Por Gonzalo González
El asunto del diálogo sí
diálogo, no ha devenido en un tema de debate nacional e internacional
como desiderátum para encarar la crisis venezolana. Incluso para algunos
actores políticos se ha convertido en la Política, en una especie de
solución todo terreno. Al respecto creo necesario hacer algunas precisiones.
La política es
confrontación, diálogo, acuerdo, algunas veces la primera, otras la segunda a
veces las tres a la vez. La diferencia es que en democracia hay reglas,
procedimientos y sobre todo la convicción de que la confrontación no debe
trascender ciertos límites y el diálogo es una práctica continua y natural que
puede o no desembocar en acuerdos y negociaciones.
El diálogo es un medio, un
instrumento - deseable y optimo y si produce resultados, mejor – no un fin en
sí mismo. Algunos cometen el error de reducir la Política como actividad a la
existencia de diálogo, es decir: si no hay diálogo no hay Política.
Las experiencias de diálogo
y negociación para resolver crisis en otras sociedades son referencias a tomar
en cuenta y considerar más no recetas a prescribir para toda ocasión.
La descomunal crisis que
vive Venezuela amerita un acuerdo nacional para gestionarla bien y sentar
las bases para su superación. Eso sería lo ideal.
Lo anterior es un asunto de
sentido común, una verdad de Perogrullo. Pero no se concreta porque quienes
detenten el Poder descreen de los acuerdos, de cualquier forma de concertación
o negociación salvo cuando ven sus intereses en peligro o mejor dicho su
interés básico: el continuismo.
Esa visión proviene de la
vocación dictatorial del chavismo. No lo afirmo por maledicencia o interés; si
se revisa su discurso y ejercicio del poder se verá que esa ha sido
desde el principio su praxis.
Nicolás y la nomenclatura
gobernante han desperdiciado varias ocasiones para concretar un dialogo real y
productivo. Van por el mismo camino en esta ocasión.
Si querían, sinceramente,
construir un proceso de conversaciones serio y con resultados, el régimen
debió proceder de otra manera para allanar las justificadas desconfianzas
existentes sobre sus motivos. Ha debido hacer algunos gestos para descomprimir
el ambiente. Por ejemplo: no boicotear el proceso de activación del revocatorio
cambiando constantemente las reglas vía CNE o soltar a los presos políticos,
tal y como lo demanda medio mundo; cesar las agresiones verbales y físicas
contra dirigentes políticos y ciudadanos disidentes y last but not least
autorizar la entrada de ayuda humanitaria.
El actual episodio comenzó
mal: Maduro se negó a recibir al enviado del Papa que venía con el encargo de
proponer un proceso de conversaciones entre Gobierno y oposición. Y con el
cuestionado Samper montó un proceso llave en mano sin consultar al
interlocutor. Comenzando por una comisión de facilitadores, todos amigos del
régimen. Facilitadores que han ido más allá de su labor al sentar opinión como
lo hizo Rodríguez Zapatero sobre el Referéndum Revocatorio.
Es correcta la demanda de
condiciones y sensatos los planteamientos hechos por la MUD para sentarse con
el régimen.
El proceso de diálogo puede
ser salvado, y ojalá ocurra, pero para ello el formato original debe ser
modificado.
El Gobierno – como principal
responsable de que el proceso se materialice, por ser Gobierno- debe hacer
gestos destinados a descomprimir la situación como los arriba mencionados.
Deben incorporarse a la facilitación otros expresidentes o personalidades que
generen confianza y credibilidad.
Acierta la MUD cuando busca
la creación de condiciones para un diálogo que derive en unos acuerdos
convenientes a los intereses de la nación y evitar que sea una pantomima
dirigida a comprar tiempo y engañar a los venezolanos con una apertura que no
es tal.
Estoy convencido de que viene
un cambio por cuanto la situación es demasiado grave e insoportable para el
ciudadano común. Preocupa que ese cambio no sea producto de la expresión de la
voluntad popular vía Referéndum Revocatorio Presidencial o de una muy
justificada renuncia del señor Maduro. Si el nonato proceso de diálogo revive y
facilita ese camino bienvenido sea.
En todo caso las fuerzas
democráticas tienen el deber histórico de conducir al país hacia el cambio
político necesario y demandado por una mayoría abrumadora haya o no haya
diálogo.
13-07-16
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