Por Alexis Alzuru
La política es un medio para
la élite roja; la coartada que necesitan para hacer lo que les da la gana. De
allí que Maduro no respete principios ni actúe con apego a reglas. Basta
advertir que tensa la cuerda en momentos en los que cualquiera esperaría que
planteara una tregua y pactara soluciones a la crisis que devora al país. Aquí
no hay que llamarse a engaños. El presidente no está interesado en modificar el
enfoque ni el rumbo del gobierno; tampoco quiere dialogar con sus adversarios.
En realidad, su única preocupación es conseguir un mayor control sobre los
militantes del Polo Patriótico y del PSUV.
Su atención está centrada en quienes
desde las propias filas del chavismo lo desafiaron en las parlamentarias y en
aquellos que, encontrándose inscritos en las misiones, están a un tris de tomar
la calle para protestar.
Maduro y sus amigos defienden
los privilegios que les da el poder que poseen; pues poco les atrae la política
interpretada como construcción del bienestar colectivo. Por supuesto, con la
visión y el razonamiento que tienen no podían producir algo distinto a lo que
hicieron: una sociedad saqueada y arruinada. Ellos creen que retener la
presidencia les otorga un derecho ilimitado a todo; incluso, a someter y abusar
del pueblo. Por eso, lo que se debe esperar es que apelen a cualquier artimaña
para continuar monopolizando el dinero, las armas y, en general, las
instituciones y los recursos de la república.
Que Maduro y sus aliados
pelean para preservar el derecho de hacer lo que les plazca es una idea que
debería tenerse presente para definir cualquier agenda que persiga
enfrentarlos. Entre otras cosas porque esa premisa exige distinguir entre la
lucha política y la guerra desprovista de códigos morales que desarrolla la
cúpula oficialista para perpetuarse en el poder.
¿Es posible salir de un
gobierno forajido sin vulnerar la legalidad democrática? Algunos piensan que
para derrotar a los gobernantes tramposos hay que darles una dosis de su misma
medicina. Es permanente la tentación de olvidarse de la Constitución para
ponerle punto final al mandato de quienes se aferran al poder sin respetar las
reglas básicas de la convivencia. Sin embargo, pocos admitirán que el crimen
debe combatirse con crímenes iguales. La forma de retirar a los transgresores
que se filtran en política es construyendo acuerdos sociales que los expulsen
cuando logran trepar al poder. Por eso, es conveniente revisar con ojo crítico
aquella opinión que sostiene que la MUD no necesita bregar nuevas alianzas para
salir del gobierno.
Que Maduro está parado en una
lámina de cristal, nadie lo duda. Ahora bien, un escenario que se debe tener
presente es que el jefe del Estado esté dando pasos para provocar una revuelta.
Un sacudón podría permitirle o bien salir victorioso y terminar el período, o
renunciar y entregar el mando a alguno de sus cómplices. El hecho es que
Maduro, al igual que su entorno, considera que el poder no se entrega ni se
comparte.
Que el presidente utilice
medios insospechados para enfrentar la coyuntura es coherente con sus
convicciones. No por casualidad sus decisiones indican que está actuando en
varios tableros; mientras se moviliza en la vía de la violencia hace lo mismo
en la que puede llevarlo a rescatar el apoyo de sus electores. Por supuesto,
Maduro no espera obtener el respaldo espontáneo de las bases chavistas; por
eso, intentará torcerles el brazo. Usará el chantaje y el soborno, la amenaza y
el miedo, para obtener el reconocimiento que sus electores le negaron porque
jamás han sentido hacia él admiración, confianza ni respeto.
El descrédito de Maduro es un
dato de realidad. Sin embargo, eso no implica que se esté paralizado; tampoco
significa que su gobierno esté de salida. Este tipo regímenes viven del caos y
las miserias que reparten. Venezuela pudiera ingresar en una etapa de
desolación antes que en un período de renovación. De hecho, la posibilidad de
activar el cambio no depende de la suma de los errores del gobierno ni de la
evolución “natural” de las tensiones. La transición será una consecuencia de la
capacidad que tenga la oposición para repensarse sin dogmas y actuar con
audacia y amplitud.
13-02-16
http://www.el-nacional.com/alexis_alzuru/Puede-salirse-gobierno-forajido-legalmente_0_792520841.html
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