Por Simón García
En política lo verdadero no
siempre es lo que establece el peso del Estado y su hegemonía operacional. La
crisis ha quebrado la fortaleza aparente del régimen y Maduro da señales
persistentes de su debilidad. Entre ellas resultan notorias su rechazo al
revocatorio porque lo sabe perdido; su miedo al diálogo porque implica
reconocer a la oposición como actor principal y su apelación a la jerarquía
militar.
El gobierno niega sus
postulados cuando casi todo lo que hace está fuera y contra la Constitución.
Sólo falta un paso, que no ha podido dar, para romper definitivamente con el
uso de la legalidad como burladero. Si lo da, comprometerá el futuro del PSUV y
pasará a gobernar contra el Estado de derecho.
Entre los factores de
contención de una regresión hacia el totalitarismo comunista está el rechazo
general de la sociedad y la resistencia de instituciones que han mantenido viva
la cultura democrática: desde el movimiento estudiantil hasta la Iglesia.
Pilares, junto con la MUD, de una renuencia a los tratos autoritarios y a
tecnología de control que han fracasado en instalar la conformidad en el
pueblo.
Los temas del cambio han
dejado de ser monopolio de las élites que influyen en los diferentes ámbitos de
la vida social. La crisis y el enfrentamiento de la sociedad al gobierno han
generado un proceso de politización donde los análisis de la crisis se han
incorporado, con similar cotidianidad que los comentarios deportivos, a las
conversaciones de la calle.
Sin embargo, hay que
detenerse a pensar en por qué el rechazo en el plano de la opinión no se
traduce en movilizaciones y protestas a favor de un cambio de situación. El
horizonte de la gente llega hasta su autodefensa, contundente rechazo y medio
adaptación, para sobrevivir.
La gente intuye, venciendo
sus naturales sentimientos, que hay que ir a un diálogo y a negociaciones que
conduzcan a la formación de un nuevo gobierno de Integración y salvación
nacional. Ese es un camino seguro.
El barranco es la violencia.
Terreno donde las fuerzas de cambio se colocan en desventaja. El choque de
trenes conviene al gobierno. El de los votos, a quienes quieren contravenir la
profecía de que el árbol de la libertad debe regarse con sangre.
Definir el revocatorio como
derecho irrenunciable es afirmar que el objetivo fundamental es cambiar de
modelo, de Presidente y de gobierno. El mecanismo constitucional idóneo es el
referendo como medio, no como fin. Si surgen otras formas viables de lograr
esos cambios, habría que considerarlas.
Parece conveniente debatir
con el país las bases y objetivos de un Gobierno de Integración y Salvación
Nacional, abierto a la participación o al respaldo de todas las fuerzas útiles
para salir de la crisis, incluidos sectores que provienen del Chavismo y del
propio PSUV, en tanto abandonen su aferramiento a un modelo que no tiene
posibilidades de continuidad.
Mientras, hay que seguir el
camino trazado. No abandonarlo por veredas.
31-07-16
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