Por Américo Martín
La presidente del CNE,
señora Tibisay Lucena, lanza un apotegma discutible. En el caso del RR ni
apuramos ni retrasamos. En materia procesal los jueces
–ella no lo es por
nombramiento ni quiere serlo por analogía- pueden en ciertas ocasiones abreviar
los lapsos cuando el objeto ha sido cumplido antes de su vencimiento.
Se quiere evitar la demora del
proceso en perjuicio de los solicitantes, dado que, como se sabe, la celeridad
es un principio de recta justicia, o como dice el aforismo: justicia lenta no
es justicia.
Lo procedente en el caso del
RR sería hacer algo similar. Verificadas las firmas antes del vencimiento del
lapso ordenado por el CNE, no tenía el menor sentido dejar un espacio ocioso
para retardar la fijación de la nueva fecha. El CNE debió hacerlo, pero
prefirió darle largas al asunto apoyándose en un formalismo totalmente inútil.
El miércoles 26 debía
cumplir su palabra y como he entregado esta columna ese mismo día, no se me
ocurrió comentar lo que haya alegado para seguir con el jueguito de ganarle
tiempo al tiempo a ver si la MUD pierde los estribos, caso en el cual el
desventurado gobierno de Maduro podría intentar su manotazo alegando no sé qué
cuento chino.
No hay en el mundo quien no
anticipe el resultado de un referendo revocatorio. El voto popular, el
soberano, decretaría el cambio y obligaría a dialogar en serio. La más tonta de
las acusaciones contra la oposición es aquella que la envuelve en golpes,
invasiones yanquis y guerras económicas. Sabiendo que el destino del reino de
los disparates será decidido por el sufragio, sería demencial darle argumentos
a un régimen enfermo de poder y sin respaldo popular para que se refugie en la
agresión.
El mundo lo sabe ya. Los
facilitadores, incluso el cuestionado Samper, lo reconocen paladina y aun
abiertamente cuando, midiendo cuidadosamente sus palabras, registran voluntad
de diálogo. El Gobierno pagaría el más alto de los precios si se arriesgara a
suspender el referendo con el pobre alegato de que sea parte del manoseado
complot contra la revolución. Lo que más le conviene es aceptar una eventual
derrota que lo mantendría en el juego democrático.
Pero el ala rota del
régimen, mazo en mano, parece dispuesta a desconocer a lo bestia la voluntad
popular. Araguatos ruidosos han pedido la anulación de la MUD sin medir el
efecto de semejante exabrupto en el mundo que los contempla con asombro,
incluidos los facilitadores del diálogo. El trío dinámico Cabello, El Aisami y
Rodríguez no ocultan el miedo que los embarga y que los impulsa a
desembarazarse de presencias foráneas que puedan frenar su babosa hidrofobia.
Es una revolución sin
pueblo, contra el pueblo. Es patético ver a Maduro y sus adláteres gritando que
“irán a la calle con el pueblo”. ¿Cuál? ¿El que los sacará del mando si pueden
votar? En atmósfera de utopía el presidente entona la Internacional.
¡Agrupémonos todos en
la lucha final!
¡Que se alcen los pueblos
con valor!
¡Esta es la Internacional!
Si “se alzaran los pueblos
con valor”, ustedes terminarían en el más oscuro de los lugares. Patético es
que tú mismo lo demandes, mientras el 75% del país exige cambio democrático a
partir de la revocación del gobierno que tan lamentablemente encabezas
Afortunadamente la MUD y la
disidencia, incluidos los bregadores del oficialismo que ya no temen hablar,
postulan la salida electoral, pacífica y democrática porque abominan del
círculo vicioso de la venganza. Recibirán una herencia cancerígena que pide la
mayor confluencia. Restablecer el crecimiento en paz y atender el drama del
hambre es el supremo programa. La sociedad misma, unida en su pluralidad y
respetando ideologías y banderías diversas, subsanará la vil tragedia que le
han hecho vivir.
31-07-16
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