y recabar la ayuda de la
comunidad internacional y entrevistas periodísticas a conveniencia. "Ramos
es tan fanfarrón como poco imaginativo", escribió.
Posiblemente, la dirección de
la MUD haya llegado a la conclusión de que en los abrasivos tiempos que se vienen,
nada mejor que quemar a un hombre ya calcinado, dispuesto a gallear en un
hemiciclo susceptible de convertirse en cuadrilátero. El relevo de mayorías
legislativas hubiera sido rutinario en una democracia asentada, no en
Venezuela, subdesarrollada institucionalmente, donde los
conceptos de legalidad y legitimidad siguen a la greña y el sentido de
Estado no abunda.
La democracia fue envilecida o
distorsionada por el bipartidismo de AD y COPEI, el caudillismo de Chávez y por
la mala copia que le sustituyó a su fallecimiento. Todo ha sido bronca,
despilfarro e improductividad. Lo lógico hubiera sido que el nuevo presidente
de la Asamblea Nacional fuera un hombre de consenso y diálogo, un operario de
la conciliación
nacional, y no un púgil dispuesto a seguir cruzando guantes con quienes los
tienen calzados desde hace 15 años. Pero la lógica es otro bien escaso en el
Orinoco.
09-01-16
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