Por Luis Ugalde S.J.
Es claro que este régimen y su
gobierno se han apropiado ilegítimamente del Estado y hacen la guerra a la
sociedad para perpetuarse en el poder. Aferrados a un modelo de estatismo
totalitario están decididos a no corregir lo que produce, de manera creciente,
el sufrimiento de millones de venezolanos. Lejos de responder a la crisis
alimentaria y de medicamentos y a la parálisis del aparato productivo, las
agravó con medidas insensatas como la recogida de los billetes de 100
bolívares. Empezamos el año 2017 sin indicios serios de corrección y de cese de
la guerra contra la población por parte del gobierno.
Por su parte, la mayoría de la
población siente que la dirigencia política democrática en la MUD no ha estado
a la altura de los retos, ni se ha enfrentado a esta guerra con una estrategia
unitaria de triunfo para rescatar la democracia, la paz y la convivencia social
en seguridad y sin presos políticos ni exiliados.
El cardenal arzobispo de
Caracas Jorge Urosa, con sus obispos auxiliares, comienza el año haciendo
un llamado a enfrentar esta guerra con una movilización de las conciencias en
actitud de “no violencia activa”. Basados en el Mensaje del Santo Padre para la
Jornada Mundial de la Paz del 1º de enero, nos llama a asumir nuestra
responsabilidad y juntos obligar al
cambio de gobierno por las vías señaladas en la Constitución. La no violencia
no es pasividad, sino “enfrentamiento del mal, no con otro mal, sino
venciéndolo con el bien” (Romanos 12,17-21), “rompiendo de este modo la
cadena de la injusticia”. Este es el núcleo de la revolución cristiana que no
se limita a amar a los amigos, sino a transformar con amor también a los
enemigos. Jesús “nos enseñó que el verdadero campo de batalla en el que se
enfrentan la violencia y la paz, es el corazón humano”, porque de dentro del
corazón del hombre salen los pensamientos perversos (Marcos 7,21). El amor
incondicional que afirma a toda persona, la acoge y la transforma hacia el bien
es la raíz para enfrentar toda injusticia y cambiar a las personas, estructuras
sociales e instituciones. Quien acoge la Buena Noticia de Jesús experimenta que
Dios es amor y al acoger la misericordia de Dios reconoce su propia violencia y
se convierte en instrumento de reconciliación. “La no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido
resultados impresionantes”, como vemos en muchos países con líderes de
acción como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o monseñor Romero.
El mensaje del Papa tiene
aplicaciones a todo nivel desde la violencia familiar hasta el desarme y la
prohibición y abolición de las armas nucleares. “La Iglesia católica –dice el
santo padre– acompañará toda tentativa de construcción de la paz también con la
no violencia activa y creativa”. ¿Qué significa esto para los católicos
venezolanos y nuestra sociedad entera en este año que comenzamos?
Enfrentar las políticas que
tan gravemente maltratan a millones de venezolanos privándoles de comida, de
medicinas, de seguridad y de sus reducidos ingresos. Desbloquear las bases para
una economía productiva. Exigir con tenacidad incansable la liberación de los
presos por razones políticas, restaurar la Constitución violada y abrir los
cauces electorales trampeados el año pasado para que se manifieste la voluntad
popular contra esta guerra del régimen.
La política no se desarrolla
en línea recta: el año pasado empezamos con esperanza de cambio, luego del
rotundo triunfo democrático en las elecciones parlamentarias, pero terminamos
en desaliento y desorientación. Con problemas agravados y con un liderazgo
democrático que no supo presentarse unido y con un claro mensaje capaz de
movilizar a la población hacia el cambio imprescindible, lejos de la pasividad
y la desesperanza. Por otro lado, el gobierno puso en evidencia ante todo el
país y el mundo la terca decisión dictatorial de anteponer su permanencia en el
poder a los derechos de la gente a vivir en paz y libertad con justicia. Cada
mes que pasaba se fue aumentando el dolor del pueblo. Las esperanzas que muchos
pusieron en el diálogo fueron burladas y a los líderes democráticos les faltó
claridad, unidad y estrategia…
Este año será al revés:
empieza en oscuridad y desesperanza y terminará abriendo las puertas al cambio
de régimen, con esfuerzo unitario y plural para la reconstrucción exigente.
Para ello hace falta un amplio, múltiple y coordinado movimiento social y
político, que confluya en un único objetivo: salir del régimen que bloquea toda
salida y llegar a un gobierno de unidad nacional y de reconstrucción. Los pasos
son múltiples y varias las elecciones pendientes que conducen al cambio. Por
culpa de este régimen los venezolanos estamos ante una miseria no conocida en
los últimos 100 años, pero convencidos de que este año empezará a amanecer en
la medida en que todos activemos la no violencia para salir de este gobierno
que nos oprime para perpetuarse.
05-01-17
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